Parte 34

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El silencio tenía abrazado a Anthony, y en lo que miraba nostálgico a través de la ventana de su habitación que daba hacia el jardín y a sus hermosas rosas, sobre su regazo reposaba una carta que ¿cuántas veces ya la había leído? La cuenta se había perdido; y es que a pesar de ser sus líneas tan claras, tenían al joven rubio un tanto, para no decir, demasiado confundido.

En ella, Archie le explicaba los motivos de su repentino viaje; y le suplicaba en cada párrafo le perdonara por su equivocada acción, así como le pedía de favor, le hiciera llegar nuevamente sus disculpas a Candy.

— Candy —, el rubio repitió ese nombre en voz baja. — Mi Dulce Candy, ¿qué ha sido de ti en todo este tiempo? Tristemente, ni yo mismo lo sé, y tal parece que tú no tienes deseos de compartirlo con ninguno de nosotros. Y no te lo reprocho, porque las personas cambian, y es más que obvio que tú lo has hecho; ahora, no sólo eres una mujer hermosa, sino que tu sonrisa es diferente, tus gestos, tus hechos; y será porque...

Por un momento, a Anthony le dio miedo a seguir; en cambio, valientemente lo confrontaría:

— En tu nueva vida ¿ya has encontrado a alguien más? ¿Por eso el de tu alejamiento y rechazo? Y a mí... —, el joven se quedó divagando por unos instantes. Posteriormente, se cuestionaba: — ¿en verdad me dolería saberlo?

Con lentitud, el guapo paladín jardinero fue bajando la mirada para posarla en la carta que, de nuevo sería tomada para otra vez ser leída.

Consiguientemente, él intentó racionalizar para ¿encontrar o engañarse de la verdad?:

— O porque son mis primos, los quiero y me importan, y ahora añadiendo esta honesta confesión por parte de Archie ¿por qué ya no siento celos cuando debería tenerlos?

Enseguida de haber dicho esto, el silencio imperó, e instantes pasados se escuchó un profundo suspiro para proseguir con:

— Sí, me duele aceptar que me está lastimando más su partida que el hecho de enterarme que así como Archie también Stear siguieron enamorados de la misma persona. Aunque... a las palabras de mi primo:

Mi hermano, antes de hablar de su amor por ella, prefiere expresarlo inventando y creando; además, de que aprovecha el canal que representa Patty y lo desagua en ella que lo quiere. Tú, lo haces enfocando tu atención en el cuidado de tus rosas y yo... ¡amo a Candy obsesionadamente! por eso es que me voy, antes de que pueda perder por completo la cordura, porque yo ¡sí no soportaría tratarla y verla diariamente a lado de alguien... y más si ese alguien no soy yo!

Al finalizar de releer las líneas, otro suspiro, aunque ésta vez mayormente nostálgico, llenó la habitación; y Anthony posó su mirada azul hacia fuera para perderla en la nada, mientras que su mano fue arrugando poco a poco la hoja para luego apretujarla con fuerza; y con ello al fin la comprensión:

— Sí, creo será lo mejor por el bien de todos.

Con la ayuda de su silla de ruedas, el rubio se giró sobre su eje para ir en busca de la puerta de su recámara, y posteriormente conducirse al despacho de Albert y compartirle a éste, una firme decisión.

. . .

El carruaje que los transportaba ya había detenido su movimiento; y estaba parado justo en frente de la entrada principal de la mansión de los Andrew para que la pareja visitante pudiera descender; pero mientras tanto en su interior, se confesaba:

— No sé por qué, pero estoy muy nerviosa —, y Candy también lo expresó cuando miró a los ojos a su acompañante.

Él, tomándole de las manos, la conformaría:

UNA CHICA QUE VALE ORODonde viven las historias. Descúbrelo ahora