27. Fantasmas

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¿Volver a ver a Mond? Eso es imposible.

La vida de un caballo bien cuidado puede llegar hasta los treinta años, e incluso han existido casos de hasta cincuenta... ¿Pero más de cien años? Nunca.

Athan debe estarme tomando el pelo...

- No te estoy tomando el pelo, Zelda. – dijo el Sheikah, riéndose. – No pongas esa cara.

- Pero... pero eso no es posible, Athan. – respondí, impactada. – Mond murió en el Cataclismo... al igual que todos.

- Los cuerpos mueren, las almas no. – dijo el joven. – ¿Por qué no tratas de recordar los momentos en donde fuiste feliz con tu caballo? No sé... quizás ahí encuentres una respuesta.

- Pero...

- Creo que es momento de regresar. – dijo el joven. – Tú tienes que terminar de alistar todo para tu viaje, y...

Athan no continúa sus palabras, pues sin poder preverlo, se mueve a una velocidad sorprendente. Despeja unos arbustos y me muestra una imagen nada esperada.

- Vaya... ¡Princesa, miren a quién tenemos aquí!

- ¿Link? – lo llamé sorprendida. - ¿Qué haces aquí?

Mi caballero está enojado, al mismo tiempo que sonrojado. Empuja ligeramente a Athan para alejarlo.

- No era necesario que espíes, héroe. – dijo Athan, riéndose. – Podrías habernos acompañado en el paseo.

- ¡No estaba espiando! – gritó Link, alterado. – Quiero decir que, vine a ver a la princesa. Me preocupó su tardanza y ya tenemos que irnos a la región de Tabanta.

- Ya íbamos a volver. – respondió el joven Sheikah. – Yo me adelanto, Apaya me espera para salir a la llanura en busca de hierbas... Ahí te la encargo. Más te vale que la cuides.

- ¿Pero cómo te atre...?

Athan se retira, sin dar oportunidad a que Link siga hablando. ¿Por qué se comportará así? Acaso...

- Link...

- Zelda... no es lo que piensas. En serio, yo...

- ¡Estás celoso!

Ahora sí estoy segura de lo que ocurre, por lo que exijo que Link me lo diga.

- ¿Celoso? Para nada...

- No tienes que mentirme, Link...

- ¡Bueno! ¿Y si así fuera, qué? – se quejó. – Ese tipo siempre quiere pasar cerca de ti, y yo...

No permito que siga hablando, pues como una loca me apodero de su boca. No entiendo por qué, pero sus celos me encienden, causando en mí algo que no puedo explicar, pero que sé que no sentía desde hace mucho tiempo.

Link, desfallezco al sentir como correspondes a mis besos, como tus fuertes manos aprietan y acarician mi cintura, como que quisieras impedir que me fuera.

No pienso detenerte absolutamente nada... Quiero que sigas.

- Otra vez me estoy pasando. – expresó Link, sofocado, alejándome de él. – Discúlpame...

- ¿Y si te digo que no me importa que te pases? – pregunté, aún hundida en mi acalorada sensación.

- Aun así, mi deber como caballero es no pasarme de la raya. – aclaró Link.

Recuerdos de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora