Parte 5

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Al no presentarse en las dos primeras clases del día, al finalizarlas, los hermanos Cornwell fueron rápidamente a la habitación de Anthony para saber qué le había sucedido, antes de que el supervisor llegara hasta él.

Con toques suaves, llamaron a la puerta; pero después de mirar hacia ambos lados del pasillo y no recibir respuesta, Stear tomó la perilla y abrió.

Disimuladamente, ingresaron al dormitorio; y mientras el moreno caminaba hacia la ventana para recorrer las cortinas, Archie se dirigía hacia su primo, el cual yacía tendido sobre la cama boca abajo y completamente vestido.

Cuidadosamente, el paladín elegante se fue acercando al oído del rubio percibiendo antes un olor totalmente desconocido en aquél al que se le llamaría quedamente:

— Anthony.

El joven mencionado no se movió; por ende...

— Anthony — de nuevo se pronunció sólo que un poco más audible, escuchando con claridad los Cornwell...

— Archie, no es necesario que grites tan fuerte. La primera vez te oí a la perfección.

Archie miró a su hermano para preguntar:

— ¿En qué momento le grité?

La "gritada" cuestión consiguió que el desastroso guapo rubio cogiera su almohada y la arrojara contra aquél exigiéndole:

— ¡Que te calles!

Extraño en Stear, éste frunció el ceño; y se acercó a su primo para poner una mano en su espalda y hablarle:

— Anthony.

Éste, aunque se tapó los oídos con sus manos, alcanzaba a oír:

— ¿Por qué estás en esta condición? ¿qué te sucedió? ¿por qué has tomado? Es más, ¿en dónde?

— Ahora no, por favor.

La voz del rubio hubo sonado suplicante, tomó la colcha y se cubrió con ella.

Habiéndolo visto, Archie diría:

— Pues tendrás que levantarte, porque no tardarán en venir a preguntar el por qué de tu ausencia en clases, y además de que prepares una buena excusa, sino quieres que esto llegue hasta oídos de la Tía.

— Para lo que me interesa — respondió rebeldemente el desvelado; y de nuevo los hermanos, con sorpresa, se miraron entre sí.

De pronto, el tan esperado llamado a la puerta se oyó actuando Stear rápidamente:

— Ayúdame, Archie

... y al acostado le quitaron las sábanas de encima.

Hecho así, un desconcertante elegante, imitando cada uno de los movimientos de su sangre, preguntaba:

— ¿Qué haremos?

— Lo llevaremos al baño y nos excusaremos por él reportándole enfermo.

De ese modo, encubrieron al rubio con las autoridades. Y gracias a que en el cuarto privado, Anthony sacaba su amarga resaca, los vigilantes les creyeron la "enfermedad", cosa que no funcionó con la señora Elroy, porque de inmediato "alguien" le comunicó del incidente con su guapo nieto, el cual fue reprendido en el siguiente quinto domingo donde se le prohibió su salida del instituto y que por más que Stear y Archie le preguntaron de lo sucedido, Anthony no dio ningún tipo de información, y es que de cierto modo tampoco se acordaba de lo que había pasado.

Hasta que ese día de visitas, mientras todos abandonaban el colegio, rubio y castaño coincidieron en el pasillo de los dormitorios, uno yendo de salida y el otro en camino a su habitación.

UNA CHICA QUE VALE ORODonde viven las historias. Descúbrelo ahora