9. Rabia

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Pasos metálicos se diluyen en el sonido del agua corriendo a mi alrededor, tan fresca y calmante, a pesar de que me siento algo intimidado. A mi lado se encuentran caminando hombres más grandes y corpulentos que yo, con los que solo tengo en común la armadura que tengo puesta. Sin embargo, según las palabras de mi padre y mi superior, mi fuerza física se encuentra superior al nivel de ellos, siendo esa la razón por la que me permiten ser parte del grupo.

Mi situación le llena de orgullo a mi padre...

Papá siempre que puede me dice que debo convertirme en un gran caballero, incluso superarlo a él. Y aunque me haga sentir halagado e importante, me llena de pánico no cumplir con sus expectativas. Incluso, en la mayoría de las ocasiones, prefiero seguir entrenando que jugar con los otros niños de la zona, pues no deseo cometer algún error que lo decepcione de mí.

Mi padre, el rey... todos quieren estar orgullosos. Mucho más ahora que en poco tiempo me iré del castillo para mi entrenamiento profesional a la Fortaleza de Akkala, el que será mi hogar por muchos años hasta que me reciba.

Me siento entusiasmado y comprometido con el deber que se me ha impuesto... pero al mismo tiempo culpable y devastado, pues mi alejamiento está lastimando a la persona más especial para mí, por la que daría lo que fuera para no verla llorar.

La estoy abandonando en el peor momento de su vida... y por más que le pedí a papá que aplacemos mi partida, no dio su brazo a torcer, indicando que la palabra empeñada al rey siempre se cumple.

Papá es bueno... pero también demasiado duro. Se volvió más serio desde la muerte de mamá.

Mamá... Recién ahora la menciono, y es algo tonto que me sorprenda, pues sin ella yo no existiría... ni tampoco la hermana que sé que tengo.

- ¿En dónde tienes la cabeza, muchacho?

Me doy la vuelta para ver a mi lado a un hombre de gran estatura y bastante robusto, al que para variar, cuando me encuentro en estas oníricas situaciones, no puedo verle el rostro.

No es mi padre, de eso estoy seguro, pero aun así lo siento sumamente familiar.

- ¿Qué tanto piensas, Link?

- En nada... – respondí nervioso. – Solo estoy ansioso por que lleguemos, abuelo.

¿¡Abuelo!? Lo que faltaba en mi vida, otro familiar perdido, otro vacío en el alma. Tanta confusión me hace dudar por momentos si me encuentro soñando o viviendo en el presente... mas lo último sería tan deseado, pues solo así no viviría en el limbo en el que me encuentro reviviendo una y otra vez.

- Vas a conocer la región Zora. – dijo mi abuelo, orgulloso. – Aún recuerdo cuando mi hijo... quiero decir, tu padre, vino por primera vez a esta zona a entrenar con la raza. Claro está que él no era un niño como tú.

Ya me siento un niño desde que me adentré a esta locura imaginaria, pasada o lo que sea...

- ¿Son muy fuertes los Zoras?

- Claro que sí. – respondió seguro. – Sobre todo he escuchado que la más fuerte y valiente es la hija de los reyes Dorphan y Ninfa, la princesa de la región.

- ¿Otra princesa?

- Así es. Y según he escuchado, su mayor fortaleza está en sus poderes mágicos y su capacidad de manejar el agua donde quiera que se encuentre. – explicó mi abuelo. – Quizás tengas suerte y la conozcas.

No recuerdo en qué momento la caminata se detuvo, por lo que me di cuenta de que llegamos a nuestro destino. Veo como mis compañeros se forman de manera ordenada, para después sentir como mi abuelo me da un empujón.

Recuerdos de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora