Emma.
Cuando menos lo esperas, tu madre, el chico que no sabe que te gusta y tú, están almorzando mientras tu madre cuenta tu vida personal como si fuera un chiste de circo. No sé si quiera por qué estábamos compartiendo una comida juntos o por qué él estaba en mi casa después de como me trató.
Terminé lo que mis ganas me dejaron comer porque no bastaba la conversación incómoda, sino tampoco me dejaban hablar. Luego subí a mi habitación a planear mi escape para después de esa charla.
—Tu madre es genial.-Entró Adam diciendo cómo podia dejarle el muffin que estaba comiendo.
—¿Qué haces aquí?.-Sé que es muy cortante, pero luego de como me trató, ni por todo lo que me gustara no debía tratarme así.
Ya hemos entrado en algo de confianza que no me incomoda sus silencios después de alguna de mis preguntas, de hecho en estas ocaciones me irrita. Ya llevaba varios minutos así que me acerqué a donde estaba, me coloque en todo su frente y le repetí mi pregunta más lentamente, noté como su expresión cambio y como empezaba a tomar todo más en serio.
—Disculpa por como te trate si es lo que quieres oír.-Ya a esta altura está irritando a máximas expresiones.
—¿LO QUE QUIERO OÍR?.- Me puse de punta y subí mi tono lo suficiente para que pueda apreciar mí no tan buen estado de ánimo.—Si es así, no te disculpes.
Después de haber dicho eso con tanto estilo que cualquier chica mala de película quisiera robarme la frase y la actitud, gire quedando de contrario de él y me senté en mi cama.
—Vine a disculparme, a eso vine porque sabía que te había tratado mal sin motivo, no estaba de muy buen humor y no pensaba bien.-Dijo llegando a mi lado de la cama, me negaba a girar a verlo así que ni más ni menos pudo poner una de sus manos en la punta de mi barbilla y obligarme a verlo, no tuvo que hacer mucho esfuerzo porque al segundo intento cedí.—De verdad lo siento, es estúpido ya el hecho de que no nos hablemos en el instituto, más estúpido fue haberte tratado así.
—Está bien, todo bien ahora.-Contesté con todo el esfuerzo que pude al estar tan cerca de él, y no molesta, claro.
Al decir eso termino de de tragarse su postre, porque esa era su palabra descriptiva "tragarse" ya que lo hizo de una manera trologdita que me gesticuló una cara de desagradado seguramente, y luego procedió a tirarme en el suelo a hacerme cosquillas empezando una gran guerra de cosquillas que lo más probable termine conmigo toda roja y sin respirar muy bien porque evidentemente el doblaba mi tamaño. Después de un tiempo de cosquillas las risas eran espontáneas, solo reíamos dejándonos expresar todos los sentimientos reprimidos en risas y esas risas podrían volver sordo a cualquier que entrara en esa habitación pero a la vez, se unirían a las risas sin sentidos, disfrutarían el momento tanto como yo. Al menos eso espero.
Después de mil súplicas a mi mamá que me dejara acompañar a Adam, no invitarlo a otra incomoda comida y luego de una charla de chicos mucho más incómoda con ella, estábamos caminando en un anochecer estrellado por unas calles adornadas con florecidos apamates y música de Billy Joel de fondo, traté de preguntarle a Adam el motivo de la ambientación y su respuesta mayor específica fue un «siempre es así». Ojalá yo viviera por aquí.
—No tenías que venir.-Adam rompió el silencio para nada incómodo y me distrajo de mis pensamientos delirantes de construir una casa en medio de esta calle.-Se supone que el chico acompaña a la chica, así es raro, parezco el débil.
—Ay niño, eso quedó en el pasado y seamos sinceros, sí eres el más débil de ambos.- Conteste.
—¿Niño? ¿Ahora ese es mi apodo?.- Timbró su respuesta en todo mi cuerpo, no supe cómo responder, empecé a sudar y temblar. Intenté explicarle tratando de no mostrar más de lo debido de mis sentimientos pero no sabía que tan creíble sonaba, por su parte el partido en risa con mis explicaciones dejándome más confundida y timbrada que el comienzo.—No te preocupes, si yo tengo apodo tú también tendrás uno, será Em.-Dijo sin dejar de reír.
Estaba molesta al principio, pero luego no pude resistirme y empecé a reírme junto con él, nuevamente empezamos con un motivo pero cuando te das cuenta solo nos reíamos de nuestras caras rojas y como nuestro se encorvaba entre mayor era. A veces solo faltan momentos como este en nuestra vida, momentos pequeños con las personas correctas que te hagan reír sin motivo para curar y olvidar por un momento todo lo malo de tu vida. Momentos pequeños que empiezan insignificantes pero terminan siendo curativas.
Ambos terminamos recostados en el tronco de un árbol quejándonos del poco aire que nos dejó la risa, pero aún así continuábamos riendo juntos, tan juntos que si me viera hace unos dos meses atrás me pellizcaría ya que probablemente estaría soñando. Yo aún estaba riendo cuando Adam estaba calmado, aunque lo intentara no podía dejar de reírme de su cara seria.
—Me gustas.-Éste chico si sabe cómo congelarme, mi cuerpo y mente se detuvieron y mi respiración comenzaba a acelerarse. Realmente tenía que estar soñando.
—¿Qué?-Dije dejando la risa atrás.
—¿Ves? Te dejaste de reír.-Contestó con una sonrisa burlona que gesticulaba en sus labios.—Ni que quisieras, te fijarías en alguien como yo.
Bueno, era muy bueno el sueño para ser real.
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Una típica historia de amor diferente.
Genç KurguEmma está dispuesta a dejar todo por Adam luego de verlo destrozado por una ruptura, se ofrece para ayudarlo con sus problemas personales, tratando de no mostrar indicios que la delaten. El plan parece ir según lo que pensado hasta que muchos sentim...