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— No permitas que te hieran. — Le ordené.

— ¿Qué obtendré a cambio? — Preguntó después de unos largos segundos.

Él debía estar muy ocupado y yo solo le estorbaba con mis tonterías. Con ese pensamiento en mente dejé de responderle o buscarle conversación para que pudiera hacer lo suyo sin presiones o distractores.

— Responde, Eira. — Me sobresalté levemente al volver a escuchar su voz. — ¿Qué ganaré si no resulto herido?

— No lo sé, Brent, no lo sé. — Murmuré por el enlace. — Concéntrate en lo que haces y deja de hablarme.

— Estoy concentrado en lo que me interesa, ¿qué me dará mi luna si vuelvo sin un solo rasguño? — Me sentía como un pequeño roedor que se encontraba atrapado entre el gato gigante e intimidante y la trampa para ratones.

— Brent, concéntrate. — Lo reñí.

— Quiero un beso. — Respondió, ignorando mi regaño.

— Ya lo tuviste. — Le recordé. — De hecho y si mal no recuerdo, fueron dos y los obtuviste sin autorización.

— No, mi hermosa Luna. — Lo escuché reír a pesar de que se escuchaba agitado. — Quiero que tú me beses, esa sería mi recompensa. — Incluso estando en mitad de combate era un atrevido.

— Solo llega ileso. — Solté con brusquedad.

— ¿Eira, lo harás? — Preguntó de forma burlona. — Recuerda que si me lastimo te sentirás culpable y...

— Ay por la Diosa, ya deja de hablar... Está bien, sí, lo haré. Ahora ignórame y sigue con lo que estabas haciendo. — Murmuré mal humorada. — Solo ven sin un solo rasguño.

— A sus órdenes, Luna. Será todo un placer. — Murmuró.

Era evidente que estaba complacido porque había escuchado la respuesta que deseaba.

Estaba tan nerviosa y asustada que no podía dejar de mordisquearme las uñas. Tenía una sensación de peligro inminente que no me abandonaba, ni siquiera cuando cerraba los ojos para intentar dormir. Entendía que era el primer ataque que vivía pero no lograba comprender el motivo por el cual me sentía así, en constante alerta. De hecho, en más de una ocasión les había preguntado si se encontraban bien a varios miembros de la manada para tratar de controlarme pero no lo lograba.

— Luna, trate de tranquilizarse. — Una mujer que daba la impresión de que en cualquier momento daría a luz tomó mis manos y le dio un leve apretón. — Es normal que se sienta así.

Era irónico que fuera ella quien me calmara cuando era yo quien debía estar diciéndole que ella y su bebé estarían bien.

— ¿Por qué lo dices? — Ella sonrió levemente.

¿Acaso había notado mi estado? Tal vez era la persona más evidente del planeta y no me había percatado de ello hasta ese momento.

— Parte de los deberes de la luna es velar por la manada cuando el alfa no está y cuando él se encuentra, su deber es que tomar las mejores decisiones posibles, entre muchos otros. Como el alfa se encuentra luchando en este momento, usted por naturaleza adquiere un sentido adicional dado por la Diosa Luna a las lunas de las manadas. Según nos enseñaron en la escuela, ese sentido se llama Olfato de la Luna Eterna y aunque está con las lunas todo el tiempo, se hace mucho más fuerte cuando alguna queda a cargo de la manada. — Su explicación había sido tan confusa que solo pude asentir.

Lo único que pude entender fue que como Luna, estaba sintiendo preocupación por la manada que en esos momentos estaba "bajo mi cargo".

El ambiente dentro del refugio no era precisamente relajante pero al menos estábamos bien o al menos eso creía antes de escuchar ruidos en el exterior. Podrían ser lobos de nuestra manada, por supuesto que sí, pero por algún motivo me llevé el dedo índice a mis labios para que guardaran silencio.

The Moon© ML #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora