Como paso siguiente, Terruce finalmente la besó, combinando en su caricia, la desesperación padecida y el hambre que su cuerpo le estaba reclamando; y como ella era la culpable de su excitante estado, ella era la que debía saciarlo y devolverle la tranquilidad.
Por instantes, así se gozaron: él, torturándola mordisqueando su boca, y ella gimiendo por dos razones, una: el delicioso dolor producido, y dos: la excitación que en cierta parte de su cuerpo se estaba haciendo dueña, y que además de sentir que el joven lentamente la iba reclinando hacia atrás, la rubia puso sus manos sobre su pecho y se separó bruscamente de él cuando se puso de pie.
Terruce con claro desconcierto quiso saber:
— ¿Está todo bien?
— Sí, sólo... —, la rubia excusaba: — ¿te molestaría si apago la luz?
Él, ante la petición, respiró tranquilo y sonrió diciendo:
— Por supuesto que no.
Sin embargo, al momento que ella fue a deshacerse de la tenue iluminación, la de la dama luna, los alumbró mayormente.
Comprendiendo la incomodidad, el castaño se puso de pie para preguntar conforme se dirigía a las persianas de la ventanilla:
— ¿Quieres que las cierre también?
La rubia, sonriendo por su tontería, respondía:
— No, esa déjala así.
Para darle confianza, el castaño se acercó. Colocó sus manos en la cintura de ella para decirle:
— No tienes nada por qué avergonzarte; cuando estoy seguro que toda tú, eres perfecta. Pero si no...
— Sí quiero — ella lo interrumpió.
Con la firmeza, él se tensó; pero al oír con un tono de desilusión:
— ¿O tú no?
— Es lo que más he deseado en toda la noche — se contestó.
Instante seguido, Terruce la besó nuevamente; y para demostrarle lo nervioso que lo tenía, la atrajo hacia su cuerpo, y con el acercamiento, otra vez como inconsciente escudo de defensa, ella puso sus manos en su pecho, porque pudo percibirlo claramente.
Aun así, la rubia correspondió al demandante beso; y automáticamente sus dedos fueron abriendo uno a uno los botones de la camisa, mientras que él ya le había ganado a desabrochar la falda que caería pesadamente al suelo.
También, el joven abandonaba la boca y se separaba un poco para ir descendiendo por el delgado cuello, yendo sus manos camino arriba por el interior de la blusa, encontrándose en cierto punto, con unas amigables cintas anudadas a las que se le dijeron adiós en el momento de ser jaladas; consiguiendo con eso, que se dejara de hacer presión al frente y en donde con urgencia, las manos de Terruce fueron a dar, para que primero abriera los metales de la blusa, luego, irse deshaciendo de la prenda exterior y al final, la estorbosa interior, dejándose al descubierto lo que le tuvo atormentado por un buen tiempo: los seños de ella, la cual, al sentirse libre se llevó las manos al rostro.
Ante el pudor de la joven, el castaño se agachó para tomar la manta con que anteriormente estuviera tapada, y se la pasó por los hombros, a lo que ella no dudó en cobijarse; y por su hecho, él le dejó un beso en la frente y le diría tiernamente:
— Tú me dirás cuando estés lista.
Ella ni tardía respondía:
— Sólo... ¿podrías darte la vuelta para que yo... —, señaló el camastro.
El castaño, al entender, asintió, y obedecería pudiendo escuchar a la joven cuando se sentó, y posteriormente se acostó; pero antes de todo esto, Coral se deshizo de sus últimas prendas.
Al sentirse segura pudo indicarle:
— Ya puedes girarte.
Terruce no lo hizo de momento, sino que también se tomó su tiempo en deshacerse de su atuendo; y como sabía que ella no lo estaba mirando, lo hizo con toda libertad.
Minutos después, él se sentó a su lado, giró la cabeza para mirarla tapada de pies a cabeza y ocupando la misma posición cuando durmieron un rato.
Por consiguiente, con lentitud, él se fue acomodando para quedar completamente acostado boca arriba y observándola de reojo, de vez en cuando.
De ese modo, el castaño estuvo pensando por unos instantes.
Ya decidido, él levantó su mano derecha para tomar el borde de la manta y comenzar a bajarla.
Conforme lo hacía, la iba dejando al descubierto, notando que ella yacía con los ojos cerrados y se mordía un labio debido a los nervios que se hicieron presentes.
Como primer paso, él levantó su brazo izquierdo para pasarlo por encima y ofrecérselo como almohada, donde ella no lo desairó y aprovechó para acercarse a él, escondiendo su rostro en el cuello y fundirse en un abrazo, mientras que el joven con su mano derecha le acariciaba la mejilla.
Posteriormente, él la sujetó de la barbilla y le levantó la cabeza para ejecutar el segundo acto, que fue besarla.
En lo que lo hacía, el castaño tomó ventaja de la entrega en el beso de ella para ir descubriéndola poco a poco. Después pudo su mano sobre su piel y comenzó a acariciarla, recorriendo centímetro a centímetro su curvilíneo cuerpo.
Coral no lo sentía al estar tan entretenida disfrutando los besos que le proporcionaban, y es que para ella, no había otra cosa más excitante que esos labios que la estimulaban y la hacían seguir un ritmo, señal de que estaba lista para la entrega entre ellos dos.
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UNA CHICA QUE VALE ORO
FanficAcusada de ladrona, Candy deberá cumplir su pena yendo a México sin haber podido despedirse de sus amigos, los cuales harán lo imposible porque regrese; sin embargo, ella tomará una decisión que la llevará a la felicidad. * * * * * * * * * Historia...