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Pov Brent

Esa mujer se había ido.

No importaba cuánto habíamos gritado su nombre para que reaccionara, ella no parecía escucharnos. Sabíamos que se encontraba viva porque escuchábamos los acelerados latidos de su corazón pero cuando veíamos su rostro era inevitable sentir preocupación y miedo.

Sus ojos se habían vuelto completamente blancos y el médico no sabía decirme que era lo que sucedía con mi luna. Sin embargo y luego de unos minutos, cuando ya estaba por matar a Ithual, Eira volvió en sí y continuó pujando como si nada hubiera sucedido.

No sabía cómo debía reaccionar o qué decir y tampoco era capaz de ocultar todas las emociones que había estado sintiendo cuando ella no respondía. Estaba feliz de verla con vida, consciente y pujando, pero el miedo que había pasado no me lo iba a poder quitar nadie en un buen tiempo. Después de aquello incluso Ithual comenzó a tratarla con mayor cautela para que nada extraño volviera a ocurrir con mi mujer y nuestro hijo.

Su rostro volvió a tornarse de un color rojo vivo, frunció la frente y gritó mientras pujaba. La vi caer sobre la cama y relajarse, por lo que me preparé para decirle que no se rindiera pero mis palabras no fueron necesario porque cuando abrí la boca un llanto se escuchó con fuerza.

Era un llanto agudo y aunque podía resultar molesto para algunos, a mí me pareció el sonido más hermoso de todos.

Nuestro cachorro había nacido y con ello se acabaron las preocupaciones o dolores, todo se había acabado.

Ithual me entregó a mi cachorro en brazo y al tomarlo mi pecho se hinchó de orgullo. Era tan pequeño y frágil y a la vez tan hermoso...

— Mira Eira, es nuestro cachorro. — Susurré mientras me acercaba a la cama.

Ella estaba tan agotada que le costaba mantener los ojos abiertos pero hizo el esfuerzo para poder ver a nuestro hijo por primera vez.

— Al fin te conozco. — Susurró con voz ahogada. — Por fin pude ver tu pequeña nariz y tus preciosos mofletes.

— Es tan precioso como tú. — Besé su frente antes de dejarlo sobre sus brazos.

Ella no lo había dicho en voz alta peor la conocía tan bien que sabía que solo había estado pensando en poder cargarlo y yo no iba a negárselo. Tan pronto nuestro hijo estuvo en los cálidos y seguros brazos de su madre ella sonrió y sus labios temblaron levemente.

— Bienvenido a casa...— La escuché decirle.

— Castiel. — Susurró una voz profunda que erizó los vellos de mi nuca.

No pude evitar girar mi cabeza para ver si Eira había escuchado lo mismo que yo y cuando su mirada cayó sobre la mía supe que no había sido un efecto de mi imaginación.

— La Diosa Luna te ha dado un nombre, Castiel. — Susurró Eira con voz enternecedora.

— Así es pequeño. — me incliné hacia él para besar su moflete. — Has sido bendecido con un nombre dado por nuestra creadora.

Se senté al lado de mi esposa, observando la forma en la que ella sonreía y acariciaba la suave piel de nuestro cachorro. Ella lucía tranquila, como si se hubiera quitado un gran peso de los hombros y en parte era así. Desde ese momento en lo único que teníamos que preocuparnos era en la crianza de Castiel.

— Te amo, Rojo. — Sus comisuras se elevaron rápidamente.

— ¿No crees que es extraño que me llames así? — Besó los pequeños dedos de nuestro hijo antes de continuar hablando. — Quiero decir... Rojo es un apodo infantil, Sr. Gris.

The Moon© ML #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora