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『 Apuros 』
Lia da vueltas para admirar cómo se mueve la falda de su hanbok hasta que los mareos la obligan detenerse y a tomar asiento. Recuesta su cabeza sobre mi hombro; quito la flor de mi cabello y se lo pongo mejor a ella.
—Olvidé contárselo porque estuvimos muy ocupados —dice el señor Nam, dejando a un lado su desmaquillante—. Leí algo impactante sobre Jang Han-seok en el archivo Guillotina.
—¿Qué?
—El presidente Jang mató a cuatro compañeros de escuela. Cómo no le caían bien, los llevó a una terraza y los hizo saltar. O los cazó y los mató en las montañas como a una presa —relata, mostrando toda la seriedad posible—. Mató al último porque le robó un balón en la clase de gimnasia, usó la red del arco para estrangularlo.
La chica a mi lado tiene expresión de consternación. Se levanta, busca posicionarse enfrente cubriéndose el rostro y dando una respiración larga.
—Una vez me contó acerca de un accidente que tuvo con un chico. Éste tuvo múltiples fracturas y como consecuencia, su padre tuvo que pagar los gastos médicos. Aunque tal vez me mintió y él murió.
De repente, nos quedamos en silencio, procesando un secreto revelador pero para nada inesperado por alguien con mente retorcida. Si ha sido capaz de mandar a matar, es porque ya no quiere seguirse manchando las manos.
O porque espera atrapar a un pez más gordo.
—¿Te dijo algo sobre si conservó su reloj? Porque los hizo con esos cuatro chicos.
—Es un psicópata.
—Se lo diagnosticaron a los dieciséis años.
—Y dice que yo soy un monstruo, cuando él es el más grande de todos —Lia pone los ojos en blanco—. Que idiota.
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Al día siguiente, volvemos a recibir a Jeon-bae. Utilizo la táctica de actuar igual que un poseído, pero, en vez de pretender que en mi cuerpo está su hermano, digo la información sobre las muertes que ocasionó Han-seok en su pasado. Con tal de seguir sembrando la guerra entre Babel y Daechang.
