12. Pacto

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Sin recuerdos y a duras penas identidad, siempre me pones como prioridad, Link... incluso por sobre tu propia vida.

Ni cien años logran cambiarte...

La garra se ha convertido en una especie de fortaleza cristalizada que ha encerrado a Link. De no ser por él, en estos momentos me encontraría ahí, encapsulada. Tal y como Ganon me tuvo en varias ocasiones para torturarme o cuando lo hacía enojar...

Oscuridad total...

- Todo por tu culpa, princesita...

No puedo seguir mirando a Link encerrado en el ánfora, pues volteo a encontrarme con Mipha... o quien creo que es.

¿Dónde se fue la nobleza de Mipha? Ahora la reemplaza su misma imagen pero tomada por la oscuridad. El cuerpo de la Zora se encuentra posesionado por una armadura que me recuerda tanto a ciertas partes del cuerpo de Ganon. Su lanza ceremonial no existe, pues ahora es un arma cristalizada en azul, terrorífica y afilada. Ni qué decir del aspecto del rostro de Mipha, pues ahora su elegante coleta está rodeada por cabello rojizo que solo me trae malos recuerdos... y su mirada ambarina ya no es tal.

- ¿Qué hiciste con Mipha?

La villana comienza a burlarse de mi ingenua pregunta, lo que me hace sentir ridícula y humillada. La verdadera Mipha jamás tendría estas conductas, por lo tanto, no puede ser ella.

- Por supuesto que soy yo, princesa...

Ella comienza a caminar hasta donde me encuentro, pero el terror me tiene tan paralizada que no sé qué hacer, no puedo moverme. Me horrorizo más cuando coloca su mano en mi mejilla, tan helada y escalofriante.

- Claro que soy Mipha, frágil princesa. – respondió con la voz que conocía, la que ya no es dulce y apacible. – Solo que ahora estoy perfeccionada, y todo gracias al señor Ganon.

Una vez que deja de tocar mi rostro, se acerca hasta la urna de cristal, en donde Link permanece dormido y con un rostro perturbado. Mipha acaricia el pedestal, roza su rostro contra él. Me hace sentir tan incómoda el ver cómo hace eso. Sobre todo porque ella y yo compartimos tantas cosas, secretos y confesiones, cuya prueba tangible es el traje que me encuentro portando.

- Todo lo que les he dicho es cierto, princesa. – habló Mipha, sonriendo horriblemente. – Llevo aquí encerrada cien años, y todo por culpa de la bestia a la que me enfrenté, pero se lo agradezco... pues gracias a ella soy más fuerte.

- ¿Qué?

- El monstruo con el que me enfrenté era una ramificación del amo Ganon, la simbología de su ira hacia ustedes. – relató, mientras yo sentía que desfallecía. – Cuando pensé que había sido vencida, asesinada por esa bestia, se fusionó conmigo. Desperté y me encontré con esta encantadora imagen. Me enseñó que poseo una fuerza más allá de mi entendimiento, pero para mantenerla tuve que quedarme en este lugar por un siglo... esperando mi momento.

Las manos de Mipha vuelven a posarse al cristal donde Link yace inconsciente, deleitada y deseosa, mirándola de manera enfermiza. Después me observa a mí, burlona, descarada.

- Siempre quise tener a Link conmigo, y por tu culpa nunca pude hacerlo. Tu maldita presencia siempre está interponiéndose.

- ¡Tú no eres Mipha! – reclamé enojada. – Ella jamás me dirías estas cosas.

- ¡Esta soy yo! ¡Siempre he sido yo! – exclamó, separándose de la urna y caminando hacia mí. – Pero perfeccionada, ya no la misma tonta que solo pensaba en sanar a otros, en querer ver a Link feliz... así no sea conmigo.

Recuerdos de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora