–Ven–suplicó aquella imagen de chica esculpidamente delgada–Te invito a un baile, de esos que no te gustan mucho, pero a mi me encantan.
La otra chica, al otro lado de la habitación, se aleja cada vez más que está figura perfecta se le acerca. Ella quisiera mantenerse resistente, pero al final de todo sabe que accederá.
Le toma su mano, sientiendo el contraste de temperatura, la mano ajena le ofrecía una calidez que no había conocido hace tiempo; se estremece un poco al llegar tener toda esta corriente recorrer el cuerpo.
–Ven, acércate más–le susurra muy cerca, de inmediato apoya su hombro en el ajeno. Relajándose cada vez más.
La habitación en la que se encontraban, era bastante tenue, con colores muy opacos, pero relajantes; Emma llegaba a ver alguno de sus colores favoritos en algunos objetos.
El rosa pastel en una alfombra.
El negro el armario.
El beige en la puerta.
Todos estos colores estaban altos desgastados; deslavados, pero aún había algún rastro de ellos.
La música empieza a sonar, desde el fondo de la habitación, envolviéndola cada vez más. Quiere conseguir reconocer el artista, la letra o por lo menos el género.
Sabe que la conoce, esa canción la escucha mucho.
Pero, ¿Cómo se llama?
Cada vez se sentía más relajada, la chica con quien bailaba llevaba el control del baile mientras ella se dejaba llevar. Al pasar el tiempo, entrelazan sus manos.
Luego, con una mano que le queda libre a la chica contraria, agarra de la cintura a Emma, aferrándose más a ella. Acercándose.
–Cada vez estoy más hermosa–dice, en una voz muy sutil, Emma asiente confundida, pero tiene razón, era hermosa, tanto para embelesarte– Eso me pone muy triste.
Emma, sin dejar de bailar, porque se sentía tan bien en ese baile que si fuera por ella se quedaría para siempre ahí, preguntó:
–¿Por qué triste? ¿Por qué dices cada vez que nos vemos?
La chica contraria sonríe, haciendo sentir todo más cálido, sin miedo, llevando el control.
–Cada vez que nos vemos, estás peor, así yo mejoro–dice, llevando la mano que le sostenía la cintura a la mejilla –Ya quiero que llegue el día en el que yo muera.
Emma río, sin prestarle mucha atención a las palabras, ahora bailando algo mucho más atrevido.
Fueron otros minutos de bailes en el cual sudó, fue eufórico, fue divertido, no paro de reírse porque ella nunca bailaba este tipo de canciones, cuando finalmente pudo recobrar un poco el aliento, exclamó:
–¡Que divertida eres!
La otra chica, apenas bufó.
Emma había quedado encantada con su belleza, era realmente bella esta chica, y se lo quería hacer saber:
–Eres muy hermosa, soy Emma–Dijo, presentándose a su vez, aprovechando que no le dio tiempo.
–Cada que vienes soy más hermosa o hermoso a tus ojos–la siguiente rodó sus ojos– Aunque créeme, soy muy corriente.
Emma, con un nudo en la garganta sin saber a qué se refería se alejó de la chica.
¿Ya se conocían? ¿Ya había estado aquí antes?
–No me vas a recordar por más que lo intentes– volvió hablar esta voz de la chica, dulcemente, en un ruego de acercarse a ella–A veces yo me veo en el espejo y tampoco sé que soy en ese periodo.
ESTÁS LEYENDO
Una típica historia de amor diferente.
Teen FictionEmma está dispuesta a dejar todo por Adam luego de verlo destrozado por una ruptura, se ofrece para ayudarlo con sus problemas personales, tratando de no mostrar indicios que la delaten. El plan parece ir según lo que pensado hasta que muchos sentim...