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El malestar que sentía hacia mi luna había desaparecido casi por completo después de que habían transcurrido casi ocho meses desde que desobedeció mis órdenes. Solo le había pedido que hiciera dos cosas pero prefirió salir de nuestro hogar, desobedeciendo así mi primera orden, y fue a ver a aquel sujeto que se hacía llamar su mejor amigo, pasando por encima de mi palabra. Ella sabía que ese lobo no la veía como una simple amiga y aun así decidió y a verlo a escondidas.

Para la mayoría aquello podría verse como un simple encuentro entre amigos pero para mí, su esposo y Alfa de la manada, era una falta de respeto que despertaba mi instinto animal. Mi naturaleza me empujaba a ser rudo, celoso y posesivo, a ser alguien poco tolerante y que carecía de paciencia. Cuando la vi con él, después de haber estado preocupado y buscándola por toda la manada, no pude controlar a mi lobo.

Su preciado amigo recibió un castigo y ella también. Él fue azotado hasta que se desplomó en el suelo y Yina, mi amada Luna, fue encerrada. Su encierro coincidió con un viaje de negocios que no pude aplazar y que se extendió más de lo que pensaba.

Sabía que ella debía estar furiosa porque la había privado de su libertad durante mucho tiempo y porque le había fallado. Durante los primeros días lejos de ella me encontraba tan furioso que solo pensaba en vengarme y lo hice, lo hice estando con otra loba a pesar de que Yina y yo teníamos un vínculo y sabía que se enteraría. Por todo eso había estado pensando en la mejor forma para disculparme con ella. Si bien la había encerrado para tratar de proteger a la mujer que tanto amaba y que estaba destinada a mí, era consciente de que me había pasado con mi castigo y de que mi infidelidad iba a ser un gran hueco en nuestra relación.

Yina nunca había estado tanto tiempo en los calabozos, solo un par de ocasiones y nunca por más de tres días. Sin embargo, ese día en el que volvía a mi hogar se cumplían ocho meses. Nunca le había sido infiel pero aquella noche lo fui y en ese momento en el que me encontraba cerca de mi manada, temía que al verla ella quisiera romper nuestro lazo.

Jamás me había considerado un hombre que se dejaba llevar por presentimientos y ese tipo de cosas, pero desde que me fui de viaje de negocios una presión molesta y constante se había instalado en mi pecho. Aquella molestia se mantuvo en mi pecho durante largos días y tediosas noches, sin importar en momento o el lugar. En ocasiones no solo era una simple opresión, a veces podía sentir un dolor punzante que me recorría en cuerpo pero se centraba en el área de mi abdomen y costillas. Todos mis malestares siempre los atribuías a que se debían porque me encontraba lejos de mi luna o a que ella estaba dolida por mi culpa.

Ansiaba poder verla, abrazarla y decirle lo mucho que la amaba, pero todo eso cambió cuando me encontré de pie frente a nuestra mansión.

— ¿Por qué está tan silencioso? — Me pregunté a mí mismo.

Yina era como una bocanada de aire puro. Era una loba alegre, demasiado amigable y cariñosa, alguien que iluminaba con su presencia cualquier lugar en el que se encontrara. Sin embargo, ese no parecía ser el caso de nuestro hogar. Estaba a oscuras y había un silencio tenso que no me gustaba.

Tan pronto mis zapatos estuvieron sobre el brillante suelo de la mansión el silencio se volvió mucho más tenso y espeso.

Era evidente que algo había sucedido.

— El alfa ha llegado. — Anunció mi beta.

Pronto comenzaron a aparecer los sirvientes que trabajaban en la mansión y mientras se alineaban, me reverenciaban.

— ¿Dónde está mi luna? — Pregunté con voz demandante.

— Alfa...— Comenzó a hablar Paula, una de las encargadas de limpieza.

The Moon© ML #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora