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Pov Brent

Eira era bastante temperamental, pero con el embarazo todo se había vuelto una montaña rusa de emociones. Ella explotaba por todo y por nada, luego se sentía culpable y lloraba durante algún tiempo hasta que volvía a explotar.

El embarazo de las lobas duraba prácticamente la mitad de lo que lo hacía uno humano y eso la tenía muy nerviosa. Se acercaba la fecha del parto y no sabía cómo lidiar con ello, por eso lloraba y nos gritaba a todos. La entendíamos porque había estado embarazada del mismo cachorro en más de una ocasión pero jamás había llegado a tenerlo entre sus brazos. Además, le aterraba no ser una buena madre y tampoco poder cumplir con las expectativas que la Diosa Luna tenía en ella.

— Está muy inquieto hoy. — Se quejó Eira, entrando en la oficina.

— Creí haberte dicho que no podías salir de la habitación. — La reñí.

Ella no podía arriesgarse a bajar sola las escaleras, podría caerse o hacerse daño. Su vientre en esos momentos estaba hinchado, lo suficiente como para no ver sus propios pies y por lo mismo, tampoco podía ver las escaleras.

— Brenthan, no exageres. — Rodó los ojos.

Brenthan... Realmente detestaba ese nombre pero ya me había resignado a ser llamado así, a ella le gustaba y no iba a discutir con una loba embarazada porque yo saldría perdiendo.

— No exagero. Me preocupo por mi mujer e hijo. — Me acerqué a ella para acariciar aquel precioso vientre que la hacía ver mucho más hermosa de lo que era. — Calma cachorro, no molestes a mami. Pronto estarás con nosotros.

— Alfa, pareceré una pelota pero no bajaré las escaleras rodando, tengo piernas y son muy fuertes. — Se quejó mi mujer.

— Jamás te he dicho que parezcas una pelota. — Tomé su mentón y besé sus labios con delicadeza. — Nunca me atrevería.

— Porque me temes. — Suspiró levemente.

Por supuesto que le temía a mi mujer. Temía tener que dormir en otra habitación, no poder besarla, tocarla o simplemente que no me mirara a los ojos.

— No es eso. — Negué repetidas veces. — Siempre has sido y serás la loba más hermosa. Además, sabes que me encanta verte embarazada.

— De acuerdo, está bien, basta. — Colocó sus brazos sobre mis hombros y me atrajo a ella. — Te necesito entre mis piernas. — Aitor arañó mi espalda con desesperación, queriendo poseer el cuerpo de nuestra hermosa Luna.

— ¿Luna, solo así? ¿Sin una cita? — Murmuré de forma burlona.

Mi Eira solo tenía que decirme dónde y cuándo y yo estaría ahí para ella, en todos los sentidos.

— ¿Quieres que te invite a una cita? — Asentí. — Bien...— Se mordió los labios mientras se alejaba de mí. — ¿Quieres que nos encontremos justo ahora para instalarte entre mis piernas?

— Me has convencido. — Susurré.

La tomé de la cintura firmemente, la subí a mi escritorio y atrapé sus labios en un apasionado y desesperado beso mientras ella desabotonaba mi camisa sin ningún tipo de cuidado. Los botones de mi camisa salían disparados hacia todas partes pero no me importaba, no era una de mis favoritas aunque sí había sido bastante costosa.

Coloqué mis manos sobre sus muslos y fui subiendo el vestido de color amarillo hasta ver su ropa interior.

Esa mujer me volvía loco, todo en ella me atraía sin importar el momento o el lugar.

Sus brazos rodearon mi cuello y comenzó a besar el área de la marca, ese lugar tan sensible que podía enloquecer a cualquiera. Cerré los ojos con fuerza para controlarme y no dejarme llevar por el momento. Debía ser cuidadoso, mi luna estaba embarazada y cualquier movimiento brusco podía ser peligroso.

The Moon© ML #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora