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— Tranquila...— Le dije mientras mis movimientos se tornaban lentos pero profundos.

— Más... Quiero más, Brenthan. — Exigió prácticamente a gritos mientras golpeaba la encimera, completamente frustrada por el cambio tan abrupto.

La tomé nuevamente del cabello y tiré de éste hacia atrás para que sus bonitos pechos quedaran sobre la fría superficie de mármol. Sujeté sus caberas con fuerza antes de acelerar mis embestidas hasta tal punto en que solo la escuchaba balbucear cosas sin sentido.

— Espera un poco mi luna. — Gruñí contra su oreja cuando sentí que se apretaba con fuerza a mi alrededor.

Salí de ella y la volteé para poder ver el momento en el que sus ojos se cerraran con fuerza y se dejara llevar. Rayos... La había visto miles de veces pero siempre buscaba verla otras cientos más.

— Eres perfecta. — Sus manos se aferraron a mis hombros y tiraron de mí para que mi cuello estuviera cerca de su boca. — Amo complacerte pero podrías pedir las cosas de una mejor forma.

— Por favor. — Susurró mientras pasaba la punta su nariz por mi barbilla.

Era débil cuando se trataba de ella.

Eira deseaba morderme y a mí me encantada que lo hiciera, que recalcara una y otra vez que le pertenecía tanto como ella a mí. Por ese motivo le dejé acceso libre a mi cuello y no lo pensó dos veces antes de hundir sus colmillos sobre su marca, haciendo que mi nudo creciera y se enterrara en ella.

Escuchaba sus jadeos y gemidos mientras bebía de mí y se aferraba a mi cuello para no caerse.

— Tranquila, respira porque esta ronda solo hará que no puedas caminar mañana. Faltan dos días, mi luna. — Aunque protestó cuando sintió mis manos en sus mejillas la alejé de mi cuello y la besé.

La amaba a esa mujer con locura y jamás me cansaría de decir que Eira me complementaba, me hacía ser un mejor lobo para ella, nuestro hijo e incluso para la manada.

Definitivamente era mi otra mitad.

Después de que el nudo se deshinchó salí de su interior y la dejé respirar. Había sido un encuentro intenso y aunque solo podía pensar en lo perfecta que se vería siendo cuidada por mí mientras se recuperaba de lo que le esperaba, no podía ser demasiado bruto con ella.

Las lobas no eran débiles pero tampoco tenían la fuerza de un lobo macho. Las pocas lobas guerreras que había eran rápidas, astutas y letales, la única diferencia entre ellas y Eira era que mi luna no formaba parte de los lobos guerreros. Tenía todas las cualidades para ser una de ellos pero le había tocado tener un puesto mayor y hasta más peligroso.

Para ser Luna la loba tenía que ser aprobada por la manada y por la Diosa Luna. Debía saber controlar sus emociones, ser empática, dedicada y tener carácter porque ella era quien estaba al mando de la manada cuando el alfa no estaba.

Si la manada no aceptaba a la luna ella debía ser una loba cuidadosa porque podrían intentar matarla, más aún cuando el alfa no se encontraba en la manada para velar por ella. Tenía que ser astuta y desconfiada y si era necesario, debía dejar de comer durante un largo periodo de tiempo para evitar ser envenenada.

Ser Luna era un puesto en el que constantemente tenía que sacrificar cosas, como su libertar, tiempo y privacidad, pero valía la pena si realmente estimaba y se preocupaba por su manada, como era el caso de mi Eira.

La manada la adoraba porque ella se había preocupado por ellos desde antes de que juramentara como Luna. Durante las guerras, para ese entonces Yina, había sido quien en muchas ocasiones se ensució el vestido de sangre y barro para ayudar a Ithual con los heridos. Mi luna se ensució las manos e incluso se las lastimó mientras ayudaba a reconstruir los hogares destruidos.

Por eso y muchas cosas más nuestro pueblo la adoraba y me habían detestado tanto cuando ella falleció, porque Lunas como ellas habían muy pocas. Lobas tan empáticas, dulces y a la vez con carácter escaseaban y era una bendición que una de ellas fuera la que estuviera junto al Alfa.

— ¿Qué haces? — Me preguntó mientras se paseaba descaradamente por la sala de estar, completamente desnuda y con un vaso de agua en la mano.

— Pienso en la maravillosa madre que tiene mi cachorro. — Caminé hacia ella solo para poder besar sus deliciosos labios una vez más. — Y en la excelente Luna que es.

— ¿Ah, sí? — Se sentó en el sofá y se cruzó de piernas. — No te olvides de...

— De lo humilde que eres. — La vi cubrir su cuerpo con una manta y no pude evitar fruncir el ceño.

¿De dónde había sacado eso?

— Mamá me la compró cuando fue a la tienda de cosas del hogar que hay a dos calles. — Me explicó. — Es bonita, ¿cierto?

— Cielo, "bonita" no es la palabra que utilizaría en estos momentos. Pregúntamelo más tarde y te aseguro que diré que sí. — Me senté a su lado y pasé mi brazo sobre su hombro para atraerla a hacia mí y que se recostara sobre mi pecho.

— ¿Crees que Castiel se parezca a mí cuando crezca? — Preguntó con verdadera curiosidad. — Porque en estos momentos es terriblemente parecido a ti.

— Luna, tampoco estoy para pensar en nuestro cachorro. — Su cuerpo se sacudió ligeramente.

— Dijiste que me darías unos minutos para recuperarme. — Con su dedo índice comenzó a hacer círculos sobre mi abdomen.

— Y lo hago, te estoy dejando respirar. Aunque...— Giré la cabeza para poder besarla. — No estaría mal... — Volví a atrapar sus labios al mismo tiempo en el que comenzaba a acostarla y me posicionaba sobre ella. — Quedarnos aquí y...

— Con la manta no. — Rodé los ojos y tiré la manta hacia el sofá más cercano.

— Sin manta será. — Alcé los hombros para restarle importancia.

Era una noche agradable y un clima perfecto para estar junto a ella. Sin obligaciones, problemas o interrupciones, éramos simplemente una pareja que parecía estar viviendo su luna de miel.

Sus brazos se envolvieron alrededor de mi cuello mientras nos besábamos para la tenue luz que iluminaba la estancia. En aquel beso no había ninguna otra intención más allá que dejarnos saber lo mucho que nos amábamos mutuamente. Mis manos se mantenían a los lados de si cabeza para no caer sobre ella y eran las suyas las que viajaban desde mi nuca, cuello, hombros y pecho hasta mi espalda, así una y otra vez.

Amaba ser tocado por ella. Sus dedos eran como fuego sobre mi piel y por cada espacio que pasaba sentía que dejaba su nombre allí.

— Te amo Brenthan. — Susurró sobre mis labios y mi pecho se hinchó.

— También te amo, dulce Luna mía. — Eira mordió mi labio inferior con suavidad antes de volver a besarme.

En ese momento la idea de volver a verla vestida de blanco llegó a mi mente como una dulce meta que tenía para el futuro.

Cuando los lobos nos marcábamos nos considerábamos esposos pero yo deseaba pasar por una ceremonia y hacer los votos, unos que nunca más quebrantaría.

The Moon© ML #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora