48. Perdones y reencuentros

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Siento que mi cuerpo se tambalea y se va para atrás, pero los brazos de Link me sostienen como siempre lo han hecho, con fervor y protección.

Por varios días he imaginado las miles de maneras en las que pretendía afrontar mi pasado, las memorias del anterior monarca de Hyrule, aquel padre que, hasta antes de la muerte de mi madre, fue el más amoroso y protector, pero después de eso se volvió frío, amargado y estricto, causando en mí inseguridades y culpas por no haber cumplido con sus expectativas. A pesar de eso, mi amor nunca cambió, aunque el resentimiento hacia él a veces me consumía.

Creí que volvería a saber a mi padre por medio de cartas, letras o pensamientos, pero nunca en su real imagen, aunque ya estuviera fuera de este plano.

Una vez que logro mantener el equilibrio, Link me suelta y se arrodilla ante mi padre, lo que me hizo recordar el gran respeto que siempre tuvo para él. A pesar del paso de los años, no ha perdido su sangre de caballero de Hyrule.

- Papá...

Con las manos temblorosas, camino lentamente hasta mi padre, quien estira su mano para tomar la mía... pero cuando intento tocar la suya, ocurre la misma situación que con Urbosa. Siento una cálida energía, pero nada más, como si una brisa me hubiera rozado los dedos y se esfumara en el vacío.

- Hija... Mi querida Zelda. – expresó mi padre, apenado al ver mi semblante entristecido. – Lamento tanto que me tengas que ver en este estado.

No puedo contener más el dolor y el impacto, lo que provoca que las lágrimas me traicionen y se desborden por todo mi rostro. A pesar de los temas inconclusos, de las heridas del corazón, hubiera deseado tanto poder abrazar a mi padre, recordar la calidez que me demostró cuando no era amargado ni exigente.

Estoy reviviendo el mismo vacío que sentí al reencontrarme con todos los Campeones.

- Majestad, es un gusto volver a verlo. – saludó Link, con la mirada agachada.

Ante el saludo de mi caballero, mi padre deja de lado su pesar y suelta una carcajada, lo que causa que tanto Link como yo nos sorprendamos. Reconozco que ver esa acción me reconforta, pues en vida lo vi sonreír muy pocas veces.

- Veo que no me hiciste caso, Link. – dijo mi padre, lo que causó que mi caballero agache aún más la mirada. – Ponte de pie, quiero verte al lado de mi hija.

Link se coloca a mi lado, pero con la misma distancia que mantuvo hace cien años, cuando era mi escolta; y después de todo lo que hemos vivido, no pienso tolerar algo así, por lo que tomo su mano con firmeza, delante de mi padre.

- ¡Zelda! – expresó Link, nervioso. – Quiero decir, princesa...

- Muchacho, es más que evidente el motivo por el que no obedeciste mi orden. – afirmó mi padre, empeorando los nervios de Link. – Tu corazón te dictó ir a rescatar a mi hija cuanto antes.

- Alteza... – mi caballero decidió calmarse y ser más serio para responder a mi padre. – Lamento mucho no haberlo obedecido, pero en ese momento, sin saber por qué, mi alma me obligó a ir a rescatar a su hija. No lo supe hasta hace poco, pero ahora que hemos viajado juntos todo este tiempo, mis sentimientos por ella son más que claros.

- Siempre lo supe...

Ahora soy yo la que agacha la mirada, sonrojada. Pensé que muy pocas personas cercanas sabían sobre lo nuestro, mas nunca imaginé que mi padre estaba dentro de ese grupo.

- Por algo te elegí como escolta de mi hija, pues eran amigos desde niños y nadie la iba a cuidar con el alma y corazón, como tú. – comentó el rey. – Además, al ser el héroe elegido por la Espada Maestra, tu alma deberá siempre estar ligada con la heredera del poder de Hylia.

Recuerdos de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora