40. El invencible Maestro Kogg

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Frío, calor... no existía otra sensación, ni un punto medio. El desierto, siempre tan letal.

Viendo que sus planes no salían como lo esperaba, Astor decidió tomar un camino diferente para cumplirlos. Claro está, para él, las razones simplemente se debían a "fallas técnicas" sin importancia.

- Creo que el único error que he cometido todo este tiempo es dejarme llevar por mis pasiones. – dijo el villano, indignado. – Sigo tan enfrascado en la traición de Selene que no he visto que tengo demasiados elementos a mi alrededor para acabar con ese par de mocosos... y es ahora qué pienso utilizarlos.

El ex canciller sabía que el punto débil de Link y Zelda no eran únicamente los retazos del pasado, sino del presente, y por esa razón había decidido buscar alianza con los únicos seres, aparte de él, leales a Ganon.

Los Yigas...

Desde que la penúltima bestia divina fue vencida, Astor recordó a unos viejos enemigos de la familia real, quienes habían renegado y traicionado a su propia sangre en un acto de rebeldía a la corona, decidiendo así seguir a Ganon.

Los Yigas son una mezcla de inteligencia, fuerza, pero al mismo tiempo estupidez y conveniencia. Eran capaces de cometer los actos más deplorables con tal de conseguir sus objetivos, y al mismo tiempo contentarse con una habitación repleta de bananos. Elaborados y básicos a la vez, una mezcla fatal si no se la sabe manejar correctamente.

Astor se sentía capaz de manipularlos a su antojo, simplemente tenía que darles lo que querían a cambio de que cumplan con sus objetivos... Algo sencillo y sin tener que ensuciarse las manos.

Una vez que Astor llegó a la secreta guarida, pidió audiencia con el máximo líder de los Yigas, el maestro Kogg. Lo recordaba como un hombre sin cerebro, primitivo, pero que por alguna extraña razón influenciaba de manera brutal en sus esbirros, pues estos, literalmente, daban la vida por él, viéndolo como casi como un dios.

Como era de esperarse, el día que él llegó a la guarida de los Yigas no quisieron dejarlo pasar, pero nada que una ofrenda de bananos no pudiera resolver, y sobre todo con la interesante propuesta de alianza que traía para el cacique.

Astor recordó la reunión desde la oscuridad de sus misteriosos aposentos...

*.*.*.*.*

El ex canciller miraba complacido la euforia del maestro Kogg ante la tal cantidad de bananos a sus pies, y no porque él también buscara ganarse su protección o algo parecido, sino por el plan que tenía en mente.

Luego de unos segundos de dejarse llevar por su emoción, el líder Yiga cambió su postura a una más rígida. De la nada y rápidamente sacó a relucir una de sus dagas y la colocó cerca de la yugular de Astor, quien ni se inmutó un poco ante esa agresión, sino todo lo contrario.

- ¿Quién eres, forastero? – preguntó amenazante. – ¿A qué has venido?

- ¿Le gustó mi presente, maestro Kogg? – preguntó Astor, sonriendo con supuesta cortesía.

- ¡Soy yo el que está haciendo las preguntas!

- Mi nombre es Astor y he venido a usted para pedirle un favor... claro está, pagado con otro del mismo valor.

- Tal como lo imaginé, los bananos no fueron gratis.

- Nada en esta vida lo es, maestro Kogg. – dijo Astor. – Todos tenemos deudas que pagar, o caso contrario, cobrar... como una bastante vieja que usted tiene pendiente.

- ¿De qué hablas? – preguntó el Yiga, confundido.

- ¿Me sueltas? – preguntó, ahora tomando la confianza de tutearlo. – Dudo que me escuches bien si tengo una daga en mi garganta.

Recuerdos de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora