𝗣𝗶𝗰𝘁𝘂𝗿𝗲.

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Sábado en Hokkaido a comienzos de primavera, un sueño.

Aunque no habían podido ir al festival en Tokyo, pues su período y colicos la habían atacado justo esos días, nadie les quitaría la oportunidad de ir a recorrer aquellos caminos rodeados de cerezos. Tan delicados y elegantes, sus manos como siempre estaban entrelazadas. Habían desayunado en un puesto de Waffles con formas de gatitos, Baji se quedó quince minutos viéndolo sin querer comerlo.

—Nosotros nos vamos a las tiendas, tu padre va a llegar en unas dos horas así que Mantenganse atentos.—Finalmente Rioka había sido su mayor aliado, pues no se tomó nada mal que Keisuke y ella fueran pareja, al contrario. Incluso dijo que el cabello de Takemichi siempre le pareció ridículo.

—Si, gracias chicos.—Les sonrió a ambos despidiéndose con un ademán de mano, Baji estaba ocupado ignorandolos por ver como había un perrito jugando en el césped, no notó cuando se fueron.

El día anterior habían encontrando un puesto de ramen en el centro, lastimosamente no tenían Yakisoba, comieron y al rato recibieron la llama histérica de su primo preguntando donde estaban. Al final se reunieron en un punto en común y pasaron la tarde en casa comiendo carne asada con su padre, al menos había comprado suficiente tomando en cuenta que sus dos invitados y el imbecil que los acompañaba comían como camioneros.

—Keisuke-kun, ¿Quieres acariciarlo?.—Aquello fue como si hubiera encendido un botón de felicidad en su novio, este asintió rápido y tiró de ella para acercarse al can.

Una pequeña bolita de pelos café, adorable. De inmediato al verlos se les acercó meneando su colita, soltó su mano para dejarlo agacharse y jugar un rato con él a gusto. Eran tal para cual, el perrito ahora no quería despegarse de Baji, sacó su pequeña lengüita para lamer su rostro, rió enternecida por lo lindos que ambos se veían.

Tentada, tomó su teléfono para capturar su próximo fondo de pantalla. Ahora que lo pensaba ellos no tenían fotos juntos, debía arreglar aquello más tarde, ahora quería ver como el cachorro se revolcaba en el césped junto a su chico.

—¿Nos lo podemos quedar?.

—Ya tenemos a bebé Yun, Keisuke-kun.—Se encogió de hombros, además a su madre no le gustaban los perros.—Lo siento.

—Pero...—El pelinegro comenzó a divagar, no sabía si reír por lo gracioso que se veía o llorar porque realmente parecía querer llevarse al perrito.

—Hagamos algo.—Propuso llamado su atención.—Preguntemosle a mi papá si acepta quedárselo, así al menos no se quedará en la calle.

—¿Hablas en serio?.—Asintió y de inmediato sintió dos cuerpos sincronizados tirarla al suelo, besos en una mejilla y languetazos en la otra.—Gracias, Gracias, Gracias.

¿Sería mucho pedir estar así el resto de su vida?.

[...]

—Entonces como le ponemos.—Todos los hombres estaban sentados en la mesa viéndose de reojo, casi como si estuvieran en una reunión de la mafia. Suspiró siguiendo en lo suyo, cocinar la cena. Que se sacaran los ojos si querían.

—Vas a estar rodeado de ellos toda tu vida, acosumbrate.—Le habló al perrito que la miraba como preguntando que ocurría. No fue difícil convencer a su padre, después de todo él si amaba a los perros.

Se dedicó a cortar los trozos de pollo en tiras para luego tirarlos al sartén con mantequilla, pimienta, ajo picado y sal. Luego los pasaría por harina, huevo y panko para que Rioka los fiera, ella no se acercaría al aceite hirviendo jamás.

—Ten, no me pongas esa cara.—Le dió un trocito de la carne al animal, este la recibió y se fue de la cocina triunfante. Negó, parecía un niño.

—¡Pelusa es nombre de chica!.

—¡¿Eh?!, ¡¿Y acaso no parece eso?!.

Dios, que bueno que se había llevado a la cocina la colección de cuchillos de su abuelo.

—¡Leiko!.—El grito fue unánime, los ignoró. No quería meterse en esa discusión.

—¡Hija, ven aquí!.

—¡No, dejen de actuar como niños de Kinder!.—Reclamó siguiendo en lo suyo. Un par de vueltas más y el pollo estaría en su punto. Escuchó como una de las sillas se movía y pasos acercarse hasta la cocina, tomó otro de los sartenes listo para golpear a Rioka en la cabeza pero su novio apareció por la puerta cerrando tras él, la discusión se agravó, jamás había escuchado a Chifuyu gritar tanto.

—No quisieron ponerle Gohan.—Se quejó estirando sus brazos para que lo abrazara. Negó dejando los utensilios en la mesada y cumplió aquel capricho.—Huele bien, ¿qué estás preparando?.

—Les estoy haciendo apanados de pollo, pero para tí hay una excepción.—Le susurró poniéndose de puntillas para intentar llegar a su oído.

—¿Me hiciste un menú especial?.—Abrazó a su novia con más fuerza, Ni su madre de pequeño hacia eso por él.

—Cuando fueron a la tienda de mascotas me separé un segundo para comprarlo, es instantáneo pero prometo hacerte casero cuando volvamos.—Ella se separó un poco para apuntar el paquete de fideos Yakisoba.

Dios, es que él no podía con gestos así. Leiko definitivamente quería matarlo. Tal vez parecía una estupidez pero en su corazón significaba demasiado, pues se dio el tiempo de buscar y comparle algo que en realidad no era necesario pero sabía que lo haría feliz. Cosas como esa eran por las que estaba tan perdido en la chica, nadie más que ella iba a tener esos cuidados con él.

—Te quiero.—Murmuró viéndola con ojos brillantes.—Mucho.

—También te quiero mucho.—Leiko tiró de su camiseta para alcanzar sus labios, un beso pequeño pero lleno del sentimiento que querían transmitirse.—Tengo que apagar el fuego o el pollo se va a quemar.

—Bien, pero dame otro beso antes.

La discusión que su padre, Rioka y Chifuyu tenían no paró ni cuando comían. No comprendía por qué tanto escándalo, cuando estaban a punto de comenzar a lanzarse la ensalada se levantó de golpe y los miró con enojo. Los tres callaron.

—Se va a llamar Júpiter porque yo lo digo y punto, ahora callen y coman o yo les voy a tirar el jugo de limón en la cara.—Fue cuestión de segundos para que el trío asintiera y se metieran lo primero que encontraron en sus platos a la boca, Uriui sólo pudo pensar que Leiko había heredado el carácter de su abuela, aterrador.

—Pobre del hombre que se case contigo.—La vió recordando todos los escobazos que recibió en su infancia.

—O se adapta o se jode, come.—Respondió simple y ya lo suficientemente molesta olvidando al pelinegro a su lado, este tembló.

Baji tragó duro. Tal vez en un futuro necesitaría algunas ayudas de su suegro y de Dios, muy probablemente.

𝘿𝙧𝙪𝙜𝙨&𝘾𝙖𝙣𝙙𝙮.-𝙆𝙚𝙞𝙨𝙪𝙠𝙚 𝘽𝙖𝙟𝙞.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora