𝗪𝗵𝗶𝘁𝗲 𝗱𝗮𝘆.

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Su calendario marcaba que faltaba un solo día para el martes catorce de marzo, por primera vez en su vida tenía conciencia de la celebración de aquella fecha. Recordó con un sonrojo en las mejillas como hace un mes atrás Leiko lo había sorprendido con aquellos chocolates hechos en casa, ¡No iba a decepcionarla!, y por eso necesitaba de su más grande aliado.

Chifuyu. Él era el hombre indicado si de dar regalos cursis se trataba.

—Necesito ideas, me van a terminar si fallo en esto.—Al rubio a veces le parecía que Baji era muy extremista, se sentó en el sofá descuidadamente para mirarlo a los ojos.

Se tragó el ardor en su garganta y habló.

—Puedes regalarle un chocolate, tú si debes comprarlo, no queremos que se intoxique.—Keisuke frunció el ceño por la broma nada graciosa de su amigo.—Y creo que el mejor gesto sería que le compres el almuerzo, así ella no debe cocinar ese día llegando a casa.

Realmente no era la idea que esperaba, pero era algo. Asintió, podría agregar besos en medio y algún peluche, poco a poco todo comenzó a tomar forma en su cabeza.

—Me gusta, hagámoslo.

[...]

Mitsuya y él caminaban junto a las niñas por los pasillos de aquel gran supermercado de cadena, Chifuyu no había podido acompañarlo y este se ofreció ya que de todas formas debía hacer las compras del mes.

—Es raro aún verte haciendo todas estas cosas, sinceramente eres el último del grupo que me imaginé con novia.—Uh, golpe bajo. Aquello había dado directo a su orgullo.

—Ya ves los caminos de la vida.—Se encogió de hombros.—Ustedes también deberían conseguirse una.

—No creo que ninguna se ofrezca tomando en cuenta a los dos demonios.—Apuntó a las pequeñas que corrían jugando entre ellas como si no hubiera un mañana.—Aunque viéndote a ti, reconozco que a todos nos dan un poco de celos.

—Es obvio, Leiko es preciosa.—Sonrió orgulloso.

—Lo es, de hecho algunos lo piensan demasiado en serio.—Fruncio el ceño, ¿Qué estaba insinuando ese idiota?.

—Sualtalo de una vez.

—Yo sólo digo que tengas más ojo, amigo.—Gruñó, inconforme con la respuesta.

Ahora no podría estar tranquilo cuando su novia estuviera con sus amigos, maldita sea.

Podía descartar a Draken de inmediato, por obvias razones. El mismo Mitsuya tampoco estaría tirándose al río el sólo. ¿El bastardo de Angry?, oh, debía ser él.

Ya se las verían cuando lo tuviera en frente.

—Vas a chocar, deja de imaginar asesinatos y mira al frente.—Rodó los ojos pero se lo tomó en serio cuando estuvo a punto de estamparse la cara con un anaquel lleno de pepinillos.

Podría planear el asesinato más tarde, claro que lo haría.

[...]

¿Se sentía ridículo cargando una bolsa color rosa a la escuela?, para nada. ¿De tener una liga de Kitty tomando su cabello?, tampoco. Lo que si le daba vergüenza era el hecho de que no había conseguido el regalo que quería para su princesa.

Se quedó parado esperandola bajo uno de los cerezos, buscando levemente si podía apreciar su figura en alguna parte. Su corazón estaba latiendo a mil por hora, tal vez iba a tener un infarto.

Si, tenía un lindo peluche de ballenita, chocolates de sus preferidos, pero por desgracia no encontró su almuerzo favorito en ninguna parte. Por eso, había comprado uno que vió porque tenía decoraciones lindas, sabía que estéticamente le gustaría pero ¿Y si estaba malo el sabor?, ¿O si era alérgica a algún ingrediente?. Casi saca todo de la bolsa para revisar uno por uno la lista de estos.

La inseguridad lo estaba consumiendo, a ese punto ya estaba sudando.

—¡Por favor, Hitomi-san, acepte esto!.—La escena lo llamó como si fuera un imán. Allí estaba su novia, mirando con asco al chico que tenía en frente, un Senpai pelirrojo de último año estaba extendiendole un gran peluche de oso color blanco, conocía a ese idiota, lo había golpeado el año anterior.

—No.—Lo dejó ahí, con el regalo en el aire sin siquiera gastar un minuto más en mirarlo. ¿Acaso ese podría haber sido él en algún mundo alterno?, la mera idea lo hizo ponerse aún más nervioso.—¡Cariño!.

El grito le hizo saber que ya había notado su presencia, en un gesto algo idiota pues obviamente ya la había visto, escondió tras su espalda la bolsa que él mismo decoró como pudo con stickers de corazones y florcitas blancas, había sido idea de Luna y Mana.

Las flores de cerezo abiertas hacían juego con su presencia delicada y dulce -Al menos con él-, vestía el uniforme de verano dejando ver su pequeña cintura ajustada a la camiseta fajada dentro de la falda. Su cabello estaba atado en dos coletas con ligas blancas y sus labios tenían un brillo rosa que lo dejó sencillamente baboso. ¿Cómo podía existir una chica tan preciosa en el universo?, maldición.

Era el momento, no podía acobardarse ahora.

—Te lo prometí, bonita.—Le extendió el presente. Ella lo veía con sus lindos ojitos brillantes y le dedicó esa sonrisa que le alegraba hasta el día más negro. Tomó esta para luego sentir como lo abrazaba, correspondió sin dudarlo y estiró sus labios esperando un beso que no tardó en llegar.

Después de todo estaban en la entrada, era zona libre de maestros -Se habia asegurado de eso esta vez- y si alguien los interrumpía sencillamente le partía la mandíbula.

—¡Es rosa!.—Ella abrazó con ternura el peluche, sabía que lo amaría. Sonrió, orgulloso de su elección. Era obvio que la tortuga celeste que le había propuesto Mitsuya jamás hubiera tenido ese efecto.—¡Gracias, te quiero!.

Las miradas recelosas de sus compañeros y chicos que ni siquiera conocía sólo lo hicieron sentir aún mejor, que vieran en sus caras como él, Keisuke Baji, había conquistado sin querer a la chica más linda de toda la maldita escuela.

—También te quiero.—Juntó sus narices en un besito esquimal, gesto que su madre solía tener con él cuando era un niño.—Demasiado.

Ahora sólo debía esperar al viernes, el gran día estaba por llegar.

𝘿𝙧𝙪𝙜𝙨&𝘾𝙖𝙣𝙙𝙮.-𝙆𝙚𝙞𝙨𝙪𝙠𝙚 𝘽𝙖𝙟𝙞.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora