¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
『 Primera lección: armas 』
Aquella pregunta golpea fuerte mi mente, más fuerte que ayer y solo tengo una respuesta: somos compañeros pero, ¿por qué estoy sintiéndome extraña?
Caminamos a un restaurante con temática retro a comer en cierto silencio incómodo —al menos para mí. Sigo dándole vueltas al asunto, que no me percato haberme detenido en la puerta estando ellos ya a unos pasos de la mesa.
Nos sentamos y Chayoung se comporta enigmática, seguramente va a decir algo que estuvo ensayando lo restante de la noche de ayer.
—¿Qué es lo que pasa? —pregunta Vincenzo, neutro, antes de beber su café.
Ella pone sobre la mesa un folder que tiene escrito en una etiqueta: Bufete Jipuragui. Parpadeo varias veces seguidas tratando de comprender la situación.
—¿Por qué sigues insistiendo en esto? —coge el folder y lo abre, sacando varios papeles de dentro.
Lo miro desconcertada y enfadada porque él, durante nuestra charla de ayer, no hizo mención sobre que quería evitar la reapertura del bufete.
Supongo, tendré que agradecerle a mi hermana después.
—Son todas las demandas similares que gané. Recuperación de inmuebles para negocios pequeños que habían perdido su propiedad debido a grandes empresas. Lo hice sin que Wusang se enterara —explica ella—. Les hice ganar mucho dinero. Te ayudaré a recuperar Plaza Geumga.
—Espera, ¿qué? —espeto consternada—. Quieres que te mate ahora mismo, ¿verdad?
—No me importa para que la quieres —me evade y yo miro cualquier lado estando colérica—, pero sé que la necesitas y que estás desesperado. Eres el verdadero dueño, ¿no es así?
—¿Por qué me haces esta oferta?
—Termina de escuchar, por favor —no especifica a quién pero se que se refiere a mí—. Ambas queremos participar de lo que sea que estés planeando.
—Prométanme que renunciarán si estorban.
—Los voy a matar por estarme ocultando estas cosas —me pongo de pie con intención de irme pero Vincenzo sujeta mi muñeca, deteniéndome.
—Finisci l'ascolto (termina de escuchar).
—Bien. Es un trato. ¿Lia?
—Solo te diré algo Vincenzo... ti uccuderò se farai qualcosa di stupido (voy a matarte si haces algo estúpido) —digo entre dientes.
—Bene, perché non vedo l'ora di vedervi maneggiare una pistola (Bien, porque estoy ansioso de verte empuñar un arma) —recita con voz grave, acercándose lo suficiente a mí.
—¿Qué acaban de decir?
—Nada —respondemos al mismo tiempo.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.