Parte 18

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¿Me llamabas? ¿Cuál hubo sido el verdadero significado que encerró la cuestión? Bueno, según lo dicho por Coral, Terruce lo que creyó había pensado para sí, lo hubo murmurado un poco alto que ella claramente lo escuchó; a lo que él, ante su falta de respeto, no vaciló en disculparse de inmediato por haber hecho semejante comparación.

Sin embargo, la sonrisa que la rubia le había dedicado, había puesto a Terruce muy pensativo.

Ahora éste, —envuelto en la oscuridad del balcón de su recámara yaciendo sentado sobre una silla, con las piernas apoyadas en la baranda metálica, los pies cruzados, la mano izquierda debajo de su nuca y con la otra sosteniendo un cigarrillo—, intentaba descifrar conforme miraba hipnotizado a la redonda y blanca luna, encapsulando dentro de ella, el rostro sonriente de Coral; y siendo precisamente ese nombre el que pronunciara nostálgicamente:

— Coral —, y le cuestionaría a la nada: — ¿quién eres? ¿por qué tu presencia me inquieta de sobremanera y me haces sentir tan bien cuando estoy contigo? Además, ¡sé que fue estúpido de mi parte el haber deseado que fueses Candy White! una mujer que es una simple alusión en mi mente, porque no conozco nada referente a ella más que por lo dicho por Anthony Brown y al cual, chica desconocida, perteneces; en cambio, tú, Coral, eres una joven libre de compromiso, y donde al parecer no te soy del todo indiferente, ya que me has permitido acercarme a ti más de lo debido.

Terry recordó los dos besos compartidos y la manera de sostenerse las manos; y enseguida, un suspiro verdaderamente profundo irruyó en el lugar, y después de unos segundos, volvió a decir y ésta vez con plena seguridad:

— Sí, tú serías una buena elección para mí, y aunque no seas una señorita de alcurnia: el amor de tu familia que te rodea, la educación y protección de tus padres, pero más la atención especial dedicada de tu madre, te han formado con cierta delicadeza y femineidad que no dudo podrías llegar a ser la esposa ideal.

El castaño volvió a ser pausa; y poniendo una sonrisa triunfadora diría:

— Y lo mejor de esto que, yo no tendría necesidad de competir por tu cariño con nadie, siendo tú, Coral Wise, total y exclusivamente para mí.

¿Será?

Bueno, pues conforme los días siguientes fueron avanzando, la relación entre Terruce y Coral era más estrecha.

Y es que sus paseos frecuentaron; y en los momentos que pasaban a solas y aunque seguían siendo inocentemente tiernos, los besos también incrementaron, así como los planes que comenzó a idearse la pareja al llevar la relación a un nivel más formal. Sólo se aguardaría a que Terruce fuera al encuentro de Coral después de que el castaño hiciera su visita a Chicago.

Lo malo, que con la noticia de aquel noviazgo, a Eleanor la colocaron entre dos contrarias corrientes de agua, porque por un lado se sentía contenta de ver a su hijo feliz con la chica que tenía a lado, pero a la vez, estaba seriamente mortificada por la reacción del duque cuando éste se enterara de los planes futuros de Terruce.

No obstante, lo que fuere, la actriz se había prometido apoyar a su hijo en todo, y no siendo ella la causante de destruirle la ilusión, a pesar de no estar ignorante, de los designios ya hechos de su padre.

Por ende, para empezar a demostrarles a los jóvenes que tenían todo su soporte, Eleanor no sólo les había bendecido, sino que reunió a los amigos más cercanos y les ofreció una cena, a modo de breve despedida, a ese viaje programado para el día siguiente y que emprenderían juntos: Coral hacia Sacramento siendo ese su destino final y Terruce a Chicago.

. . . . . . . .

Durante el trayecto del siguiente día los novios no se vieron en lo absoluto, para así terminar de empacar tranquilamente y tenerlo todo listo para la media noche que fue cuando los pasajeros de aquel expreso fueron llamados a abordarlo y entre ellos iban: Terruce, Coral con sus hermanos, la simpática Martha y la tímida Patty, que a final de cuentas, sí fue convencida de ir a visitar al paladín inventor.

Y en lo que el resto de la gente subía, el grupo de amigos fue conducido a sus respectivos compartimentos, despidiéndose todos por esa noche, para descansar un poco y verse a tempranas horas en el comedor para tomar el desayuno juntos.

Pero, en lo que ingerían sus primeros alimentos del día, se anunció que debido a fallas mecánicas harían una obligada parada; por consiguiente, en lo que los demás se entretenían con sus propios asuntos...

Parados en la plataforma trasera del tren, la pareja de enamorados había salido a disfrutar del paisaje en lo que la locomotora retomaba su curso.

Teniendo Terruce abrazada a su novia por la cintura y la espalda de ella apoyada sobre su pecho, el castaño le decía muy cerca del oído:

— Ya que transbordarás en Chicago, ¿por qué no lo aprovechamos y te quedas conmigo?

Con su cálido aliento, provocó que la piel de la rubia se erizara por completo y le contestara:

— No puedo.

Arremolinándose un poco todavía por el efecto causado, ella compartía:

— He avisado a mis padres que ya voy en camino.

Apoyando él su mentón en el hombro de ella, era insistente:

— Sólo será un par de días.

Por el sonido de su voz, ella se giró para mirarlo e informarle conforme le acomodaba el cuello de la camisa:

— Deja lo comento con mis hermanos y dependiendo de su respuesta.

Con cara de fastidio, Terruce también comentaba derrotado:

— Ya estuvo entonces que no.

Eso consiguió que Coral sonriera; y atrevida posó sus labios sobre los de él y ahí le animaría:

— No seas tan pesimista, te aseguro que no son tan malos —, lo besó.

Por la manera de hacerlo, Coral tenía la mirada de Terruce, que en lo que éste disfrutaba de su caricia, le observaría en un momento de separación:

— ¿Sabes?

— Sí — murmuró ella sin alejarse mucho.

— Sólo porque estamos parados en medio de la nada y nadie nos está mirando, sino ya hubieses provocado ¡el gran escándalo dentro la sociedad!

— ¿Yo? — dijo ella y lo miró con extrañeza.

Él, con su dedo, golpeteó la nariz vecina y a ella aseveraba:

— Sí, tú; porque bien sabes que éstos no son modos correctos de comportarse de una señorita.

Con lo dicho, Terry causó que la joven saltara espantada hacia atrás desbaratando por completo el abrazo, llenándose de sorpresa y pidiendo de inmediato:

— Perdón.

De la maldad de su comentario y por la pena que cubrió a su novia, el castaño para corregir su falta, intentó ir hacia ella para abrazarle nuevamente ¡pero! la rubia se rehusó. Entonces, Terruce de inmediato aclararía la mala interpretación:

— ¡Sólo fue una broma!

— Lo sé —. Sin embargo, la voz de la joven sonaría seria: — pero ¿sabes? —, ahora era su turno y atrajo la atención de él. — En el país donde yo viví en los últimos años, estos actos entre dos personas que se quieren, ¡son de lo más natural y donde nadie prejuzga el comportamiento humano! Y a mí —, ella agachó la cabeza, — ya se me había olvidado que pertenezco a éste —, apuntó el lugar para concluir con un toque de ironía, — "donde se preocupa por las apariencias y viven por el que dirán".

— No te entiendo.

El comentario de la chica, confundió al joven; y mayormente al escuchar:

— Siento mucho el haberte incomodado; te aseguro que no volverá a pasar —, y la joven emprendió su retirada. 

UNA CHICA QUE VALE ORODonde viven las historias. Descúbrelo ahora