Parte 4

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Por supuesto, con el accidente, las reacciones de todos sus primos, estaban llenas de sorpresa al ver la lodosa condición en la que Anthony había llegado, sobre todo Archie, que con un poco de repugnancia, tomaba, entre pulgar e índice, unas mechas de los tiesos cabellos ¿rubios? de su primo, el cual mientras éste se sacaba sus prendas, el paladín elegante no pudo dejar de comentarle en lo que fruncía la nariz:

— ¡Estás hecho un verdadero asco! —. Y después de analizarlo, comentaba: — Traes lodo hasta debajo de las orejas.

Archie fingió un escalofrío recorrerle por el cuerpo debido al sucio aspecto que tenía enfrente.

Stear, en lo que lo ayudaba aventando los zapatos completamente mojados a lo lejos, le preguntaba al paladín jardinero:

— ¿Qué te sucedió?

El accidentado, emprendiendo camino, contestaría como si nada:

— Lo que parece, caí en un charco de lodo.

— ¿Estás seguro? — el paladín inventor hubo re cuestionado.

Por su parte, Anthony sólo le sonrió y se metió al baño, dejando a los hermanos: uno frunciendo el ceño, mientras que el otro se encogía de hombros.

Y en cierto lugar de alguna otra parte del globo terráqueo...

— Nada — dijo un hombre, que completamente agotado, se dejaba caer para quedar sentado en el suelo terroso.

Su esposa, la cual yacía sentada sobre una gran piedra y alimentaba a su bebé de brazos, lo cuestionaba:

— ¿Nadie los conoce?

— Al parecer no.

Ambos adultos posaron sus ojos ahora en sus dos pequeñas niñas quienes sonrientes jugaban muy entretenidas con la tierra.

La mujer con severa angustia, exclamaría:

— Oh, querido, ¿qué haremos ahora?

El consternado esposo buscó a su alrededor preguntando:

— ¿Dónde están Candy y Peter?

— Fueron a buscar algo de comer.

— ¿Todavía tenemos dinero?

Walter miró hacia la avenida que conducía al pueblo; y conforme observaba a los chiquillos a la distancia, le informaban:

— Muy poco; pero, ¿o lo reservamos para seguir comiendo o lo empleamos para pagar un cuarto de hotel?

La madre se puso de pie para arrullar a su pequeño crío.

— Comprendo. Entonces, dejaré de buscar a tus familiares y me dedicaré a encontrar un trabajo para mantenernos.

Preocupada, la fémina volvería a cuestionar:

— ¿Y mientras dónde pasaremos la noche?

El varón, con ternura, contestaba:

— No será la primera vez, cariño, que lo hagamos al intemperie.

Sin embargo, Candy ya había llegado hasta ellos; y en lo que les ofrecía de la comida comprada primero a las nenas, hacía el siguiente comentario:

— El dueño de la tienda de abarrotes nos ha dicho que más adelante —, la chica apuntó hacia el norte; — hay una casa sola, y que tal vez podríamos usarla por esta noche. Además, él está necesitando una persona que le ayude con el almacén, y le pedí el empleo para cooperar con ustedes.

UNA CHICA QUE VALE ORODonde viven las historias. Descúbrelo ahora