𝗣𝗼𝗲𝘁𝗿𝘆.

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El proyecto de literatura que les habían dado para ese fin de semana lo tenía de los nervios. Cada fin de mes ellos tendrían un trabajo grupal o en parejas que deberían presentar a toda la clase, una completa pesadilla.

Poesía, está seguro de que jamás ha leído un poema en su vida y si lo está haciendo ahora es porque Leiko está a su lado asegurándose de que lo haga. ¿Por qué iba en el centro de la hoja?, ¿Y por qué sonaba como canción si lo decías en voz alta?.

—No entiendo.—Se quejó.—¿Y si mejor me lo lees tú?.

—Y después dices que no estás malcriado.—Iba a protestar pero Leiko le arrebató el libro de las manos para comenzar a leer;

—Me levanté temprano y anduve descalza

Por los corredores: bajé a los jardines
Y besé las plantas
Absorbí los vahos limpios de la tierra,
Tirada en la grama;
Me bañé en la fuente que verdes achiras
Circundan. Más tarde, mojados de agua
Peiné mis cabellos. Perfumé las manos
Con zumo oloroso de diamelas. Garzas
Quisquillosas, finas,
De mi falda hurtaron doradas migajas.
Luego puse traje de clarín más leve
Que la misma gasa.
De un salto ligero llevé hasta el vestíbulo
Mi sillón de paja.
Fijos en la verja mis ojos quedaron,
Fijos en la verja.
El reloj me dijo: diez de la mañana.
Adentro un sonido de loza y cristales:
Comedor en sombra; manos que aprestaban
Manteles.
Afuera, sol como no he visto
Sobre el mármol blanco de la escalinata.
Fijos en la verja siguieron mis ojos,
Fijos. Te esperaba.


Él no sabía una mierda de poesía pero estaba seguro de algo. Esa tal Alfonsina Storni había escrito aquel poema sólo para que ella se lo leyera. Incluso se había sentido en aquel jardín por unos segundos, ¿Por qué Leiko no consideraba ser actriz?. Su voz era tan bonita, al igual que sus labios moviéndose al compás.

—Leeme más.—Pidió acomodandose en sus piernas como si estás fueran un par de almohadas.—Por favor.

—Keisuke-kun, él trabajo.—Negó.—¿No lo vas a hacer?.

—No, quiero que me leas más.

—Puedo leerte cuando termines tu parte del trabajo, Yamada se va a molestar si no lo haces, recuerda que su nota será la misma.—Eso era lo peor de todo, su maestra les había asignado parejas por sorteo. No Era justo.

—Que se enoje, le parto los dientes de caballo que tiene de un-

—Ya, no pelees.—Acarició su mejilla, sentía como la piel del chico ardía bajo su tacto.

Las facciones del rostro de Baji eran sumamente lindas. Sus mejillas eran blanditas y suaves, y sus labios casi siempre tenían un tono rosa natural. Las pestañas negruzcas abrazaban sus orbes ámbar brillantes de una forma en la que los hacían parecer dos pares de perlas. Pero definitivamente lo que más le gustaba era su sonrisa, pues sus colmillos salían a la luz y sus ojitos se achinaban, además al hacerlo unos casi imperceptibles hoyuelos la hipnotizaban.

Tal lindo, Baji era un chico precioso. Le gustaba, si, ya lo había aceptado incluso. Pero ¿Él también gustaría de ella?.

—Leiko.—Soltó un pequeño ruido de pregunta, él escuchar como decía su nombre de forma tan suave la dejaba incapaz de hablar. No había notado siquiera como se habían acercado lentamente.

La mano del chico se escabuyó hasta llegar a sus cabellos, comenzó a hacerle piojito tal y como ella hacia con él. Comprendía por qué le gustaba tanto, Se sentía excelente. Cerró sus ojo un instante disfrutando del ambiente y las caricias.

Baji se había levantado de sus piernas sin alejar sus dedos de su cabello, lo vió expectante. Ambos estaban sonrojados y sus respiraciones eran lentas, sus corazones latían con ímpetu. Aquellas pupilas la miraron con anhelo.

—¿Puedo besarte?.—Preguntó él, Dios, eso se había escuchado tan bien.

—Por favor.—Y con ello fue suficiente para que con el tacto que poseía sobre ella, y que había bajado hasta su nuca, la acercara lentamente hasta que sus labios chocaron.

Él primer beso que se dieron sabía al caramelo de miel que habían comido antes de estudiar. Sus belfos chocaron de forma dulce y torpe, ambos carecían de experiencia previa alguna. Ella pasó sus manos por el cuello de él y Keisuke llevó su brazo libre hasta la parte baja de su espalda atayendola hasta su cuerpo lo más posible sin quitarle por completo el espacio. Todas sus teorías anteriores habian sido acertadas, besarla se sentía como el maldito cielo. Estaban transmitiendo aquel gusto inocente que tenían en común, incluso temblaron un poco por la sensación tan avasalladora. Sus mentes estaban en un trance donde el contrario era protagonista.

La falta de aire fue culpable de su separación, ambos mantenían sus párpados cerrados recuperándose de las nuevas sensaciones que habían descubierto en brazos del otro, sus respiraciones erráticas eran lo único que sonaba en todo el departamento.

No dijeron nada y volvieron a besarse, ahora de forma más coordinada. Aquello se había convertido en la nueva adicción de ambos, si bien no era algo prohibido se sentían como si hubieran probado la manzana del Edén. Algo íntimo y puro había nacido entre ellos ahí, y lo más importante; era mutuo.

[...]

—Keisuke-kun, eso lleva tilde.—Le corrigió. Habían pasado aproximadamente una media hora perdidos en los labios del otro, habían olvidado que el tiempo pasaba y que al día siguiente era lunes, el día de la exposición.

—¿Quién inventó los tildes?, lo odio.—Gruñó corrigiendo su error para seguir escribiendo.

—Mejor sigue, ¿Quieres un té?.

—Si, por favor.—Asintió yendo a la cocina del chico, que ya conocía de memoria, para comenzar a prepararlo.

Al contrario de lo que ocurría con otras personas, luego de los hechos, ellos se sintieron bien. Si es que había algún muro para tener contacto antes, este se había derribado, estaban cómodos el uno con el otro. La confianza que se tenían se había afianzado aún más. Si bien los nervios aún estaban, porque eran inevitables, él ambiente estaba plagado sólo de la felicidad que aquello les había causado. Ahora se preguntaba por qué en los mangas luego de besarse no podían verse a la cara, ella sentía todo lo contrario. No quería volver a separarse de Baji en su vida, su cercanía y saber que sus sentimientos eran correspondido le provocaba una sensación que no podía explicar, como una calma en su interior que podía aplacar cualquier otro problema.

—Ten, ¿ya terminaste?.—Dejó ambas tazas en la mesa volviendo a sentarse.

—Casi, estoy en la penúltima línea.—Asintió bebiendo un poco de su té. Ella lo tomaba sin endulzar mientras que a Keisuke tenía que ponerle tres cucharadas de azúcar.—¡Terminé!, ah, me duelen los dedos.—Se quejó sintiendo como estos recién podían volver a bombear sangre.

—Como premio podemos ir a comprar Yakisoba.—Le sonrió.

El pelinegro no se aguantó de robarle un pequeño y casto beso, una recompensa por su arduo trabajo.

—Me gustan los premios.

𝘿𝙧𝙪𝙜𝙨&𝘾𝙖𝙣𝙙𝙮.-𝙆𝙚𝙞𝙨𝙪𝙠𝙚 𝘽𝙖𝙟𝙞.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora