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Pov Eira

Era increíble lo débil que podía volverse un lobo cuando recién marcado. Los efectos que la marca llevaba consigo no tardarían en desaparecer, pero aquel nudo que se había formado entre nosotros nos acompañaría hasta la muerte. Nuestros destinos estaban entrelazados y una vez que eso sucedía no había forma de deshacer el nudo.

— ¿Cómo te encuentras? — Me preguntó con voz adormilada.

— Cuando los efectos pasen voy a matarte. — Mascullé entre dientes.

Su risa llegó a mis oídos al mismo tiempo en que su mano acariciaba mi espalda con suavidad.

— Lo sé. — Hablaba y actuaba tan lento que me resultaba extraño. — Iré a prepararte la tina para que tu cuerpo se relaje. — Asentí y me acurruqué entre sus sábanas.

No había abierto los ojos pero tampoco hacía falta, podía escuchar sus pasos, el suave chirrido que emitió la puerta del baño al ser abierta y poco después escuché que el agua comenzaba a caer sobre la porcelana.

Tenía que hablar con Sasha, debía explicarle lo sucedido a pesar de que ya debía saberlo. Mi intención nunca había sido herirlo pero sabía que lo había hecho, todo por no saber controlar la situación.

— Vamos mi luna, alza los brazos. — Hice lo que me dijo.

Sus brazos pasaron por debajo de mis piernas mientras los míos se posicionaron alrededor de su cuello, todo para que él me llevara al baño. No era la primera vez que hacíamos eso, de hecho, recordaba perfectamente el caos que había sido nuestra primera noche juntos porque nadie nos había explicado lo que sucedía cuando se marcaba a un lobo.

— ¿Recuerdas cuando me marcaste por primera vez? — Pregunté con voz somnolienta.

— Sí. — Se rio por lo bajo. — Jamás podría olvidar cuando creí haberte matado, Eira.

— Sí...—Sonreí levemente. — Luego llamaste al médico y lo amenazaste porque él quería revisarme pero yo estaba desnuda. — Era algo que él mismo me había dicho luego de que despertara.

Estaba tan aliviado de verme respirando que rápidamente me contó todo lo que había sucedido mientras yo me encontraba inconsciente.

— Nadie podía verte desnuda, solo yo y eso sigue siendo así. — Me dejó delicadamente en el interior para que el agua tibia hiciera sus maravillas.

— Esto sí es vida. — Murmuré gustosa.

Brent no bajó la mirada en ningún momento y suponía que se debía a que estaba tratando de contenerse.

Él se quedó a mi lado durante todo mi baño, ya fuera acariciando mi cabello o haciéndome reír con sus ocurrencias. Todo volvía a sentirse como antes y aquello a pesar de resultarme agradable, me asustaba.

— Voy a traerte algo de comer. — Avisó.

— ¡No! — Salté. — Ni se te ocurra tocar la cocina, Brent.

— Eres tan grosera... — Se quejó con el ceño fruncido.

— Intento mantener la mansión libre de incendios. — Alcé mis brazos nuevamente hacia él para que me levantara. — ¿Me llevas? — Pregunté con la voz más angelical que pude lograr emitir.

— ¿Cómo podría decirte que no? — Sonrió mientras volvía a cargarme en brazos.

Mi cuerpo volvió a estar sobre su cálida y cómoda cama sin importarle que fuera a empaparla.

Estaba completamente desnuda ante sus dilatadas pupilas y a pesar de que trataba de controlarse, sus manos ya habían comenzado a recorrer mi cuerpo.

— ¿Fui un bruto anoche? — Asentí sin dudarlo.

— Si hubiera sido humana me habrías desgarrado. — Apretó los labios.

Lo conocía tan bien que sabía lo que estaba pasando por su mente. Si bien se sentía culpable, que estuviera completamente expuesta ante él le estaba nublando la cabeza. Lo confirmé cuando traté de cubrirme con las sábanas de seda y terminé estando con el pecho sobre el colchón.

— Brent, estoy cansa...— Sentí un gran escalofrío recorriendo toda mi espalda.

Sus manos estaban a ambos lados de mis caderas y se había deshecho del pantalón. En esos momentos se rozaba insistentemente contra mi piel sensible. Cerré los ojos y suspiré, dejándome llevar por lo delicioso que se sentía lo que estaba haciendo.

— Eres mía, dilo. — Ordenó con voz gruesa.

No lo dije, únicamente abrí la boca para volver a suspirar y por eso el alfa a mis espaldas me dio una fuerte nalgada.

— Dilo. — Repitió, dejando de moverse contra mí.

— Soy... — Su calidez se posicionó contra la mía. — Soy tuya, Alfa.

Y empujó sus pelvis bruscamente, provocando que se escuchara perfectamente cómo nuestros cuerpos se encontraban.

Después de perder la virginidad podíamos actuar como un humano lo hacía luego de su tercer o cuarto encuentro íntimo. Ser loba tenía ventajas y eran que era difícil que enfermáramos, las heridas se curaban el doble de rápido, vivíamos por muchos siglos y el poco dolor que podíamos llegar a sentir por la marca o la pérdida de la virginidad se esfumaba en pocos segundos, por lo que me encontraba perfectamente bien.

— Mi dulce Luna... — Gruñó con fuerza. — Mía.

Mordí las sábanas para tratar de acallar mis sonidos pero era imposible. La brutalidad de su vaivén me impedía mantenerme callada. Sus colmillos se hundían en la piel de mi espalda, marcándome una y otra vez.

— No. — Gruñó cuando traté de girarme pero ni siquiera con sus fuertes estocadas fue capaz de impedirlo.

Sus ojos estaban oscurecidos por el deseo, respiraba de forma entrecortada y su cuerpo se encontraba tenso.

Continuó moviéndose contra mí, incluso cuando puse mis brazos sobre sus hombros y atraje su rostro hacia el mío. Las gotas de sudor bajaban por su frente, cuello y pecho y se deslizaban por todo su cuerpo.

— Soy tuya. — Dije antes de besar sus labios con necesidad.

Rompí el beso a pesar de su protesta y fui besando su piel hasta detenerme a darle atención a su cuello.

Por eso no quería ser marcada por nadie. Cuando un lobo era marcado por su mate el lazo de ambos se fortalecía, haciendo que todo se sintiera mucho más potente. Si el lobo tenía un corte, su mate sentía dolor en el área afectada y si uno estaba en celo, el otro también.

— Por la Diosa Luna...— Gruñó fuera de sí.

El vaivén de sus caderas cada vez era más rudo y salvaje, más rápido y delirante.

— Brenthan. — Balbuceé más alto de que deseaba.

— No me llames así, Eira. — Mordió mis pechos con insistencia. — No sabes lo mucho que te amo.

Lamí lentamente la piel de su cuello y cuando mis encías picaron saqué los colmillos y lo mordí. Su cuerpo convulsionó por el éxtasis y cayó sobre el mío mientras su irregular respiración acariciaba la piel de mi pecho y su nudo se aferraba a mi interior. Los ojos de Brent se encontraban cerrados con fuerza, como si tratara de controlar las oleadas de placer que atacaban su cuerpo constantemente.

Su respiración fue tornándose cada vez más lenta y su cuerpo fue perdiendo tensión hasta que quedó inconsciente.

— Vuelves a ser completamente mío, Brent. — Ronroneé, abrazando el cuerpo del hombre que se encontraba sobre mí.

No me moví para nada, ni siquiera para tratar de encontrar una mejor postura para descansar. Tan pronto mis brazos rodearon su espalda acomodé mi cabeza al lado de la suya y me quedé dormida.

Si todo estaba bien con mi cuerpo y todavía podía ser madre, entonces era muy probable que estuviéramos por entrar a una nueva faceta y aunque deseaba ser madre, en esos momentos no estaba lista para tener un cachorro.

No cuando por culpa de mi debilidad había perdido a mi primer lobito. 

The Moon© ML #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora