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— Hola, buenos días. — Me acerqué con cuidado y la saludé, procurando ser cuidadoso para no asustarla. — ¿Me podías decir en dónde queda la farmacia más cercana?

Sí, cada vez más me sentía como un maldito enfermo.

Cuando ella alzó la mirada hacia mía sentía que mis piernas perdían fuerza y amenazaban con dejarme caer al suelo. Aquellos bonitos ojos de color ámbar volvían a mirarme, pero en esa ocasión lo hacían con una inocencia y pureza que me hacía querer resguardarla en el interior de una cajita de cristal para protegerla de todos.

La vi asentir levemente y alzar su pequeño dedo índice para señalar hacia algún lugar en particular.

— Por allá. — Habló con timidez.

— Luna...— Ronroneó Aitor mientras arañaba mi espalda para intentar tomar el control de mi cuerpo.

Muchos habrían sentido gratitud y ternura porque una niña tan pequeña como ella hubiera sabido dar la dirección de un lugar al que querían llegar pero no lo encontraban, sin embargo, yo no sentí otra cosa que no fuera malestar.

¿Acaso sus padres nunca le habían dicho que no debía haber con extraños?

La sola idea de que alguien pudiera aprovecharse de su inocencia y hacerle daño me molestaba.

— ¿Dónde están tus papás? — La voz de mi beta le llamó la atención.

— ¿Por qué? — Preguntó ella con desconfianza.

— Porque no deberías estar aquí sola. Podríamos llevarte con ellos. — Dijo Jackson mientras fruncía el ceño.

— No tengo papás. — Respondió con un ápice de tristeza en su voz.

En ese instante giré la cabeza hacia él para poder observarlo. Él mejor que nadie debía saber que estaba conteniéndome para no golpearlo como mi lobo me exigía que hiciera. A pesar de que mis manos picaban, deseosas por estamparse en su rostro, preferí respirar hondo y calmarme, porque lo que menos deseaba era asustarla o traumatizarla.

— Lo siento. — Susurró e hizo una leve reverencia hacia ella como otra forma de disculparse.

— ¿Cómo te llamas? — Quise saber.

Estaba ansioso por saber si llevaba el mismo nombre con el que la había conocido o si ella tenía otro.

— ¿Por qué? — Volvió a preguntar mientras fruncía el ceño y los labios.

— Porque hablar con alguien y no saber su nombre no es de buena educación. — Respondí, intentando ser lo más convincente y entendible posible. — Yo soy Brent y él es Jackson.

La vi mover su cabeza de arriba a abajo con lentitud, como si estuviera analizando mis palabras.

Ella, a pesar de estar hablando con extraños, parecía saber que no debía dar cierta información sobre sí misma a personas que no conocía de nada.

— Chica lista. — Escuché que Aitor murmuraba.

— Rojo. — Dijo, confundiéndonos a ambos. — Mi nombre es Rojo.

— Dudo mucho que tu nombre sea...— Le dirigí una mirada de advertencia a mi beta para que no continuara hablando. — Rojo... Es muy bonito. Sí...

— ¿Quién te puso ese nombre? — Sus ojos me estudiaban y por eso mismo no debía permitir que el malestar que sentía se viera reflejado en mis expresiones.

Ese supuesto nombre se lo habían puesto para salir del paso, para tener algo con qué llamarla.

— ¿Por qué? — Mis comisuras amenazaron con elevarse.

The Moon© ML #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora