𝚇𝙸𝚅 - 𝚄𝚗 𝚌𝚘𝚗𝚜𝚒𝚐𝚕𝚒𝚎𝚛𝚎 𝚙𝚛𝚘𝚝𝚎𝚝𝚝𝚒𝚟𝚘

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『 Un consigliere protector 』

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『 Un consigliere protector 』

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Vincenzo

La visita al reclusorio de mujeres, provoca en mí, un dolor insoportable de igual o mayor intensidad que esa vez en el hospital. Debo afrontar esa lastimera verdad por mucho resentimiento y enojo que exista dentro.

La pequeña plática con el monje budista me ha dejado reflexivo, es una verdad imposible de ver gracias a esas emociones.

Llego a Geumga Plaza para reunirme con ellas, accedo al bufete y me sorprendo en ver varias botellas de soju sobre la mesa y aún más, por ver a Lia en cierto grado de embriaguez.

—¡Ah! Mira... quién acaba de... aparecer —dice arrastrando sus palabras—. El mismísimo Vincenzo Cassano. Ven a celebrar.

—Perdónala, jamás había bebido una botella entera de soju.

Lia ríe, frunciendo su nariz de cierta forma adorable. Inclusive en ese estado, sigue viéndose encantadora.

—¿Quieres un... poco? —pregunta, agitando una en el aire. Me acerco para quitársela de las manos—. ¡Oye!

Sigo de largo hasta llegar a la ventana donde se encuentran todas las plantas que regaba el señor Hong para hacerlo yo también.

—Cállate hermana. ¿Cómo supiste que la planta tenía un micrófono?

—La sticky crece bien aunque no la riegues por un mes. Es el lugar perfecto para poner un micrófono. Antes, los servicios de inteligencia la solían usar para ello —explico.

Antes de darme cuenta, tengo a Lia junto a mí, observando con el entrecejo fruncido lo que me encuentro haciendo. Comienza a acercarse, invadiendo el espacio personal hasta el punto de quedar a pocos centímetros de mi rostro. Un paso más y podríamos besarnos fácilmente.

Y me siento tentado a hacerlo, joder.

—¿Te he dicho que tienes bonitos ojos? —lleva una mano a su rostro y los señala con uno de sus dedos.

—No.

Rocio agua directo a su cara como modo de defensa automática. Limpia las gotas con torpeza, retiro el pañuelo de mi traje para hacerlo en lugar de ella. Mientras lo realizo, me pierdo en el azul de sus ojos —igual a cuando la conocí en Milán— y me obligo a parar.

—Cielos. Hasta sus trucos sucios son antiguos. Por cierto, tú pareces ser un experto en esa área.

Viene en busca de su hermana para llevarla a la silla donde se encontraba sentada. Busca una posición cómoda y le permite dormir.

—¿No es sentido común? —pregunto retóricamente, tratando de continuar con mi tarea—. Por cierto, le pedí al señor Nam que buscara una buena área comercial en Sangchi-dong.

In love with the devil〘Vincenzo〙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora