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『 Un corazón roto 』
Ofrezco vasos de agua a cada uno de los inquilinos en Arno. El chef Toto y Ahn, me permiten tener esa libertad en su cocina.
—Ustedes saben pelear. ¿Cómo pudieron contenerse?
—No teníamos un motivo para pelear. Y, en general, nos sale mal —explica él, avergonzado.
—Ahora tenemos un motivo válido para pelear.
—Y ese motivo lo tenemos gracias a ustedes. Ustedes también nos unieron como una comunidad —agrega el señor Cheol-wook.
Sus lindas palabras hacen que sonriamos agradecidos.
—Yo también quiero decir algo —la señora Hee-soo me atrae hacia ella, dándome un pequeño abrazo—. "Si caminas solo, llegas rápido, pero juntos, llegamos más lejos".
El resto explica en qué aspectos han mejorado desde que Vincenzo llegó a este edificio y le agradecen por ello. Le cuesta responder a sus palabras, sin embargo, sabemos que son bien correspondidas.
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Pido permiso de limpiar las heridas del señor Cho quien agradece sutilmente. Vincenzo se encarga de brindarle un vaso con agua, que bebe todo por sentirse exhausto.
—Me tendieron una emboscada. Por cierto, ¿cómo movió el oro en secreto? Habrá llamado la atención —pregunta, mirándonos a los cuatro en busca de respuestas certeras.
Sonreímos entre nosotros, recordando lo emocionante y cómico que fue transportar lingote por lingote fuera del templo Nanyak hacia el cobertizo de nuestra casa —con respecto a Chayoung y yo—, en ciertos momentos del día.
—Entonces, ¿dónde está el oro?
—Quizá nos oigan desde afuera. Se lo susurraré —el señor Nam se acerca a su oído y lo acuna con ambas manos.
