20. Como un volcán

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Reconozco que tuve miedo de abrir los ojos, pues por eternos segundos estuve esperando a que la roca me aplaste... sí, a mí, pues no iba a permitir que toque a la princesa bajo ninguna circunstancia.

Zelda, me ha costado reconocerlo, o quizás siempre lo supe, pero te has vuelto la persona... no, la mujer más importante de mi vida, a la que quiero ver sonreír siempre, acariciar cuando esté feliz o triste, abrazarla cuando necesite de mi abrigo y protección.

¿Será el sentimiento que creo que es? Me llena de dicha, pero al mismo tiempo temor, pues mi amnésico pasado me condena.

Tengo terror de arruinar esta hermosa química que hemos construido...

- ¡Link! – me llamó Zelda, sacándome de mis pensamientos.

Una vez regreso a la realidad, veo a la roca destrozada delante de nosotros, pero lo que más me sorprende es ver al que nos está protegiendo... tan pequeño.

- ¿Están bien? – preguntó el ser, girándose hacia nosotros y sonriendo.

- Oh... – expresó Zelda, sorprendida. – Un pequeño Goron.

- ¿Pequeño, señorita? – dijo el Goron, tan ofendido que hasta risa dio. – ¿No ve que acabo de salvarlos? Yo soy invencible, soy el gran Daruk.

Algo en mi cabeza explota al escuchar ese nombre, pero Zelda palidece, hasta tambalearse y estar a punto de caerse. La tomo de los hombros para que no pierda el equilibrio, y aun así su conmoción continúa.

- Daruk... – repitió Zelda, impactada. – No puede ser, imposible.

- Así me llamo, señorita. – aseguró el pequeño. – Soy el gran Daruk.

- ¿Qué pasa, Zelda? – pregunté preocupado. – ¿Quién es Daruk?

- Yo pues... – volvió a intervenir el Goron. – Yo soy...

- ¡DARUK!

Un nuevo invitado intervino en esta mención inmisericorde del nombre "Daruk". Esta vez llega otro Goron, pero mucho más grande y corpulento. Llama al niño a gritos, preocupado.

- ¡Hermano Yunobo! – llamó el niño, emocionado.

- ¿Dónde te habías metido, Daruk? – preguntó preocupado. – ¡Te he buscado por todas partes!

El nuevo Goron, a pesar de ser un adulto, no tiene una mirada fiera ni actitud desafiante como el pequeño. Más bien se ve demasiado tranquilo, y hasta podría decir temeroso, imagino por la ausencia del menor.

- Solo salí a dar un paseo, y le salvé la vida a estos visitantes. – respondió Daruk. – ¿No dices que debo ser valiente? Pues eso hice.

Yunobo nos observa, y aunque su imagen inocente no me causa desconfianza, igual estoy atento a sus movimientos, por Zelda. Poco después, el ser nos sonríe, cosa que me tranquiliza. Ahora sí no lo percibo para nada un enemigo.

- Mucho gusto, bienvenidos a la Montaña de la Muerte. – dijo el Goron. – Soy Yunobo y estoy para servirles.

- El gusto es mío. – saludé, ya más tranquilo. – Me llamo Link, y gracias a su hermano nos salvamos de una muerte segura. Es muy fuerte.

- ¿Te llamas Link? – preguntó el pequeño Goron, sorprendido.

- Sí... así es. – respondí, nervioso por alguna razón.

- ¡Me gusta tu nombre! ¡Suena fuerte y valiente, como yo!

Sin comprender la razón, el entusiasmo del niño se me hizo familiar y agradable, como si un viejo amigo me estuviera dando la bienvenida.

Recuerdos de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora