43. Sueños ultrajados

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A pesar de que creo haber descubierto lo que ha pasado... por lo que estoy pasando; mi cuerpo está paralizado, como si el frío del desierto lo hubiera congelado y enterrado en la arena.

Me quema... me duele... pero aun así no puedo moverme.

- ¿¡Quién eres!? – me grita una de las soldados que cuida a la enferma Riju, una mujer alta, corpulenta y fuerte. – La matriarca está indispuesta. ¡Largo!

- ¡No! – respondí impulsiva. – Ella tiene que despertar y explicarme todo. ¡Debe sanar!

- ¿Qué? – preguntó la mujer, sorprendida.

- ¡Yo puedo sanarla! ¡Permítanlo!

En ese momento, todo el séquito de soldados se acercó a mí, con sus armas apuntando a mi frente. Un paso en falso y me perforan la garganta... Sin embargo, la convivencia con Link, sobre todo en esta época, me ha enseñado a nunca agachar la cabeza, por lo que me mantengo altiva, por más que me muera de miedo.

Percibo que el mal que aqueja a Riju no es físico, sino espiritual y mental... y por tal energía, sospecho quién está detrás de eso.

- No tengo miedo a morir. – afirmé segura. – Pero si me matan, estarían acabando con la única oportunidad posible para despertar a su matriarca de ese mal que ustedes desconocen. ¿O no?

- ¿Y crees que así de fácil vamos a creerte? – preguntó la mujer que me interceptó al principio.

- ¿Y creen que así de fácil pude entrar al palacio de la matriarca? – contesté con otra pregunta. – Les aseguro que todo tiene una razón de ser. Confíen en mí.

- Hemos cuidado a nuestra matriarca desde aquel día que la encontramos inconsciente en el desierto. – dijo la soldado, enfurecida. – Si ningún médico o curandero ha podido ayudarla, descifrar lo que le pasa, ¿qué pretende una niña como tú?

Una de las Gerudo se posiciona para atacarme, pero la mujer más llamativa entre ellas, la que estoy segura es la Líder, interviene.

- ¡Espera! – expresó la mujer, seria. – Veamos qué es lo que quiere hacer esta muchacha.

- Pero Comandante Adine... – refutó la soldado.

- La mirada de esta joven se ve sincera. – respondió la llamada Adine. – Además, lamentablemente, no tenemos otras opciones en las que confiar.

- ¡Ya escuchaste a mi comandante! – me gritó la soldado. – Haz lo que tengas que hacer... pero te advierto, al primer movimiento que vea extraño, te mato. ¡Defenderemos a nuestra matriarca con la vida!

Afirmo a la amenaza de la soldado, quien, a pesar de mostrarse ruda, se percibe temerosa, y tiene todo el derecho. Con amor y fidelidad cuidan a su soberana.

Me acerco a la cama de Riju, la que perteneció a Urbosa, y veo una imagen totalmente diferente a la adolescente que conocí como su hija en tan cruel espejismo.

- Diosa... – expresé sorprendida. – Pero si es solo una niña.

En el espejismo sí vi a una Riju infantil, pero nada se compara con verla así, tan inocente, portando el traje de una matriarca. Su joyería y tiara, tan conocidos, se encuentran en la mesa de cama, pero aun así no dejo de sorprenderme.

- Mamá...

Me duele escucharla llamar a su madre de esa manera, pues trae a mi mente dolorosos recuerdos, donde nadie se acercó a secar mis lágrimas... más que... ese pequeño.

Recuerdos de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora