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Pov Eira

Oh, dulces dieciocho...

Había estudiado sobre los hombres lobo durante los últimos dos años y como ya había llegado a la mayoría de edad, se suponía que experimentaría todo lo leído. Alguien cuyo apodo comenzaba con "g" y terminaba con "ris", no me había permitido salir de la mansión hasta que la luna estuvo en su punto más alto.

Después de una corta caminata hacia el bosque Gris se detuvo frente a mí.

Esa noche estaba actuando extraño.

— De acuerdo... No quiero asustarte pero tampoco voy a mentirte, tu cuerpo pasará por una serie de cambios bastante lentos hasta que tus huesos se acomoden para que...— Dejó de hablar al ver mi rostro.

Lo que había leído no era tan crudo como lo que me estaba diciendo.

— Tus huesos serán los de tu loba, Eira y eso no es algo que puedas cambiar o posponer. Una vez que llegamos a la mayoría de edad la transformación es algo inevitable. — Asentí levemente. — Yo voy a estar aquí, ¿de acuerdo?

— De acuerdo. — Murmuré por lo bajo.

— Bien. Caminemos hasta que comience la transformación, luego pararemos y esperaremos hasta que tu loba quiera mostrarse. — Con eso dicho volvió a avanzar.

Iba detrás de él, adentrándome en el bosque a pasos lentos y teniendo la mirada fija en su espalda.

Gris siempre me había parecido un hombre de buen ver. Era alto, musculoso, tenía el cabello rubio y sus ojos hacían honor a su apellido con un bonito tono gris que resultaban hipnotizantes.

Cuando era pequeña soñaba con que él era mi príncipe azul, pero con el pasar de los años fui consciente de la diferencia de edad que existía entre nosotros.

Él era un adulto cuando yo era una niña...

— ¿Por qué nunca te he visto con novia? — Gris me observó por el rabillo del ojo.

— Mejor piensa en cómo te gustaría que fuera tu loba. — Fruncí los labios.

Siempre evitaba hablar de relaciones amorosas, era como si huyera de ellas o le incomodara hablar conmigo sobre eso.

— Rojo, desde aquí puedo escuchar los engranajes de tu cabeza. — Fruncí el ceño cuando un dolor punzante me atravesó la columna y me hizo caer de rodillas. — Ya ha comenzado. — Susurró para sí mismo. — Debes... Debes imaginar a tu loba, cierra los ojos y respira.

Seguía sin creer del todo en que yo también formara parte de ellos pero hice lo que me dijo. Cerré los ojos con fuerza y contuve la respiración cuando sentí que mi brazo se rompía. Solo era capaz de escuchar pitido agudo y molesto y cuando abrí momentáneamente los ojos me percaté de que a mi alrededor todo estaba borroso.

— Respira...— Susurró una voz distante.

Mi boca se abrió y aunque no fui capaz de escucharlo, sé que de ésta salió un grito agudo.

Ese dolor me estaba matando.

— Eira...— Susurró la voz de una chica.

— ¿Quién eres? — Pregunté mientras buscaba a mi alrededor.

No podía ver nada, los colores se mezclaban entre sí y además de la gran mancha que creía que era Gris, no había nadie con nosotros.

— Ciérralos. — Su orden se escuchó como un susurro lejano.

— Eira... — La chica tenía una voz bonita, era suave y relajante. — Soy Azula.

— ¿Dónde estás? — Balbuceé. — ¿Por qué te escucho tan cerca?

The Moon© ML #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora