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『 Un as bajo la manga 』
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Duramos en la llamada alrededor de veinte minutos y mientras se lleva acabo, logro ser consiente que Chayoung es mi primera amiga en toda la extensión de la palabra. Hay temas que tendrán que retomarse después y espero, puedan ser en persona.
—Mi chica tiene razón en algo... —dice Luca, orgulloso de poder llamarle así frente a mí porque en mi caso, no tengo a alguien a quien llamarle de ese modo— ustedes dos se parecen tanto que es hasta cómico. Llámale.
Chayoung dijo muy claro: «Necesitan hablar, hay muchas cosas que están en el aire y eso los distancia»
—Vincenzo... —evade llamarme por mi título, obligándome a hacerlo.
Me quedo petrificado, inclusive sin poder razonar. El Vincenzo que quería acercarse a ella haciendo lo imposible, se desvaneció una vez había dejado Corea.
Mi mirada se dirige a Luca, quien teclea su teléfono y lo coloca entre ambos.
"Llamando a Lia"...
Pánico. Siento pánico de ver su nombre ahí, quiero cortar la llamada pero son más mis ganas de oír su voz pronunciando mi nombre.
Un tono, dos... cuatro.
—Ciao Luca —dice en un quejido ahogado. Ambos intercambiamos miradas intranquilas. De repente, la oímos vociferar molesta—: ¿¡No ves que estoy herida del brazo, pedazo de tonto!?
En automático, el instinto protector que desarrollé con ella, se activa nuevamente.
—Lia, ¿estás bien? —pregunto acelerado. Luca suelta una risa por lo bajo por verme reaccionar de ese modo.
Hay un silencio prolongado que por un instante, pienso que ha cortado la llamada cuando he hablado.
—Hola Vin —hay un silencio corto—. Me alegra oír tu voz.
«Vin» Diminutivo de mi nombre que solo ella ha empleado y, es a quien se lo permito únicamente. Mi corazón estalla en volverla a escuchar, si estuviera a mi alcance, ya estaría besándola como loco.
—Y a mi me alegra oírte también.
—¿Te ha gustado mi obsequio? —percibo coqueteo en su voz.
Luca decide levantarse, otorgándome privacidad.
—Me ha gustado todo aunque, las fotos son mis preferidas —doy un vistazo más detallado a cada una, sobretodo, en la cual estamos acostados en mi cama—. Si estuvieras aquí, te habría besado en cada rincón de esta casa. Te echo de menos, Lia.
Habría recorrido cada curva de su cuerpo con mis manos y boca. La imagen grabada en mi mente de su piel, conforme pasan los días, se desvanece.
Es injusto hacer esas confesiones estando a miles de kilómetros de distancia pero, no quiero guardarme nada sobre mis pensamientos y sentimientos.
