𝗩𝗮𝗹𝗲𝗻𝘁𝗶𝗻𝗲'𝘀 𝗗𝗮𝘆.

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Ella, que cuando tenía cinco años dijo; "Jamás voy a regalarle nada a un niño, son asquerosos", Ahora estaba al borde del llanto porque era la tercera vez que intentaba sacar los bombones del molde y estos se rompían.

—Tranquila, Leiko. Tal vez hay que ponerles mantequilla.—Chifuyu estaba a su lado como apoyo moral, el rubio estaba encargándose de que no le diera un ataque de rabia y tirara todo el chocolate derretido por la ventana.

—Son chocolates, no galletas.—Se quejó revolviendo su cabello, histérica.—¿Y si mejor le compro unos en la tienda?.

—Pero el manga decía que ella los hace a mano, ¡no te rindas!.—Gimoteó en señal de disgusto pero aún así asintió. Sacó de la cajita un nuevo par de guantes, pues odiaba ensuciar sus manos, y procedió a llenar el molde más grande con chocolate blanco, este tenía la forma de un gran corazón.—Esparecelo.

Tomó la brocha que Chifuyu le extendió y comenzó a llenar cada espacio que quedaba vacío. Le dio un par de golpecitos para quitar las burbujas de aire.

—Si este no resulta voy a ir a comprar unos enfrente.

—Si no resulta yo te acompaño a comprarlos, dale una oportunidad.—Asintió dándose por vencida. Llevó el molde al refrigerador para que se enfriara más rápido. Para ese punto su paciencia era poca.

Sabía que el chocolate iba a ser comestible fuera como fuera, al fin y al cabo sólo derritió uno más grande. Pero el punto era que tenía que verse lindo, si no, para eso le daba la barra de cobertura entera.

—Limpiemos aquí, está hecho un desastre.—Su amigo asintió ayudándola en quitar todas las toallas de papel que había usado para limpiar los excedentes del chocolate, tendría que ir a comprar más o su madre la mataría.

—¿A qué hora saldremos el jueves?.

—A las ocho, Mi primo vendrá a buscarnos.—Al fin había llegado la semana del viaje, sus pasajes eran a las nueve y media y se supone que llegarían como a las doce de la noche. Su padre los esperaría allí.

Bueno, Ahora que lo pensaba no le había dicho que iría con Chifuyu y Baji y no con sus amigas.

En fin, gajes del oficio. Nada muy importante.

—Genial, hace años que no salgo de Tokyo.—Le gustaba ver a Chifuyu tan emocionado, parecía un niño.—Gracias por invitarme, Leiko.

—No agradezcas, somos amigos.—Le sonrió, este le devolvió el gesto comenzando a lavar algunos de los vasos que estaban sucios con chocolate. Ella comenzó a barrer todos los trocitos que habían caído en el suelo, no quería hormigas por el departamento o que Yun se los comiera. El minino había sido encerrado en su cuarto por precaución.

Unos diez minutos después tenían todo reluciente de nuevo, temerosa, se acercó al refrigerador para sacar su chocolate.

—Desmoldalo tú, yo no soy capaz.—Le pidió al ojiceleste.

—Ten fe, Leiko.—Le repitió comenzando a despergar las esquinas, iba bien.—Mira.

De un tirón quitó el trozo de goma dejando la forma perfecta del corazón con un relieve que decía "Te quiero" por el frente. ¡Había quedado perfecto!. No se aguantó y se lanzó a abrazar a Chifuyu.

Ahora sólo debía decorarlo y ponerlo en la cajita que había comprado, sus planes habían salido perfectos.

Sólo esperaba que a Keisuke le gustara.

[...]

Despertó sintiendo una energía que jamás tenía, martes catorce de febrero, el día del amor y la amistad. Quitó sus mantas y aspiró el olor de la felicidad. Debía verse perfecta.

No tardó demasiado en arreglarse y decidió no desayunar más que un vaso de leche tibia de fresa, anoche se había dormido a las dos de la mañana y tenía un poco de sueño Pero valía la pena, él regalo había quedado inmaculado. Al igual que incluso pintó sus uñas y buscó unos aretes que combinaran. Le puso un poco más de empeño a su maquillaje y aplicó aquella tinta de labios con sabor a cereza que casi no usaba pues siempre terminaba comiendosela.

Era su primer san Valentín con alguien que le gustaba, ¡Qué emoción!.

Aquel día ella se había ido más temprano al Instituto pues su madre se ofreció a acompañarla para calmar sus nervios, le había avisado de ello al rubio para que traspasara el mensaje.

—¡Mantente firme, Hija!.—Asintió sintiendo como aún con todo el apoyo sus manos temblaban.—Keisuke lo aceptará, tranquila.

Ella sabía eso, era obvio que él lo aceptaría incluso si no fueran nada pues el pelinegro amaba lo dulce. Pero ¡Dios!, se sentía como en una película romántica.

Entró al salón lentamente con la bolsita en su mano, sus compañeros le veían de forma extraña. Ignoró aquello y se sentó en su puesto, en la fila de la ventana. Con cuidado repasaba los bordes de la cinta roja que había escogido, realmente se esmeró en que la rosita se viera como si fuera comprada.

Sintió la puerta corrediza abrirse y su mirada se topó de frente con la de Baji, había vuelto a temblar, y ¿Por qué hacía tanto calor?.

—Leiko, ¿Por qué no me esperaste para venirnos juntos?.—Escuchó su reclamo mientras acercaba una silla a su lado.—¿Estas bien?, ¿tienes fiebre?.

—H-Hai.—Negó, Keisuke la miró extrañada por sus respuestas contrarias.—Si, estoy bien. No tengo fiebre, Keisuke-kun, no te preocupes.

—Hmm.—El pelinegro se veía incrédulo.—¿Y eso?.

Apuntó el paquete color blanco. Era la hora, juntó toda la valentía que tenía dentro y se lo extendió bajo sus orbes ambarinos. Estaba nerviosísima por hacer algo tan cursi pero ya no era tiempo para retractarse.

—Feliz San Valentín, Keisuke-kun.—Él había quedado hipnotizado por la escena ante sus ojos.

Leiko estaba sonrojada y bajando la mirada hacia el suelo mientras le daba aquel regalo. Si era sincero, había olvidado aquella fecha. Se prometió a si mismo comenzar a ser más cuidadoso con ello.

—Muchas gracias, bonita.—Tomó el obsequio abriendolo emocionado, aquel apodo había salido sin darse cuenta, una cajita se encontraba dentro. Desató el nudo para ver aquel chocolate -probablemente hecho a mano- decorado con color rosa.

Se veía delicioso, ansiaba probarlo.

—¿Tú lo hiciste?.—Lo tomó para acercarlo a su nariz, olía a escencia de frambuesa. Cítrico pero sumamente dulce a la vez, él amaba ese tipo de cosas.

—Si.—Reconoció ella aún sin mirarlo, tan adorable.

Le dio un mordisco sintiendo como el sabor dulce se expandió en su boca. Si, tal vez era sólo un simple chocolate ¡pero ella lo hizo para él!, aquel caramelo era más valioso que su existencia.

—Mírame.—Con su mano libre tomó el mentón ajeno suavemente obligandola a mirarlo, Leiko se veía tan radiante. Jamás se cansaría de decirlo.—Espera tu regalo para el dia blanco, mientras, puedes conformate con esto.

Unió sus labios traspasando el dulzor que estos poseían, ella estaba aportando un sabor a cereza a la vez. Adictivos, sus besos eran adictivos.

Ambos habían olvidado que estaban en la escuela esperando a que el maestro llegara y rodeados de sus compañeros.

—¡Hitomi, Baji, a dirección!.

𝘿𝙧𝙪𝙜𝙨&𝘾𝙖𝙣𝙙𝙮.-𝙆𝙚𝙞𝙨𝙪𝙠𝙚 𝘽𝙖𝙟𝙞.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora