41. Damas del desierto

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Urbosa... es la primera vez que pronuncio tu nombre fuera de mis pensamientos, en voz baja y al mismo tiempo temerosa, pues aún no puedo perdonarme tu permanente ausencia.

- Zelda... ¿Qué te ocurre?

No me siento digna ni siquiera de pensarte...

- ¿Te sientes mal? – preguntó Link, tomando con delicadeza mis hombros. – Estás pálida.

- Link... ¿Recuerdas a Urbosa?

Mi caballero mira al suelo, callado, y aunque no lo diga, sé que se siente avergonzado de responderme su negativa respuesta. Podría afirmar que hasta lo envidio, pues hay cosas que quisiera arrancar de mi mente y corazón. Sin embargo... no puedo seguir siendo una evasora.

- Tranquilo, Link. – hablé, mientras levantaba la mirada de mi protector. – Yo puedo contarte todo.

Suelto un suspiro antes de empezar mi relato... el que se ve interrumpido por una pesadez espantosa en el ambiente; al mismo tiempo que Link, con suma rapidez, se coloca delante de mí para protegerme.

No puedo creer que tenga el descaro de aparecerse frente a nosotros... ante mí.

- Astor... – pronunció Link, lleno de rabia.

El ex canciller solo sonríe ante la repulsión de Link, sin embargo, poco después lo ignora y se enfoca a mí, en perpetuo silencio. Vuelve a lanzarme aquella oscura mirada que me causó tanto miedo de niña, la que siempre me dio desconfianza desde que lo conocí. Sin embargo, ya no soy aquella pequeña que se desplomaba si no tenía a su madre cerca... pues tuve que aprender a hacerme fuerte sin ella.

- Debí imaginar que tú estabas detrás de todo esto, Astor.

- Vaya, princesa... – dijo el hombre con ironía. – ¿Por qué tanta determinación en su mirada? ¿Ya no le da miedo mi presencia?

- ¿Miedo? – pregunté enojada. – ¡Asco es lo que me da! ¡Indignación! ¿Cómo te atreves a aparecer delante de mí después de todo lo que hiciste? ¿¡Después de haber asesinado a mi madre!?

Quiero llorar, pero me aguanto, no permito que ni una lágrima corra por mis mejillas, pues no me quiero mostrar débil ante mi peor enemigo. Link, a pesar de escucharme, no voltea ni un solo segundo, pues sé que su prioridad es mi seguridad. Ya no soy su princesa simplemente, pero aun así quiere seguirme protegiendo como tal.

Astor solo hace una mueca de fingida sorpresa ante mi real acusación.

- ¡Princesa! ¿Cómo usted puede pensar así de mí? – dijo, haciéndose el ofendido. – Yo sería incapaz.

- Bastardo... tú me lo confesaste. – dijo Link, controlándose ante la burla de su enemigo.

- Pues qué te diré, Zelda... tu chismoso caballero te dio bien la información, mas no los completos detalles. – dijo Astor. – Tu madre solamente tuvo el final que se merecía, el de toda zo...

Me impacto al ver que Astor silenció sus palabras, y no precisamente por su carente prudencia. Link, enardecido, le dio un puñetazo en la cara, enviándolo al suelo. El ex canciller se reincorpora ofendido, mirándolo con odio, mientras de sus labios sale un hilo de sangre.

- No oses insultar a la reina con tu asquerosa boca...

- ¿¡Cómo te atreves a tocarme la cara, imbécil!? – reclamó el villano.

- ¿Has sangrado? – preguntó Link, en tono burlón. – La última vez que nos vimos, cuando me rescató el lobo, no te hice ni un rasguño, pero ahora con este simple roce estás herido. Parece que alguien está perdiendo sus poderes.

Recuerdos de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora