Para muchos lo primordial es la línea de sangre, pero ¿Que importancia tiene eso cuando lo que prima es el amor?
Nuestra sangre no nos define como personas, ni fija nuestro destino, solo podemos ser víctimas de aquel primitivo y audaz ladrón llamad...
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Los entrenamientos con papá habían rendido frutos sin lugar a dudas, ya que pude ver hasta qué nivel se podían intensificar mis sentidos y él me podía estudiar libremente. Era como un pequeño experimento entre ambos, el cual también lo veíamos como otro acercamiento padre e hija.
Me sentía muy afortunada de tenerlo a mi lado, mi madre también había estado bastante atenta y aunque me observara desde lejos sabía que estaba orgullosa de mí. A veces venia para estar junto con mi padre y brindarme apoyo, pero sabía que era mejor darnos nuestro espacio.
Algo que si era cierto es que habíamos estado un poco distantes de los Malfoy debido a mi arduo entrenamiento, pero lo pudimos explicar con el hecho de querer pasar tiempo en familia, algo que entendieron.
Pero el tiempo no esperaba a nadie y debía encontrar el control antes de regresar a Hogwarts, además mantener este mismo estado mientras me encontrara ahí, aunque para más tranquilidad para todos, mis padres irían directamente a hablar con el director, para así explicarle mi situación apenas tuvieran la oportunidad, pues algo era claro y era que Albus Dumbledore debía saber.
El tiempo en esas vacaciones paso volando, ya era un nuevo año mil novecientos ochenta y ocho. Con el venían muchos retos, mis entrenamientos me habían ayudado a despejarme, pude aprender distintas cosas entre ellas buscar la paz interior en momentos de estrés.
He de admitir que para lograrla el entrenamiento no fue para nada cómodo, pues me sometieron a sentimientos pesados lo cual fue difícil de afrontar pero se podía llegar a decir que ya poseía cierto control sobre esto. También pude determinar hasta qué grado llegaba mi fuerza, pero mi papá me tenía muy bien advertida sobre no ser tan obvia al momento de usarla, los demás cambios los íbamos a ir descubriendo con el tiempo.
Las lecciones de arquería también me sirvieron, no tenía mala puntería (agrégale a eso mi buena visión mejorada) por lo cual me era algo entretenido y practico, aunque a mi madre no le gustaba mucho la idea de verme usar un arco y flechas al final lo termino aceptando, pues sabía que me gustaba, además era un buen punto de enfoque.
Pronto llego el día en el cual debía volver a la estación de King Cross para tomar el expreso de Hogwarts. Estaba feliz por volver a la escuela, algo asustada debía admitir, pero después de todo podría entretenerme con Leo y Summer que de seguro tenían muchas historias por contar.
Me hubiera gustado contar las mías pero había hecho una promesa y no la iba a romper, pues al final era por mi seguridad.
Los que me fueron a dejar ese día solo fueron mis padres, pues mis padrinos estaban ocupados y Draco debía estar con ellos en sus asuntos, nos habíamos podido despedir antes, aunque mi pequeño copo de nieve ya me comenzaba a hacer falta.
