Parte 1

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Después de haber recuperado su carreta y encontrado el dinero con que se cubría en su totalidad la deuda de los Walter, García se dispuso a preguntar en el pueblo por la familia aquella, dando señales específicas de Candy, quien era lo que más le interesaba encontrar para poder finiquitar la orden de la señora Legan.

Sin embargo, al obtener negativa tras negativa, el mexicano regresó su camino para dirigirse a las tierras del granjero, donde otra nueva sorpresa se llevaría, ya que, sus ojos se toparon con un cercado alámbrico y un cartel que decía: "Prohibido el paso. Propiedad del Gobierno" a lo que no sería tan difícil comprender que la casa estaba totalmente deshabitada.

Despotricando, el regordete hombre se bajó de la carreta y caminó alrededor de ésta, para ingeniarse su defensa ante los Legan más no habiendo otra que llevar solamente que la verdad, y con ello le tomó días en arribar nuevamente a Chicago.

Por su parte, Anthony, Archie y Stear, cada uno y a su modo, demostraba su total preocupación y tristeza por Candy.

No obstante, y debido a las "rebeldías" presentadas de los chicos Andrew, para no decir la falta de comprensión de la Tía Abuela por el afecto o efecto que Candy con su ausencia provocara, la señora Elroy tomó la decisión de mandarlos a estudiar al Real Colegio San Pablo en Londres.

Los jóvenes, al ser notificados de tal suceso, reclamaron fuertemente ante la injusticia, pero conforme más lo hacían, la culpa, a sus tempestivas reacciones, crecía y recaía duramente en la persona de Candy, la cual aún ausente, una y otra vez, se le acusaba injustamente del cambio en los caracteres de los muchachos.

Por lo tanto, los tres paladines, para que dejaran en paz a su entrañable amiga, doblegados, aceptaron el mandato; ofreciéndoseles como despedida, un baile, en el que Anthony, con pasos mecanizados, bailaba con Eliza.

Ésta que bien comprendía que la extraña actitud del guapo rubio se debía precisamente a Candy, el hecho consiguió que su odio por aquella aumentará.

De pronto, los invitados se reunieron en la puerta de acceso; y ahí un hombre de mal aspecto lloraba postrado de rodillas ante la señora Legan, y con atención todos escuchaban de su fracasada misión.

Pero cuando oyeron de éste, que Candy simplemente había desaparecido sin dejar rastro alguno, Anthony se alteró y se rebeló aún más contra su mentora, responsabilizándola de todo mal que le ocurriera a la querida rubia.

Con azoro, la Tía Elroy observaba la furia proyectada en los ojos azules de su nieto, pero gracias a que en ese justo momento George Johnson llegó, Anthony dejó de lado su reclamo, para solicitar de inmediato, información:

— ¿Qué noticias nos tienes?

— Ninguna, es como si se la hubiese tragado la tierra.

— ¿De qué hablan?

Elroy quiso enterarse después de haber despachado tanto a García como a los invitados.

Los tres primos se miraron con complicidad, siendo Stear quien hablara por los tres:

— Hicimos llegar una carta al Tío Abuelo William para que fuera al rescate de Candy.

— ¡¿Por qué hicieron eso?! — pretendió alegar Sarah Legan.

— ¡Porque nos pareció injusto lo que hicieron con ella! — respondió Archie muy molesto, y mirando recriminador precisamente a los engendros de la mujer quienes estando muy juntos y cruzados de brazos, hacían gestos de indiferencia ante el caso presentado.

La reacción de Elroy tampoco se esperó; e indignada espetaría:

— ¡Es inconcebible! Si bien lo he dicho: desde que esa chica de Pony llegó a Lakewood, ustedes sólo calamidades hacen; más aún así, George —, miró al nombrado y éste, con respeto diría:

— Sí, señora.

— Tendrás que ir a notificarlo personalmente a la señorita Pony; porque ahora —, se miró momentáneamente a Sarah, — la reputación de los Andrew está en juego.

— Como ordene, Señora.

— Pero antes quisiera saber, ¿qué dice William al respecto?

— Por parte del señor Andrew tengo la orden de adopción.

— ¡¿QUÉ?!

Con la noticia más de dos casi desmayaron. En cambio, el resto sonrió triunfador; ahora sólo era cuestión de encontrar a Candy White. Empero eso, nunca sucedería, y es que cuando George Johnson se presentó ante las nobles beneficiarias y éstas le condujeron hacia la oficina, allá:

— No la busque más — pidió la hermana María.

El moreno que recién había tomado asiento, se levantó reaccionando con asombro:

— ¡¿Cómo?! ¿Es qué acaso ustedes saben dónde está?

— En efecto, señor Johnson — se escuchó la calmada voz de la señorita Pony quien estaba sentada detrás del escritorio.

— Por favor, díganme dónde puedo localizarla. Les aseguro que el señor Andrew quiere adoptarla.

Johnson mostró documentos conforme continuaba diciendo:

— Y con ello darle comodidades, educación, hacer de ella toda una dama.

— Y se lo apreciamos demasiado —, de nuevo habló la encargada principal del Hogar. — Pero eso es imposible, porque ya Candy lo ha sido legalmente y ha quedado dentro de una familia, que si en cierto modo es pobre, le dará el amor y la felicidad que no encontrará ni con el dinero ni en un ambiente, donde por más de una ocasión ha sido rechazada y humillada.

— Pero sus amigos lo solicitaron por ella — alegó suplicante el moreno como si con eso fuera suficiente.

— Señor Johnson — habló Pony. — Nosotras, como encargadas de estos niños sin hogar, es precisamente encontrarles uno donde les puedan dar lo que sus padres biológicos les negaron.

— Entiendo.

— Además, con Candy cometimos dos errores — era turno de la hermana María. — El primero, el haberla dejado ir conociendo que no sería adoptada por los Legan, sino empleada como una dama de compañía; y segundo, fue de mi parte — se responsabilizó. — Porque al darme cuenta del abuso que Candy sufría, me dejé llevar justamente por esos chicos que usted menciona, cuando ellos, también son menores y deben acatar órdenes de sus mayores. Así que, yo aconsejo que deje a Candy donde está y dele eternamente las gracias al señor William.

Cuando los guapos paladines escucharon de la pasada conversación sostenida, los ánimos entre ellos se pusieron peor, pero como no había marcha atrás, cada uno por su lado, debía proseguir con su vida.

UNA CHICA QUE VALE ORODonde viven las historias. Descúbrelo ahora