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Pov Eira

Llevaba días en el territorio de quienes nosotros los lobos considerábamos enemigos y debía admitir que no me sentía en peligro. Sasha, el rey de los vampiros, se había encargado de dejar en claro que mi sangre y yo éramos intocables. Nadie podía tocarme y quien lo hiciera tendría una muerte terrible, eso había dicho él justo después de decirme que era su tua cantante o en palabras de Azula, su fuente de alimento más tentadora.

Ser el tua cantante de un vampiro era lo mismo que ser mate de un lobo, almas que estaban destinadas a estar juntas. El problema era que yo ya tenía una pareja destinada y ese era Brent, mi loba lo había reconocido cuando nos transformamos por primera vez y no había forma alguna en que nos pudiéramos haber equivocado.

— ¿Qué ocurre? — Preguntó él, tomando mi rostro entre sus frías manos.

Que me mirara como lo hacía me confundía. Sus rojizos ojos me observaban como si fuera lo más preciado que tenía y eso me hacía sentir cosas, cosas que no deberían estar sucediendo porque tenía un mate.

— Nada. — Murmuré mientras alejaba sutilmente mi rostro de sus manos.

— ¿Otra vez pensando en el perro pulgoso? — Bufó justo antes de rodar los ojos.

— Es mi mate. — Sonrió ladeadamente.

— No es más que un estorbo. Nosotros fuimos creados para estar juntos por la eternidad. — Dijo, intentando que su malestar no se viera reflejado en sus palabras. — Y lo sabes mi bella, puedes sentirlo. — Murmuró. — Sientes por mí lo mismo que yo por ti. Fuiste creada para mí, únicamente para mí. Tu cuerpo reacciona bajo mi tacto y tu corazón se descontrola cuando sientes mi presencia, lo mismo que me sucede y sabes que eso no les ocurre a otros.

— Sasha...— Negué lentamente con la cabeza.

Estaba tan confundida que no podía armar una pregunta sin siquiera equivocarme.

— Mi nombre se escucha tan bien cuando es dicho por ti. — En un rápido movimiento mi cuerpo se encontró entre el suyo y la pared. — Hueles tan bien...— Su respiración chocaba suave pero constantemente contra mi cuello.

Sasha era un hombre visiblemente elegante, con un porte y atractivo innegable. Sus facciones eran varoniles y marcadas. Sus ojos estaban levemente rasgados, algo que lo hacía ver peligroso, mucho más con el brillo rojizo de su mirada. Su nariz era perfilada, sus labios finos, y su piel era pálida y tersa, perfecta. Su cabello era tan largo y lacio que le llegaba a la cintura y siempre lo mantenía perfectamente peinado y atado en una coleta baja.

Su vestimenta se reducía a prendas elegantes y de color negro. En ese momento llevaba un pantalón de vestir, una camisa de botones y un saco con bordados dorados.

— Bájame. — Pedía entre susurros.

— Bella, eres mía. — Sus labios se deslizaron peligrosamente por mi cuello hasta llegar a mi oreja. — Deseo morderte...

— No. — No iba a dejar que me marcara.

— No es una marca, solo quiero probarte. — Murmuró mientras me observaba directamente a los ojos. — Quiero probar a mi mujer.

Sasha sabía lo que pensaba, lo comprobé cuando sonrió y asintió. No sabía si podía escuchar mis pensamientos pero...

— Los leo. — Me guiñó el ojo. — Leo todo lo que piensas.

— Entonces debes haber leído que no soy tu mujer. — Un leve jadeo se escapó de entre mis labios cuando acercó su boca a mi mejilla y sentí que sus colmillos raspaban mi piel con lentitud.

The Moon© ML #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora