Interlude; Princess.

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Una pequeña Leiko de cinco años veía la televisión mientras en la cocina un rubio estaba preparando dos botes de pasta instantánea para ambos, estaban solos en la residencia. Cosa nada extraña para ellos a esas alturas.

Akise se apegó a la puerta para ver a su hermanita chillar emocionada por aquel programa de colores pasteles brillantes. Por la mañana la había vestído con su vestido rosa favorito, aquel que estaba lleno de volantes y que la hacía parecer una princesita. Corrección, a sus ojos, Leiko es una princesa.

Había llamado a Yoora ya casi veinte veces, sin obtener respuesta más allá de el buzón de voz. Esperaba con toda su alma que ella no preguntara, se le rompería el alma si tiene que mentirle una vez más.

¿Qué sería de su Lei-chan en un futuro?.

Le encantaría verla convertirse en una gran cantante, pues eso era lo que ella soñaba se desde que vió una película acerca de ello. Tal vez que encuentre un buen hombre, se case y tenga una familia. Sólo esperaba verla ser feliz.

Realmente a veces no sabía lidear con algunas cosas, puesto que antes de que su padre llegara con ambas féminas un día hace ya casi un año atrás, él jamás había convivído con una niña tan pequeña. Aún así, le alegraba tenerla a su lado y ya no tener que pasar esas tardes sólo mientras esperaba que su progenitor tal vez llegara a casa temprano aquél día.

Ella era como una lucecita en la tormenta, no iba a permitir que los adultos la apagaran con sus problemas estúpidos.

Tenía entendido que la madre de la niña, Yoora-san, había dejado a su esposo, él padre de Leiko, para irse a vivir con su padre. Eso le daba sentido ahora a por qué al principio la niña lloraba pidiendo ver a su papá, le parecía injusto para ella, pero no tenía ni voz ni voto en aquello.

El apreciaba a la madre de Leiko, pues dentro de todo ella no era mala con él, pero jamás podría perdonarle lo que hacía con su hija. Pues Aunque pensaran que no lo sabía, es consciente de que ella poseía un trabajo bastante cuestionable en el barrio rojo de Shibuya, si era sincero no entendía el por qué; su padre trabajaba para mantenerlos a todos. Pero de nuevo, prefería mantenerse al margen.

De todas formas, él siempre estaría ahí para su pequeña hermana. Sin importar qué, lo único que la separaría de ella sería la muerte.

Sirvió los fideos en su plato de princesas y él sencillamente decidió comer desde el mismo recipiente. Luego de comer le pondría su pijama, revisaría si tiene alguna tarea para ayudarle a hacerla y luego la llevaría a la cama. Él limpiaría lo que ensució duramente el día mientras duerme y tal vez en el mejor de los casos alguno de los dos adultos a su cargo llegue pasado la media noche con olor a alcohol y cigarrillos baratos.

—Princesa, a comer.—Dicho y hecho, en segundos ya la tenía en la cocina con una sonrisa y juntando sus manitos contenta.

—¡Nii-san!, ¿Y mamá?.—Oh, mierda.

—Ella...—No sabía que excusa más inventar a esas alturas.

—¿Ella nos abandonó?.

Su corazón se rompió con esa pregunta tan inocente. Se puso en cunclillas para poder quedar frente a ella y sólo la abrazó.

¿Qué podía hacer para cambiar esa realidad?.

[...]

—Akise nii-san, ¿cuándo va a venir mi papá?, me prometió que iríamos a ver a los delfines en mi cumpleaños.—Fue lo primero que ella preguntó cuando cumplió los seis.

Las cosas en casa no habían mejorado mucho, por no decir que empeoraron. Su padre consiguió un puesto más alto en su empresa pero eso significaba pasar aún menos tiempo en casa, Yoora-san en cambio no llegaba hace dos días.

𝘿𝙧𝙪𝙜𝙨&𝘾𝙖𝙣𝙙𝙮.-𝙆𝙚𝙞𝙨𝙪𝙠𝙚 𝘽𝙖𝙟𝙞.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora