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Brent no había estado mucho tiempo inconsciente y al notar que seguíamos unidos decidió aprovechar.

Cuando se hablaba de la época de celo, quienes peor lo pasaban eran los alfas porque si bien ellos eran los que ejercían la fuerza bruta, cuando no tenían una Luna a su lado era un momento difícil.

Los alfas eran lobos fuertes que cuidaban a sus manadas pero cuando llegaba la época de apareamiento eran ellos quienes debían ser protegidos y a su vez excluidos del resto. Ellos sentían prácticamente el doble de lo que cualquier otro lobo llegaba a experimentar y si no tenían al o a la loba que había sido destinada a ellos, la desesperación podía elevarse a niveles realmente peligrosos. Sus mentes se nublaban, eran controlados por sus instintos y atacaban a todos los hombres por igual, incluso si eran miembros de su manada. Además, podían llegar a abusar de las lobas ya que en esos momentos no eran capaces de identificar lo que estaba bien y lo que no.

Por eso y algunos otros motivos era de suma importancia que el próximo líder encontrara a su Luna lo más pronto posible, porque él o ella, sería la única capaz de calmar y complacer al líder.

Para nadie en la manada era un secreto que para Brenthan el momento de apareamiento para siempre había sido extremadamente difícil y doloroso. Cuando esos días llegaban él procuraba estar encerrador y dejaba a Jackson a cargo de la manada para no tener que salir ni siquiera a su oficina.

Antes se encerraba solo. Durante los primeros meses en los que comenzábamos a salir o cuando era una niña, él desaparecía de la vista de todos y luego aparecía estando ojeroso y visiblemente agotado. Sin embargo, teniéndome a mí como su pareja no tenía que hacer eso, no debía encerrarse y torturarse de aquella manera.

Recordaba que cuando era una niña y lo veía de esa forma me preocupaba porque pensaba que se había enfermado. Le llevaba teses que le pedía a mi madre que hiciera para que Gris se mejorara y ella los hacía a pesar de ser consciente de que Brent no era víctima de un simple resfriado, sino de su propia naturaleza. Ya siendo mayor y conociendo nuevamente lo que éramos, lograba entender muchas cosas que en antaño me parecían ilógicas o extrañas.

Por ejemplo, antes me preguntaba el motivo por el que Brent olisqueaba constantemente mi cabello o por qué no me permitía tener amigos y ya siendo una adulta sabía las respuestas a lo que habían sido mis constantes preguntas.

— Me duelen las piernas. — Me quejé con dificultad.

Ya ni siquiera recordaba cuánto tiempo llevaba en el interior de aquella habitación. Podían haber transcurrido horas e incluso días, no lo sabía con exactitud pero ambos ya nos encontrábamos agotados.

Brent tenía ojeras bajo sus grises ojos y sus músculos temblaban a causa del cansancio y del constante esfuerzo. Yo por mi parte me había convertido en una muñeca, una a la que le dolían las piernas y que sentía hormigueos por todo el cuerpo.

— Quiero cachorros, muchos. — Jadeó cerca de mi oreja mientras se movía contra mí. — Una camada...

Sus movimientos ya no eran buscos o dolorosamente veloces como en un comienzo, en ese entonces era lento aunque procuraba que sus estocadas fueran profundas.

Cachorros... Si lo primera vez que me anuló no lo había logrado, estaba casi segura de que lo había conseguido con las otras cinco o seis veces que le habían seguido.

— Dudo mucho que lleguemos a tener una camada, pero con las veces que me has anudado estoy casi segura de que ya debe haber al menos un cachorro en proceso. — Sus ojos brillaron al escuchar mis palabras.

— Me aseguro de eso, mi luna. — Me dio un pequeño beso en los labios. — Te dejaré dormir toda la mañana, lo prometo.

Ambas cosas eran mentira.

The Moon© ML #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora