¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
『 Traición 』
El gorjeo de una paloma, nos hace voltear hacia unas cajas, tomándonos por sorpresa. Ante su vuelo, la siguen al menos una docena con dirección a nosotros.
Me tiro al suelo y me cubro la cabeza con los antebrazos, evitando ser picoteada. Escucho disparos, quejidos... luego nada.
Alzo la cabeza y me encuentro con aquellos tres hombres abatidos. Me giro para poder sentarme, ignorando la sensación de como la sangre se acumula en los pliegues cutáneos del talón. Vincenzo se encuentra frente a unas sillas apiladas, observando a un ave.
—Es Inzaghi —dice, dándome la espalda. Sonrío de lo alucinada que estoy.
—¿Quién lo diría? Inzaghi es nuestro héroe.
Él se da la vuelta, corre hasta mí e inspecciona rápidamente el área del músculo que está herido. Hace el intento de llevarme en brazos pero no se lo permito, aun puedo moverme, por lo que me ayuda a levantarme y rodea su cuello con mi brazo, siendo mi soporte.
—¿Quienes eran esos sujetos? —pregunto sin apartar la vista de la herida en su sien.
—Gente de Paolo.
Oír ese nombre va a ser un martirio para mí el resto de mi vida. Aquel día donde casi todo se fue a la mierda, nunca cruzó por mi mente querer matarlo y ahora, no voy a dejar pasar la oportunidad.
Cruzamos la puerta del bufete, me deja sobre una silla y va en busca del botiquín de primeros auxilios. Regresa para tomar asiento frente a mí, busca dentro de éste, materiales de curación al igual que yo.
—¿Qué estás haciendo?
—Si tú vas a curar mi herida, quiero devolverte el favor haciendo lo mismo contigo —respondo. Él me sonríe de una forma tan tierna.
—Esto me recuerda a algo que me contaste acerca de tus padres.
—Mamá curaba las heridas de papá, él intentaba hacer lo mismo pero ella no lo dejaba porque no era bueno haciéndolo —muestro una sonrisa agridulce—. Me alegro que al menos tú sepas hacerlo.
Por suerte, nuestras heridas no son graves. Yo solo he tenido que limpiar la suya y él me ha puesto una bandita curativa para proteger la mía de cualquier infección. Cogemos nuestras cosas listos para irnos.
Durante el camino a mi casa, recordamos todo lo que sucedió esta noche con carcajadas, en especial cuando nos atraparon en la oficina y nos preguntamos qué habrá procedido con Han-seok.
Aunque, no tuvimos que esperar tanto.
—El fiscal lo ha detenido. Mañana tendremos noticias de esto —dice Vincenzo, sintiéndose satisfecho.
—Gracias por traerme a casa.
Se acerca a mí para besarme una última vez por este día. Bajo del coche y camino hacia el portón que mi hermana ha dejado abierto.