32. Notas de antaño

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Vah Medoh ha vuelto a ser libre, al igual que su legendario piloto.

La majestuosa ave voló por los cielos, buscando la roca en donde siempre descansaba, hasta que finalmente la encontró. Una vez posicionada en ella, Revali aparece encima de su cabeza, observando con curiosidad el pueblo que, por toda la eternidad, sería su hogar.

- Muy bien, Medoh, desde aquí podrás tener a Ganon en la mira, una vez aparezca. – dijo el Orni. – Y cuando llegue el momento del combate, le dispararás con toda tu furia.

Revali hizo una pequeña pausa para meditar sobre todo lo ocurrido, lo que le permitió volver a ser como siempre.

- Parece que va siendo hora que lo reconozca. Un simple chico sin alas logró llegar hasta aquí, sometiendo a mi poseído espíritu cuando yo no pude. – reconoció el campeón con algo de dificultad. – Debo admitir que Link tiene muchísima suerte... que no se le acabe nunca.

Ni el mismo Revali daba crédito a ese reconocimiento, sin embargo, sabía que ese camino era necesario para su madurez. La humildad de reconocer las cualidades del otro era digna de un buen guerrero.

Poco después, comenzó a observar el pueblo que lo vio nacer. Y en ese momento, otro ser llegó a su mente.

- Sin embargo... hay alguien más que también merece mi reconocimiento.

...

Teba miraba impresionado a Vah Medoh descansar en su habitual roca, lo que significaba que Link había triunfado... había cumplido su promesa. El Orni sentía una mezcla de sentimientos; orgullo, alivio, pero sobre todo paz, pues no solo el pueblo iba a gozar de la tranquilidad perdida por meses, sino que Revali, su ejemplo a seguir, ya no iba a ser un alma en pena.

- Revali... espero que ahora estés en paz. – dijo Teba.

- Lo estoy...

Teba, espantado, se dio la vuelta y se encontró con quien menos esperó volver a ver. Podía ver a Revali envuelto en una luz azulada, de calma. Ya no quedaba nada de la oscura aura que antes lo rodeaba.

- Gran Revali...

El legendario Orni comienza a caminar de un lado a otro. Observó al pueblo, haciendo lo mismo con Teba.

- Ahora sí puedo apreciar lo fuerte que eres... a pesar de que aún te falta mucho que mejorar.

- Yo... – el Orni blanco quedó trabado en sus palabras. – Yo nunca podré superarte, Gran Campeón.

- Hace tiempo lo hiciste, pues trabajaste en algo en lo que a mí la vida no me alcanzó... la humildad. – dijo el campeón. – La esencia de un verdadero guerrero nace de un corazón sin aristas.

Teba quedó mudo con las palabras de su admirable guerrero, ante lo que este solo sonrió.

- Nunca es tarde para trabajar en mejorar nuestras carencias... por eso, te pido perdón por el daño que te hice a ti, a tu familia y a todo el pueblo.

- Eso... – Teba por fin pudo hablar, dando una pequeña pausa. – No necesita perdón. No estabas dentro de ti mismo.

- Aun así, debo reconocerlo. – respondió Revali. – Y por esa bondad que demuestras en perdonar mis actos, es por lo que te pido que continúes con mi legado.

Revali entrega a Teba su preciado arco de águila, causando que este último se quede sin aire.

- ¡La preciada arma del Gran Revali! – exclamó Teba, impresionado. – No, yo no pue...

- Debes hacerlo... – exigió el Campeón. – Créeme, lo vas a necesitar... y te aseguro que nos volveremos a ver.

- Gran Revali...

Recuerdos de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora