37. Espuma de mar

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El aullido de lobo se calla después de haberse escuchado tan doloroso. Tengo una idea de lo que puede significar, pero no me atrevo a analizarlo. Frente a mí se encuentran la mayoría de las respuestas a las preguntas que me planteé cuando abrí los ojos por primera vez... mi pasado.

Antes de conocer a Zelda tuve una vida, una familia. Todo lo que queda de ella está en Abril, en la hermana que se mantuvo esperándome en su misteriosa juventud. Con mucha dificultad he asimilado que es real y que está viva... y esta vez no pienso reprimir nada.

- Link, yo ya no...

- Me gusta verte con ese cabello, Abril... siempre dije que el verde no te quedaba bien.

- Hermano...

No pienso permitir que nada acabe con esta felicidad que siento, ni siquiera la misma Abril. Ella ha regresado a mi vida para quedarse siempre.

Escucho unos pasos en la arena, y a lo que volteo me doy cuenta de que Zelda ha aparecido ante nosotros. La noto nerviosa, como deseando hablar sin saber cómo, por lo que descubro que se siente tan impactada como yo.

- Los veo juntos y no puedo creerlo. – dijo Zelda, emocionada.

Abril corre hasta a Zelda y la abraza con un cariño que nunca imaginé ver, es más que real. Durante todos mis años de ausencia, hace cien años, ellas estuvieron juntas, la princesa vio crecer a mi hermana y vio en ella las etapas que yo perdí por estar entrenando. Sé que eso fue por imposición de mi padre, y con el tiempo deseos míos, pero aun así son momentos que nunca regresarán.

- Soy tan feliz de tener conmigo a las personas que siempre he querido... vivos. – dijo Abril, separándose de Zelda y limpiándose las lágrimas. – Princesa...

- ¿Princesa? – preguntó Zelda, conmovida. – Nunca me llamaste así.

- Tienes razón... solo que estoy tan emocionada y nerviosa. – dijo Abril, sonrojada. – Eres Zelda, la hermana mayor que siempre soñé tener.

- Tenemos muchas cosas de qué hablar, pequeña Abril.

- Sí... pero antes, todos deben saber la verdad.

Abril nos toma de la mano a Zelda y a mí, tal y como cuando era una niña.

...

Mi hermana reunió a todos sus guardianes para decirles la verdad de mi origen, lo que les sorprendió más que su rubio color de cabello. Nos pidieron perdón a Zelda y a mí por los malos tratos del inicio, pero se justificaron por el respeto y aprecio hacia Abril, por guardar su seguridad y secretos. Lo entendí perfectamente. Sin embargo, lo que me llamó la atención fue las caras tristes que mostraban, cosa que disimulaban apenas los miraba.

Una vez los hombres se retiraron, Zelda y yo nos quedamos con Abril... con mi hermana... la que está viva.

- Sí, soy yo, Link. – dijo Abril, lanzando una carcajada. – Ya asúmelo.

La risa de mi hermana no ha cambiado en nada, sigue siendo la misma... Y no quiero dejar de escucharla nunca. Abril nos pide que la acompañemos al mismo sitio que me abrió los ojos, aquel sótano que guardó la mayor parte de los recuerdos de mi pasado, los que me llevaron hasta Abril.

Mi hermana se sienta en el suelo y nos invita a revisar la caja con todos sus recuerdos y fotos.

- Lamento mucho el haber lanzado la caja así. – dije apenado. – Pero me sentí aterrado apenas vi todo.

- No te culpo, pero al mismo tiempo gracias a eso pudiste encontrarme y me animé a revelar mi verdadera identidad. – dijo Abril. – Por suerte nada se dañó.

Recuerdos de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora