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En muchas ocasiones habíamos tenido relaciones pero jamás una tan intensa como esa, al menos no una fuera del celo. Me consideraba un lobo con un gran apetito sexual pero mi mujer me había drenado por completo.

Estaba exhausto pero más que satisfecho y eso era gracias a mi compañera de vida. Mi loba tenía ese algo que hacía que no importaba cuán lento era nuestro encuentro íntimo, siempre era satisfactorio.

Había sido un imbécil al haberla engañado en antaño. Siendo sincero conmigo mismo, nunca tuve la necesidad de buscar satisfacción sexual en otra loba porque mi luna era perfecta, un manjar que la Diosa me había obsequiado. Si pudiera volver a atrás no habría con nadie más que no fuera ella, ni antes ni después de conocerla.

Era una lástima que no hubiera pensado en eso mucho antes. Ella siempre me había complementado e incluso sumado y yo simplemente fui un idiota que no supo valorarla.

Alejé aquellos pensamientos de mi cabeza y me centré en la preciosa mujer que aún tenía entre mis brazos. Su respiración ya se había estabilizado y volvía a tener control de su cuerpo, aunque no parecía querer moverse.

— Bebé...— Murmuré para llamar su atención.

— ¿Mm? — Echó la cabeza hacia atrás.

No pude evitar sonreír, si ella no había sido tallada por los mismos dioses, debió haber sido una de ellos en su otra vida. Su belleza estaba fuera de nuestro mundo, no había otra forma de describir a la mujer de mirada ambarina de la que estaba completamente enamorado.

— Voy a salir, ¿de acuerdo? — Asintió con lentitud.

Lentamente fui saliendo de ella, teniendo mucho cuidado de no lastimarla.

— Vamos mi luna, te llevaré a la cama. — Besé su hombro castamente.

— ¿Así? — Preguntó burlona.

Observé a lo que se refería y tuve que apretar la mandíbula para evitar decir alguna grosería. Me había olvidado por completo de que había rasgado la parte superior de su vestido y sus pechos estaban descubiertos.

La sola idea de verla desnuda por toda la mansión no me desagradó, pero lo que sí lo hizo fue pensar que otro lobo podría verla, que vieran lo que era mío.

— Ya quisieras. — Gruñí en advertencia.

— Podría llevar mis pechos al aire y...— Tomé su cintura con firmeza y la llevé a la pared más cercana.

Me quité la camisa y la puse sobre sus hombros para ayudarla a meter los brazos por las mangas y posteriormente abotonarla.

Quería evitar que alguien que no fuera yo pudiera ver los preciosos pechos de mi esposa.

— No me provoques. — Murmuré con malestar mientras ocultaba mi cabeza en su cuello. — Eres mía y nadie puede ver o tocar lo que me pertenece.

— Entonces...— Alzó mi rostro para que lo que fuera a decirme quedara claro. — Espero que eso aplique para ti también, Brenthan.

— Ya te había dicho que sí. — Mascullé entre dientes.

— Eso espero porque...— Eira no terminó de hablar.

Su mano dejó mi rostro y descendió con lentitud hacia su vientre. De su rostro no desaparecía aquella expresión de terror que había adquirido desde que dejó de hablar.

— ¿Eira? — Pregunté con cautela. — ¿Qué sucede? — Al ver que no reaccionaba me dispuse a cargarla para llevarla a la habitación pero no pude hacerlo porque algo más llamó mi atención.

The Moon© ML #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora