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Nuestro encuentro había sido algo rápido pero muy intenso que nos había obligado a ducharnos otra vez. Nuevamente me encontraba frente al tocador, peinando mi húmedo cabello después de haberme maquillado ligeramente. Brent estaba mirándome desde la cama mientras cargaba entre sus brazos a un inquieto Castiel.

— Está muy inquieto. — Murmuró, alejando la mirada de mí.

— Siempre que estás cerca se pone así. — Sonreí levemente.

Era cierto y él lo sabía. Contigo Castiel era muy tranquilo y no lloraba a menos que tuviera hambre o su pañal estuviera sucio, pero con Brent armaba carnavales. Cuando estaba con su padre nuestro cachorro pateaba todo el tiempo, se movía y lloraba, así hasta que yo lo tomaban en brazos.

— Solucionado. — Sonrió cuando vio que la punta de su dedo índice se perdió en la boca de nuestro cachorro.

— Saca el dedo de su boca, es antihigiénico. — Lo reñí.

Era divertido verlo ser un falso pecho pero Castiel se podía enfermar.

— Es un Alfa tan fuerte como su padre, no corre riesgos. — Que papá tan orgulloso y presumido... — El más orgulloso.

— Deja de meterte en mi cabeza. — Me puse de pie y caminé hacia ellos para besar castamente los labios de mi alfa y acariciar los mochetes de mi pequeño. — Y deja de tratar de retrasar el encuentro, ellos están abajo.

— No lo retraso. — Murmuró por lo bajo antes de ponerse de pie.

Brenthan entrelazó nuestros dedos y salimos de la habitación, avanzando hacia las escaleras sin estar apresurados por llegar a nuestro destino. Aunque él no lo quisiera admitir, sabía que estaba nervioso por volver a ver a su madre. Según lo que él me había dicho, su relación se volvió tensa desde mi muerte y el poco contacto telefónico que tenían debía ser tomado con pinzas.

— Tranquilo. — Acaricié su tensa espalda. — Ella te ama.

— Lo sé o eso creo. — Murmuró.

Nos detuvimos en medio del recibidor y esperamos pacientemente a que les abrieran la puerta e ingresaran. No me agradaba tener que esperar a que abrieran la puerta por mí pero tenía que hacerlo, reglas eran reglas.

Tan pronto las puertas fueron abiertas lo primero que vieron mis ojos fue aquel lacio, corto y llamativo cabello de color rojo.

— ¡Mi niña! — Gritó al verme.

Brent soltó mi mano justo a tiempo para poder devolverle el efusivo, cálido y maternal abrazo a Madeline.

— ¡Oh, eres tú! — Susurró con la voz entrecortada. — Mi niña preciosa, está aquí...

— Yo también estoy feliz de volver a verte. — Murmuré.

La madre de Brent se había vuelto más mía que suya. Después de que él me presentara como su mate, ella acogió como un miembro más de su familia.

— Te he extrañado tanto. — Tomó mis mejillas y sonrió mientras examinaba mi rostro.

— Yo también estoy aquí, ¿sabes? — Murmuró Brent por medio del enlace para que solo yo pudiera escucharlo.

La sonrisa de Madeline desapareció tan pronto giró su rostro hacia su hijo. Era una situación realmente tensa pero normal, ambos tenían que hablar y volver a adaptarse a estar en los mismos lugares.

— Brent. — Lo saludó con un leve asentimiento de cabeza.

— Madre. — Dejé a esos dos solos para ir a saludar al resto.

The Moon© ML #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora