46. Reminiscencia en la piel

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Nunca se imaginó estar respirando la brisa del desierto después de un siglo de silencio, encierro y tortura. Urbosa había regresado a su tierra, quizás en un estado diferente, pero siempre enlazada con sus raíces.

A medida que la antigua matriarca llenaba su alma con la vista del amanecer, Naboris caminaba hasta su nueva morada, aquella montaña que le permitiría vigilar la casi totalidad del reino, lo suficiente para atacar a su enemigo, dondequiera que se encontrara. Una vez llegó a su destino, la bestia se colocó en posición de descanso.

- Nabooru... – mencionó la matriarca, en la cabeza del artefacto, a medida que su mente se trasladaba a la historia de ese nombre. – Sabia de la tribu Gerudo aclamada por las leyendas. Y tú, Naboris, bestia divina nombrada en su honor... también formas parte de la leyenda.

Urbosa, en ese momento, se preguntó si ella habría llegado a ser tan valiente y digna como aquella guerrera de antaño, la que, junto con el Héroe del Tiempo, selló al enemigo. Eso quizás no lo sabría, pero aun así se sentía orgullosa de seguir con su legado.

- Hace cien años, nos dejamos vencer muy fácilmente por ese ser... – reconoció apenada. – Pero esta vez correremos con mejor suerte.

Aunque se sentía aliviada de que su alma se encontrara liberada, aún existía un malestar en su ego por haber sido derrotada. Quizás, al igual que Zelda, sintió un dejo de inseguridad ante el enemigo... pero más que todo vergüenza por su origen.

- Dicen las leyendas que la forma humana de Ganon perteneció a nuestra tribu en una pasada época. ¡Cuánta deshonra! – reconoció apenada. – Por eso mismo debemos enfrentarlo con todas nuestras fuerzas. ¡Nadie manchará el honor de las Gerudo!

Colocó una mano en su pecho, tratando de calmar la indignación de su alma.

- Más vale que Ganon se prepare... porque cuando Link y Zelda se enfrenten a él se arrodillará ante nuestro poder. – dijo orgullosa. – Espero impaciente a que llegue ese momento...

La matriarca comenzó a reírse a carcajadas, perdiéndose por un instante en la cómica y humillada imagen de Ganon de rodillas ante ella. Hasta al mismo Astor lo imaginó de esa manera.

Una vez calmó su humor, su vista quedó fija en la ciudadela Gerudo, aquella tierra que la vio nacer y que por siempre sería parte de su historia y corazón.

- Akil, gracias por tu amor y paciencia. – dijo sonriendo con nostalgia. – En poco tiempo estaremos juntos en la eternidad, pero antes necesito terminar con mi misión.

Poco después, la mirada de Urbosa se centró en la lejanía de la ciudadela Gerudo, específicamente en su palacio. Ahí se encontraba alguien que había captado su completo interés.

...

La joven Riju estaba ansiosa en el balcón de sus aposentos, observando la nueva posición de Vah Naboris en la montaña.

- Zelda lo logró... – dijo conmovida.

Nunca tuvo dudas que la princesa conseguiría la victoria, pero aun así, no podía dejar de sentirse admirada, sobre todo agradecida, pues ahora el desierto gozaba de paz.

- Nuestra tierra ha sido liberada de las garras del mal... Y ahora me toca a mí hacerme responsable. ¿Será posible eso?

- Ya lo estás haciendo una realidad...

La joven matriarca, espantada, se dio la vuelta y se encontró con una imagen que volcó por completo su corazón. Por un ínfimo instante, pensó que se trataba de su madre, pero luego se dio cuenta de que era alguien más.

Recuerdos de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora