5. Hace diez mil años...

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La confusión me acompaña desde el día que abrí los ojos en este reino sentenciado, y cada día que pasa se acrecienta.

No sé qué decir al respecto con la imagen que tengo frente a mis ojos. Solamente veo a Apaya gritando de pánico, mientras que Zelda se encuentra con el rostro desencajado observando a las dos mujeres en el suelo. Y a decir verdad, yo también estoy contrariado, pues se supone que en esta casa estaban reunidas un par de ancianas, pero lo que yo veo es a dos jóvenes mujeres. Una muy parecida a Apaya, por no decir idéntica, y la otra tiene pelo corto con el fleco tinturado y unos lentes que se le están cayendo por el forcejeo. Lo único que ambas tienen en común es la mirada carmesí, la piel tostada y el cabello blanco.

- ¡Eres una mal agradecida! – reclamó una de ellas. – Por mí has dejado de ser una vieja enana y arrugada.

- ¿Y quién te dijo a ti que yo me sentía mal con mi físico? – respondió la otra, gritando. – ¡Yo no soy una vieja loca como tú!

- ¡Corrección! – aclaró la mujer, riéndose. – ¡Ya no somos unas viejas!

- ¡AAAAGH!

La mujer enojada agarra del cuello a la otra chica. Sin embargo, ambas detienen su acción al sentir a Zelda, quien se acerca lentamente y con dificultad para hablar.

- Impa... Prunia... – dijo Zelda, casi sin voz. – No puede ser...

El enojo de las mujeres, o mejor dicho el de la mayor, se pasma al alzar la mirada y encontrarse con la princesa; poco después ocurre lo mismo con la segunda, quien se incorpora con la impresión en el rostro.

- ¿Impa? ¿Prunia? – intervino Apaya, que ya había dejado de gritar. – Eso no...

Apaya comienza a tambalear debido a la impresión, por lo que me apresuro y la tomo de los hombros para evitar que caiga al suelo, hasta que se desmaya. Con cuidado la acomodo en el suelo, centrando mi atención en lo que estaba ocurriendo con Zelda y las sheikahs.

- No puede ser... – dijo Prunia, impactada.

- Alteza... princesa Zelda. – expresó Impa, incrédula a lo que veían sus ojos.

Veo que Zelda no puede contenerse más, por lo que se agacha a la altura de las mujeres y las abraza. A la princesa no puedo verla porque se encuentra de espaldas, pero percibo que está llorando, mientras que las sheikahs, a las que sí puedo ver, hacen lo mismo, conmovidas e impactadas.

Frente a mí se está llevando a cabo una reunión conmovedora y ansiosa. La imagen de las sheikahs se me hace conocida, mas no las recuerdo del todo; pero entiendo el aprecio que sienten por Zelda, y cuánto la habrán extrañado en estos cien años de ausencia.

- Princesa... – dijo Impa, limpiándose las lágrimas. – No puedo creer que la tengo frente a mí, viva.

- Es increíble... – expresó Prunia. – ¿Cómo es posible algo como eso? Se supone que debía estar con...

Zelda se separa del abrazo y da espacio a las sheikahs para que me vean. No puedo explicar la cara de espanto que las mujeres tienen al verme, como si estuvieran frente a un fantasma.

- Link... – dijo la sheikah al verme.

Impa se aproxima a mí, hasta que coloca sus manos en mis hombros para verme con más detenimiento y curiosidad. Me siento intimidado ante tanta atención.

- Por fin despertaste... – dijo la sheikah, sonriendo, mientras sus ojos se humedecían de nuevo. – Ha pasado tanto tiempo... ¿Me recuerdas? Aunque quizás ya no me reconoz...

Recuerdos de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora