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Pov Brent

— ¡Madre! — El hechicero alzó la voz para que todos pudiéramos escuchar lo que decía. — Recibe nuestra humilde ofrenda y escucha las palabras de tus hijos. — A pesar de la luz fui capaz de ver que levantaba algo hacia el cielo.

Cuando la cegadora luz blanca comenzó a desaparecer, todos los allí presentes pudimos ver lo que tenía entre sus manos. Era un pedazo de tela de color rojo.

Juraría que era sangre.

— ¡Madre Luna! — Volvió a hablar. — Nos creaste y repartiste tierras equitativamente para que nos reprodujéramos pero te has olvidado de tus hijos, preferiste cerrar los ojos y pretender que nada sucedía. Tu mirada se encuentra únicamente sobre tus hijos mayores, los lobos y los demás hemos comenzado a padecer por tu olvido.

— ¿Qué mierdas estás diciendo, irrespetuoso? — Bramé.

— Cierra la boca, perro. — Me ordenó el vampiro.

— Aquí te entrego el regalo que nunca debiste entregar, te devuelvo lo que sería el comienzo de nuestra destrucción y te imploro piedad. — Esos dos imbéciles no sabían lo que estaban diciendo.

— Te devuelvo esto... — El vampiro tomó lo que el otro sostenía. — Te devuelvo un regalo que no se merecían y con ello, pretendo mantener mi especie viva y que tus ojos vuelvan a abrirse.

Eran unos ignorantes que se creían con el derecho de reprocharle algo a nuestra creadora. Sin embargo, esa tontería se les iba a acabar cuando ella se cansara de sus absurdos reclamos y palabras sin sentido.

El hechicero destapó un poco lo que se encontraba envuelto en la tela y sonrió. Luego, su compañero comenzó a forcejear contra algo invisible y extendió sus brazos hacia su cómplice, quien se echó a un lado para que el vampiro no pudiera tocarlo.

— Madre. — Sonrió hacia el cielo antes de observarme. — Te devuelvo el regalo y a su suc...

De un momento a otro el cielo se tornó más oscuro de lo que ya estaba. Las estrellas desaparecieron como si temieran de lo que estaba por venir y entonces la luna desapareció del cielo.

Durante unos segundos permanecimos en completa oscuridad pero volvimos a ser iluminados por aquella luz blanca y cegadora, solo que esa vez no salía del hechicero, sino de una mujer. No podía ver su rostro pero con tan solo ver la forma en la que su alrededor resplandecía supe que se trataba de la Diosa Luna.

La Diosa Luna debía estar realmente molesta. Ella nunca antes se había presentado ante nosotros los lobos, con quien único se comunicaba era con las lunas de las manadas y ellas solo lograban escuchar su voz o ver lo que ella deseaba.

No lo dudé, tan pronto la vi agaché la cabeza y caí de rodillas en el suelo, mostrándole el respeto que merecía. Por primera vez sentí verdadero temor de ella, de lo que su presencia representaba.

No sabía si aquella noche la Diosa Luna se había cansado de nosotros y había llegado ella misma para acabar con nosotros. De ser así me habría encantado tener a mi esposa junto a mí y que ella fuera lo último que pudieran ver.

— ¿Cómo se atreven? — Preguntó una voz profunda que nos hizo temblar.

Era tal y como Yina la había descrito en su momento, con tan solo escucharla se podía sentir su poder.

— Madre...— Susurró el hechicero.

— Les di vida a ustedes para que ayudaran a sus hermanos y fueran unión pero solo pensaron en poder y en ser destrucción. Creé a los vampiros como método de purificación pero solo pensaron en la satisfacción que sentían al consumir la sangre y aun así, ¿se atreven a reclamarme? — Su voz había sido fuerte pero calmada, eso hasta que formuló la pregunta.

The Moon© ML #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora