Apenas estoy comenzando

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Salieron del restaurante en silencio, Misato volvía a recordar las palabras de su jefe:

-La primera de muchas, se lo aseguro- ella soltó una risita nerviosa -¿está alardeando?

-No, la estoy previniendo- sintió como las mejillas se le coloreaban.

-¿Qué pasa? ¿Otro golpe de calor?- él parecía disfrutar verla nerviosa, detectaba una ligera sonrisa socarrona mientras él bebía despreocupado su sake, ella dijo en voz baja –si... debe ser eso.

-Hay algunas cosas que quiero que dejemos claras sobre nuestros asunto

-¿Cuáles son?

-En estos momentos podemos dejar las formalidades, deja de llamarme señor Nanami, voy a tutearte.

-¿Está seguro?

-Sí, me parece más cómodo hacerlo así, segundo; yo pagaré por nuestra estancia mientras llevamos a cabo lo nuestro, alrededor de medianoche podremos despedirnos, la verdad no me gusta dormir fuera de casa, algunas veces podré llevarte a tu departamento y otras quizás debas volver sola ¿estás de acuerdo con eso?

-Sí, supongo...

-No supongas, debes estar segura de lo que me dices- ella intentaba procesar todo –bien, bien, estoy de acuerdo.

-Tercero; siempre usaremos protección, evitemos accidentes o situaciones que nos pongan en riesgo.

-En eso estoy completamente de acuerdo.

-Cuarto; podemos entablar una plática pero no hablemos sobre nosotros mismos- ella lo miro confundida -¿qué significa eso?

-No hablaré de mi vida personal y no preguntaré por la tuya- ella se cruzó de brazos -¿entonces solo hablamos del clima?

-Hay varios temas más, por ejemplo me gusta leer libros ¿cuál es tu preferido?

-Ah, bien, pues... me gusta más ver películas y series- Nanami hizo una expresión extraña -¿a qué viene esa cara? Mejor no te digo mis otros gustos.

-Bueno, creo que la última regla es no hablar de esto con nadie, ni con amigos, familiares y por supuesto gente relacionada a la empresa, dentro de la oficina nuestra relación laboral debe ser exactamente la misma.

-También estoy de acuerdo con eso, seré muy cuidadosa, en realidad ahora que lo pienso hace mucho que no hablo de mi vida personal con alguien...- Misato se dejó llevar por sus pensamientos hasta que fue interrumpida por su jefe.

-¿Hay alguna otra regla que quieras agregar?- ella lo pensó –sí, preferiría que bebiéramos algo antes de hacerlo

-¿Alcohol?

-Si, como lo hacemos ahora.

-¿Puedo preguntar la razón?- iba a decirle que era para matar los nervios –nos dará la oportunidad de entablar una conversación y no llegar como completos desconocidos a una habitación- él sonrió, era una sonrisa de afirmación –tienes razón, entonces ¿nos vamos ya?

Llegaron a un hotel que parecía estar oculto entre varios edificios, habían llegado caminando y estaba en realidad bastante alejado, esperando no ser reconocidos por alguien, entraron –si no nos agrada podemos buscar otro- ella se alzó de hombros –tú lo has elegido, quiero suponer que no fue al azar- ya tenían una habitación reservada, en el elevador iban completamente en silencio, cuando llegaron a la puerta se miraron -¿estás lista?- Misato asintió -¿y tú?

La habitación era amplia y se veía muy limpia, nos quitamos los zapatos al entrar, caminé despacio hasta ver que había un pequeño sofá, la cama y la puerta que daba acceso a la ducha, él la señalo -¿quieres asearte?- asentí mientras entraba, ya dentro me permití respirar profundo, diciéndome palabras tranquilizantes, me duche deprisa tratando de que el cabello no se me mojara, al salir saque de mi bolso mi ropa interior que yo consideraba para "eventos especiales" era negra y de encaje y la verdad ayudaba a resaltar aquellas curvas de las que naturalmente carecía, lo más que lograba cuando subía de peso era aumentar el tamaño de mis muslos y cadera aunque no lo suficiente para considerarme una mujer curvilínea, suspiré y me mire al espejo, retoque mis ojos con delineador y me puse un poco de labial, casi toda mi gama de labiales era de colores suaves; rosas, corales, cafés, pero ese día intenté usar el color más fuerte que tenía un café casi guinda, al sentir que ya estaba algo presentable volví a tomar aire mientras me ponía la bata de baño del hotel, salí y él estaba de espaldas a mí mirando por el ventanal que daba hacía la ciudad, me acerque despacio, él había prendido las luces pero en modo tenue, era obvio que estaba preparando el ambiente -¿quieres que ponga algo de música?- dijo mientras volteaba a verme, cuando lo hizo abrió un poco los ojos sorprendido –te has pintado los labios.

Cita de viernesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora