—Maldita sea, Draken.—Miró mal al rubio.—A este paso Emma se va a aburrir de tú insensibilidad.
—¿Desde cuándo usas esas palabras, idiota?.
—¡Desde que tengo que hacer que Leiko no se canse de mí insensibilidad!.—Pronunció, haciendo énfasis en la propiedad de las palabras.—Yo podré ser un animal, pero tú no llegas ni a piedra.
—Jodido cabrón.—Se encogió de hombros sin retractarse.
—El primer paso es la aceptación, calvo.
Entraron al complejo lleno de motocicletas y cosas relacionadas a ellas con porte firme, como siempre había que llegar a esos lugares. Estaban en la zona norte de Shibuya, habían tenido que darse una caminata del demonio pues ambos habían pensado que el lugar era más cerca y acudieron sin sus propios transportes.
—Aquí es, pedazo de mierda. Comportate.—Asintió chasqueando su lengua, ofendido de que Draken dudara de sus buenos modales.
El tipo en el mostrador los vió atentamente cuando entraron, analizandolos. Iba a hablar pero volvieron a detenerlo con una movimiento de cabeza.
—Vinimos por el encargo de Yukki, a nombre de Draken.—Se apresuró a decir su acompañante.
—Ya veo, él lo dejo listo está mañana.—De abajo de aquel tablón roñoso sacó una caja considerable, esta tenía un gran moño rosa encima.—El pago lo arreglan con él.
—Si, gracias.—Draken tomó esta y le hizo una señal de que se fueran de inmediato. Acató pues realmente no tenían absolutamente nada más que hacer ahí.—Con esto vas a quedar como el mejor novio de toda la historia.
Palmeó levemente la caja.
—Pero déjame ver.—Se apresuró a abrir por la ranura de arriba, teniendo cuidado de no romperla, claro.—Santa mierda.
Un casco estaba allí dentro, pero no cualquier casco. Era un casco de Hello Kitty.
—No se como pude dudar de ti, bastardo.
—Exacto. Ahora acompañame a comprarle un regalo a Emma, ayer se puso triste porque me llamó toda la tarde y no le contesté.
—Me retracto, no tienes ni una maldita neurona.
[...]
—Matsu, vamos a dar una vuelta antes de volver a casa.—¿Cómo podía negarse ante aquella petición.
—Claro, ¿Donde quieres ir?.—Leiko lo había ido a buscar a su cama para que la acompañara a comprar los benditos collares para ella y Baji, dos horas estuvieron caminando sin encontrar absolutamente nada en el centro comercial. Finalmente ella decidió comprar unos que vió en la tienda ilegal de en frente, un corazón de plata que se dividía en dos.
Era lindo, no lo podía negar. Aún así la sensación pesada en su pecho permanecía, estaba comenzando a odiar aquello.
Pero todos sus males se fueron cuando sintió como ella se aferraba a su brazo comenzando a jalarlo hacia el gran parque que quedaba a una cuadra. Dejó escapar un suspiro al tiempo que sus mejillas y la punta de su nariz se coloreaban de rojo, cada vez aquellas reacciones se volvían más difíciles de controlar u ocultar.
—Ah, hay una feria.—Volvió a si mismo cuando estaban en la reja de aquel lugar, efectivamente los puestos coloridos al igual que la gente pasando un buen rato eran el panorama.
A la mierda, podía disfrutar de la oportunidad sólo esta vez. Luego tendría tiempo para sentirse como la peor escoria del mundo.
—Vamos Lei, se ve divertido.
Compraron algodon de azúcar y manzanas con caramelo, jugaron con un par de niños y escucharon un pequeño espectáculo música. Sonrió, ella correspondía su sonrisa. No habían desecho el agarre en todo aquel tiempo, se acercaron hasta el último puesto de toda la feria, un stand lleno de sólo chucherías y baratijas que normalmente un niño haría un berrinche por tener.
—Mira.—Leiko estaba apuntando pares de pulseras de Hilo, de esas que puedes compartir con alguien.—Matsu, compremoslas.
—Pero si ya tienes el collar, Lei.—Murmuró, algo desconcertado.
—Estas son para nosotros.—Ella le entregó el dinero al vendedor sin más, había escogido unas de un suave color rosa y un celeste pastel. Eran sumamente adorables, sintió su pulso acelerarse cuando la pelinegra tomó su mano para ponersela. El tacto de sus dedos era delicado, le gustaba en demasía.
Podía imaginar, sólo por esta vez. Que él era quien hacia el corazón de la chica latir así.
[...]
—¡Matsu, me duele!.—Aquellos quejidos eran inconfundibles, volteó de inmediato, preocupado. Su novia estaba en la espalda de Chifuyu, sus rodillas tenían raspones.—¡Keisuke-kun!.
—¿Qué pasó?.—De inmediato le hizo una señal a su amigo de que le entregara a la chica. Quien sabe desde donde la estaba cargando.—Bonita, ¿Te caiste?.
—Estaba en el columpio y me solté.—Puchereó, contuvo su risa y la tomó al estilo princesa, al fin dándole descanso a su amigo.
—Gracias por cuidarla, Chifuyu. Yo me encargo ahora.—Le guiñó y sin esperar respuesta comenzó a caminar dentro del edificio. Ella se acurrucó cómoda en sus brazos, sonrió dejando un beso en la punta de su nariz.
Iba a ponerle banditas de Hello Kitty, tal como ella había hecho con él.
—¿Tienes tus llaves o está tu mamá?.
—Están en mi bolsillo, ten.—Tomó el llavero de pompon y procedió a adentrar la llave en la cerradura, teniendo sumo cuidado para no soltarla.
—¡Chicos, están aquí!.
—Me alegra que llegaran juntos.—Ambos se quedaron estáticos al ver a sus dos madres sentadas cómodamente en la mesa tomando té, Yun estaba jugando en las faldas de su suegra mientras que su madre los veía sumamente sonriente.
—Má, ¿No tenías trabajo hoy?.—Fue lo único que atinó a preguntar.
—Me dieron la tarde, mi vida.—Asintió sin saber que decir, era una escena que no sabía por qué le abrumaba.—Leiko-chan, es un gusto conocerte al fín.
—Lo mismo digo, Baji-san.—Notó en su voz que ella sentía lo mismo.—Keisuke-kun, ¿Me llevas al sillón?.
—Oh, sí.—Asintió, recordando que debía hacer eso. Yun reaccionó ante la presencia de sus padres y corrió hasta ellos lanzándose de golpe a las piernas de su madre, encajando sus garras en la piel, ya que esta portaba sólo una falda de mezclilla corta.
—Maldita sea.—Tenía que controlarse, no podía golpear a su bebé.
—Yun, no hagas eso.—Lo riñó el pelinegro alejandolo de ella.—Con permiso, iré a buscar banditas rosas.
Vió con los pelos de punta como su novio la abandonaba a su suerte con aquellas dos mujeres que la veían curiosas.
—¿Te caiste de nuevo, hija?.
—Si, en los columpios. Chifuyu No alcanzó a agarrarme.—Reconoció, avergonzada. Aquello le sacó una risilla a su suegra.
—Creo que Chifuyu-kun deberá practicar sus reflejos.—Comentó con gracia.—Tampoco te recomiendo a mi hijo como enfermero, es algo descuidado.
—Mamá, me estás difamando.—Sonrió, la imagen de Baji vestido de enfermero cruzó por su cabeza y fue imposible no reír.—¡Leiko!, no te rías.
Ambas mayores vieron atentas la escena, el pelinegro avergonzado intentaba bajar el calor de sus mejillas y la chica seguía burlándose con lágrimas de la risa en los ojos.
Se vieron entre sí, satisfechas. Con eso podían comprobar que realmente sus hijos iban por muy buen camino, y no podían estar más felices.
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𝘿𝙧𝙪𝙜𝙨&𝘾𝙖𝙣𝙙𝙮.-𝙆𝙚𝙞𝙨𝙪𝙠𝙚 𝘽𝙖𝙟𝙞.
Fanfiction𝘿𝙧𝙪𝙜𝙨&𝘾𝙖𝙣𝙙𝙮.-"Tú y yo somos como drogas y dulces..." Keisuke, Chifuyu y Leiko se conocieron cuando el pelinegro repitió grado. Los tres vivían en el mismo edificio y tenían una gran afición a los perritos. Eran demasiadas coincidencias com...