Acarició a Yun sintiéndose un poco miserable, no, muy miserable.Los cólicos la estaban matando, literalmente no podía levantarse de la cama sin sentir que le apuñalaban la parte baja del vientre. Había llamado entre llantos a Chifuyu, pues realmente le avergonzaba que su novio la viera en ese estado.
—Te preparé un té, beber algo caliente te hará sentir mejor, Lei.—Asintió con el puchero en sus labios.—Debo irme a clases, le avisaré a Baji que estas enferma y que te deje descansar.
—No, quédate aquí conmigo, te lo ruego.—Lo que menos quería en ese instante era estar sola, si el rubio se iba literalmente se largaría a llorar.—Fuyu.—Lloriqueó al verlo dudar.
El rubio jugó con sus dedos, indeciso, pero al ver como la pelinegra realmente lo veía con necesidad suspiró y le sonrió, cayendo en sus encantos.
—Esta bien, me quedaré a cuidarte hoy.—Sonrió contenta antes de sentir una nueva puntada tan fuerte que le sacó un quejido.—Pero primero iré a la farmacia por alguna pastilla.
Porque suponía que existían pastillas sólo para eso.
—Pero apresurate, o me muero.—Rió por el chantaje y se acercó para dejar una caricia en la cabeza de la joven, está cerró sus ojos disfrutando el contacto.
Chifuyu era cálido, sentía su aura familiar. Como cuando su padre la cuidaba en aquellos días cuando aún vivían juntos. Ese mismo sentimiento la daba un poco de paz dentro de su dolor, bebió del té que le había entregado para sentir el líquido caliente bajar por su garganta aliviando la sensación fría que tenía adentro.
Pues aunque era verano, sentía que estaba congelandose.
—Intentaré no tardar mucho, toma todo y intenta dormir, ¿sí?.—Asintió obediente, no estaba en condiciones de discutir o ser obstinada en aquel momento.—Cualquier cosa llamame, voy a correr hasta aquí.
—Gracias, Fuyu, eres el mejor.—Movió su cabeza para que este volviera a acariciarla por una última vez, el ojiceleste la veía enternecido, ella parecía un pequeño gatito buscando mimos.
Le daban ganas de abrazarla y cuidarla de todo mal, no soltarla jamás.
Salió del apartamento sintiendo una brisa fresca, bajó los escalones tarareando aquella canción extranjera que había escuchado en la radio el día de ayer. La imagen de Leiko acurrucada, despeinada y sin maquillaje pidiéndole que no la dejara sola era algo que jamás en su vida desaparecería de su mente.
A dos cuadras del edificio en dirección contraria a la escuela había una pequeña farmacia de veinticuatro horas, apresuró el ritmo, no quería que la pelinegra siguiera sufriendo más tiempo.
Entró y se sorprendió tapándose de cara con un pelimorado.
—Chifuyu, Hola.
—Mitsuya...—Murmuró.—¿Qué haces en la farmacia?.
—Mana está enferma así que vine a comprar su medicina.—Meneó frente a él la pequeña bolsita café de papel.—¿Y tú?, ¿Te ocurrió algo?.
—No, vine a comprar medicamentos para Leiko, está con esos dolores.
Aquello fue suficiente para que el mayor comprendiera, pasó una mano sobre el hombro del rubio dándole ánimos.
—Baji debió venir a comprarlos, no mandarte a tí.—El ojiazul tragó duro.
—En realidad...—Farulló.—No le digas a Baji que me viste aquí, por favor.
—¿Eh?.
—Leiko me llamó para que la ayudara porque le avergüenza que él la vea así, tal vez la situación podría malinterpretarse.—Takashi asintió comprendiendo.
—No te preocupes, deseale a Leiko que se mejore de mi parte.—Se despidió dejando palmaditas en su hombro para luego salir de la tienda.
¿Por qué Chifuyu se había puesto tan nervioso si se supone que es el mejor amigo de la pelinegra?. En realidad él no veía por qué Baji debería malinterpretar que la cuidara cuando estaba enferma.
Dejó salir una mueca, algo de ahí no le cuadraba.
[...]
—Eres el mejor, me salvaste.—Le agradeció terminando de pasar la pastilla con agua.—¿Podrías subirle a la calefacción?, aún tengo frío.
Chifuyu la vió consternado, en ese lugar habían como cincuenta grados ya.
—Está en el máximo Lei.—Respondió.—¿Por qué no te pones otro suéter?.
—No, ya con suerte me puedo mover.—Se quejó esta como niña pequeña.—Tengo frío.
Miró por toda la habitación buscando algo que la ayudara a sentirse mejor, ¿Tal vez si le ponía otra manta encima?, ¿O si le preparaba otro té?.
—Fuyu.
—¿Sí?.
—Te quiero.
Su corazón se aceleró de una forma que no pudo controlar. Sus mejillas se encendieron como un par de faroles en el festival de primavera y un chispazo recorrió su cuerpo desde su espina dorsal hasta su cabeza. Sus labios temblaron y sólo pudo quedarse quieto en el lugar con la vista algo nublada.
Ella lo quería, no lo dudaba, se lo demostraba constantemente. Pero que lo dijera, mierda.
Lo había dejado en mal estado.
Salió de si cuando escuchó los pequeños ronquidos, Leiko se había quedado dormida. Se veía tan indefensa, con la boca levemente abierta y sus pestañas rozando su pómulo, un rojo adoraba la punta de su nariz al igual que sus mejillas, se acercó para pasar el dorso de su índice sobre una de estas, sintiendo la calidez de la tersa piel mientras alejaba los mechones negruzcos de su rostro.
Fijó su mirada en sus labios, rojizos y algo húmedos. La sensación atrayente hacia ellos era más poderosa que cualquier clase de auto control existente en sí mismo, se agachó para quedar frente a frente a Leiko.
¿En serio podía ser tan mala persona como para besarla en esas condiciones?, A ella, su mejor amiga, la novia de su mejor amigo.
Se alejó de inmediato, sintiéndose asqueado consigo mismo. No podía creer haber considerado la mera idea de hacer aquello, ¿qué le estaba pasando?. Estaba enloqueciendo.
Revolvió sus cabellos desesperado por la situación y con cuidado se dejó caer completamente al suelo. Ahora temblaba, pero aguantando las ganas de llorar como un niño por la impotencia que le causaba toda aquella situación.
¿Qué debería hacer?.
No lo sabía, realmente no lograba encontrar una respuesta que le diera tranquilidad. Tenía miedo, rabia, vergüenza.
Pero al mismo tiempo aquellos lazos con ellos le causaban una felicidad enorme.
Estaba perdiendo y ganando todo a la vez.
—Maldita sea.
Murmuró cuando al fin las lágrimas recorrieron sus mejillas. Aguantó los sollozos para no despertar a la chica que dormía tan plácidamente, no sabía bien si era porque quería dejarla descansar o porque no sabría que responder cuando preguntara la razón de su llanto.
Sólo dejó todo salir, esperando que las gotas saladas se llevaran el amor que le tenía de una vez por todas.
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𝘿𝙧𝙪𝙜𝙨&𝘾𝙖𝙣𝙙𝙮.-𝙆𝙚𝙞𝙨𝙪𝙠𝙚 𝘽𝙖𝙟𝙞.
Fanfiction𝘿𝙧𝙪𝙜𝙨&𝘾𝙖𝙣𝙙𝙮.-"Tú y yo somos como drogas y dulces..." Keisuke, Chifuyu y Leiko se conocieron cuando el pelinegro repitió grado. Los tres vivían en el mismo edificio y tenían una gran afición a los perritos. Eran demasiadas coincidencias com...