𝗧𝗵𝗲 𝗹𝗮𝘀𝘁.

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—¿Leiko?, ¿Qué-?.—Intentó soltarse del agarre que la pelinegra tenía en su muñeca pero estaba ejerciendo demasiada fuerza, sus nudillos incluso se estaban poniendo blancos.—Me estás lastimado.

—Lastimada vas a salir si no te vas ahora mismo, Haiki, que no te quiero volver a tener cerca de nosotros en mi vida.—Le advirtió con sorna en su voz pero a la vez siendo tan intimidante que no se atrevió a hablar por unos segundos.

—¿De qué hablas, Lei?, ¿Por qué me dices eso?.

—¿Y tienes la indecencia de preguntar?.—De un tirón fuerte la atrajo aún más hasta ella, haciéndola sentir vulnerable y desprotegida en demasía. Podía escuchar sus latidos y su respiración errática por los nervios.—Escuché todo, Estúpida, ni siquiera para ser tóxica sirves.

—¡Lo estaba haciendo por tu bien!.—No se aguantó más las ganas de agarrarle ese cabello teñido sacándole un lloriqueo dramático más falso que el amor que esta le profesaba al pobre Chifuyu.—¡Leiko, Sueltame!.

—Escuchame de una buena vez, bastarda.—Ejerció más fuerza, seguramente unos que otros cabellos se iban a quedar en su mano.—A mi novio no le vienes a decir que es un bruto, ni un idiota ni que no es lindo ¿Estamos?, porque te rompo el maldito brazo.

Lágrimas caían de los orbes miel mientras intentaba, en vano, soltarse, "lágrimas de cocodrilo", pensó.

—Das asco, Haiki, que se te quede grabado en la cabeza.

Baji vió con los ojos más abiertos que nunca como su novia tenía inmovilizada a la pelinaranja bruscamente, esta sólo lloraba mientras que Leiko parecía estar conteniendose para matarla ahí mismo.

—¡Es que no es justo! ¡¿Por qué tu puedes ser feliz con Baji y yo no con Yukki?!.—Gritó con la voz entrecortada, esa fue la gota que terminó de rebasar cualquier límite.

El golpe en su mejilla la tiró al suelo.

—Además de asquerosa eres estúpida, ya ni siquiera me voy a preocupar por tí porque no lo mereces. Sólo mantente alejada o en serio vamos a tener problemas.—Escupió con desagrado. Haiki se quedó estática con la mejilla roja y sus dedos encajados en el césped en el que cayó.

—¡No!, ¡No es justo!.—Chilló histérica derrepente, cómo si un interruptor se hubiera encendido de la nada mostrando esa faceta tan desagradable.—¡Tú no puedes hacerme esto, Leiko!.

—Yo hago la mierda que quiera, tú no tienes derecho a meterte.—Respondió con seriedad y sencillez.—Mejor vete a buscar al baboso que te gusta, entre tóxicos se entienden.

Con todo el rostro rojo, seguramente de la frustración, la cachetada y el llanto, la pelinaranja se levantó dándole una última mirada filosa a la pelinegra para finalmente irse del lugar dando pasos erraticos y fuertes.

—Perra.—Chistó al verla irse por las avenidas hecha un manojo de rabia.

Keisuke admiró el rostro manchado de su novia junto a su cabello hecho un desastre, aún con eso le pareció la chica más hermosa del mundo, como siempre.

—Keisuke, cariño ¿Estás bien?.—¿Por qué ella le preguntaba eso?.

—¿Uh?.—¿En qué momento había comenzado a llorar?.

La ojionix se acercó para agacharse frente a él, con cuidado llevó sus manos a sus mejillas para limpiar las lágrimas saladas con sus pulgares lentamente.

—¿No estás molesta conmigo?.—Fue lo único que atinó a preguntar.

—No Lo estoy, Kei, ambos actuamos bastante mal e inmaduramente, tendremos que mejorar eso.—Acarició con amor la piel irritada bajo aquellos orbes ámbar que tanto adoraba, transmitiendole la sensación de paz al chico que necesitaba al fin.

Subió sus manos sobre las pequeñas y delicadas de Leiko para sentir el calor que estas le transmitían a pesar de estar frías por el clima gélido. Cerró sus ojos, su mera presencia allí era sifiencite para olvidar el mal rato que Haiki lo había hecho pasar.

—Lo siento, por todo.—Se disculpó.—No debí mentirte, ni gritarte ni menos hacerle caso a esa idiota cuando me dijo que me alejara de tí.

—Esta bien, cariño, yo tampoco debí haberte gritado ni sacar tanto las cosas de sus límites.—Murmuró sintiendo una pequeña brisa en su nariz que movió el cabello de ambos.

—¿Estás segura?.—Cuestionó inseguro.

—Lo estoy, no quiero dejarte ni ahora ni nunca.—Afirmó sin dudarlo.—Que lo que pasó nos sirva de experiencia para el futuro, ¿sí?.

—Te amo.—Dijo para ya no abstenerse de lanzarse a sus brazos, Leiko lo recibió con una sonrisa correspondiendo aquello. Los corazones de ambos latían al compás pero ya no era uno lleno de dolor e incertidumbre, sinó calmo y al fin pleno.

No fue necesario hablar para decirse lo que sentían. Las caricias que el pelinegro dejaba en su fina espalda y como ella se aferraba a su chaqueta eran suficientes para transmitir todo lo que se habían extrañado y pesado sin la compañía del otro.

Dejó un beso en la cabeza del chico y este refregó su nariz en la curva de su cuello, ansiosos por el contacto con la piel del contrario. Anhelantes y ya sin dubitación alguna, se separaron levemente para buscar los labios del otro y al fin unirlos para sentir aquel elixir dulce que era único en sanarlos como ningún otro remedio o pócima de en sueño. Algo tan simple pero a la vez complicado como un beso era más que suficiente para ambos estar seguros de el amor que sentían por el otro, aún con el frío, la puesta del sol y el hecho de que los autos pasaban a su al rededor haciendo ruido ninguno podía tener en su mente nada más que no fuera la imagen del contrario.

Y sabían que ese no era el final feliz de cuento de hadas, que eso no era una película ni una novela romántica, que vendrían más problemas y complicaciones incluso peores. Ambos eran concientes de que el amor no era suficiente a veces y de que este puede llegar a ser cuel e indolente.

Pero ya podrían encargarse de arreglar el resto.

Aun sin separarse, en silencio, ambos prometieron a orillas del río que estarían juntos para siempre, pues sus corazones sólo latían por y para el otro.

Y lo cumplirían sin importar las circunstancias.

The end of this chapter of this story without end.

𝘿𝙧𝙪𝙜𝙨&𝘾𝙖𝙣𝙙𝙮.-𝙆𝙚𝙞𝙨𝙪𝙠𝙚 𝘽𝙖𝙟𝙞.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora