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Dieciséis años... Maldecía una y otra vez la adolescencia y las hormonas. Eira había cumplido sus dieciséis años y eso a pesar de haber sido un motivo de celebración, fue como si me hubieran dado una cucharada de algo amargo.

Ella era preciosa, delicada y amable, algo que no solo yo podía ver. Los mocosos se atrevían a acercarse a mi luna más de lo estrictamente necesario. Incluso tuve que amenazarlos personalmente para que no volvieran a aparecer frente a ella y de paso, para que dejaran de perseguirla cuando creían que nadie los observaba.

— Yo podría hacerte mi esposa si no encuentras a un hombre que te haga feliz. — Imité la voz del último mocoso que se había atrevido a asomar la cabeza por encima de la muralla.

— Falta poco tiempo, tranquilo. — Asentí levemente ante las palabras de Jackson.

Era consciente de que solo faltaban dos años para que todas las piezas comenzaran a caer en sus respectivos lugares, pero la situación me estaba haciendo perder el control de Aitor. Era muy fácil decir que solo debía esperar a que llegara el momento exacto para revelarle lo que éramos, era fácil para alguien a quien no estaban tratando de conquistarle a su pareja de vida.

— Alfa, no quiero alarmarlo pero debería tener cuidado con el hijo de Ynvil. — Fruncí el ceño sin comprender a qué se refería. — Yo... Brent, no te alteres pero... Mira hacia afuera.

Alejé la mirada de la de mi beta y observé el ventanal que se encontraba a nuestro lado.

— ¡Maldita sea! — Bramé.

Me levanté de mi asiento y comencé a caminar hacia el jardín en donde se encontraba Eira y el hijo de una de las sirvientas.

Ese era el colmo, él sabía a la perfección quién era ella y las consecuencias que había si se acercaba más de lo debido.

Eira llevaba un vestido color lila que le llagaba un poco más arriba de la rodilla. Se veía preciosa y gracias a esa prenda de ropa podía oler su aroma con nitidez, pero no me agradaba que ese chico estuviera apreciando lo que era mío.

— Alfa. — Tan pronto me vio, el mocoso se levantó del suelo y la ayudó a ponerse de pie. — No es lo que...

— Hola Gris. — Eira se dio la vuelta, tan sonriente como siempre. — ¿Qué es un Alfa? — Preguntó Rojo, confundida ante aquel término que nunca antes había escuchado.

Con aquellas dos faltas ese mocoso se había ganado a pulso un buen castigo y no era perder dos de sus colmillos.

El niño abrió los ojos y se llevó las manos a la boca antes de hacer una leve reverencia y salir corriendo hacia el interior de la mansión. Era bueno que corriera, a ver si su madre lograba librarlo del castigo que le daría.

— No es nada, vamos. — Me di la vuelta para ir de vuelta a mi oficina.

Con cada paso que daba podía sentir su mirada sobre mi nuca. Algo quería saber y tarde o temprano me lo diría.

— ¿Qué es un Alfa? — Preguntó luego de algún tiempo en silencio.

Sonreí levemente y decidí responder.

— Es como un jefe. — No le estaba mintiendo, solo le ocultaba algunos detalles.

— Mm...— Emitió.

— Ella piensa que ese bastardo es lindo. — Me informó Aitor.

Detuve mis pasos bruscamente y me giré hacia ella, quien me observaba como si fuera un corderito.

— ¿Te gusta? — Pregunté sin rodeos.

— ¿El qué? — Eira bajó la mirada hacia sus manos y comenzó a jugar levemente con sus dedos.

The Moon© ML #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora